Elaborar zapatos tradicionales coreanos conlleva más de setenta meticulosos procedimientos y requiere de máxima precisión y habilidad. Con estilos y nombres que varían según el estatus social, el género y la edad del propietario, ambos zapatos son iguales pero gradualmente se ajustan a la forma de cada pie. Tras los pasos de su padre, Hwang Duck-sung regenta un negocio familiar de seis generaciones.
Nacido en una familia de seis generaciones de zapateros tradicionales, Hwang Duck-sung mantiene el legado y sigue los pasos de su padre, maestro artesano en la fabricación de calzado tradicional.
Los zapatos tradicionales coreanos se caracterizan por sus elegantes curvas. Los lados de los zapatos convergen en los dedos ligeramente hacia arriba, tan hermosos como los aleros de una casa tradicional coreana (hanok) con techo de tejas. Los zapatos coreanos son idénticos para ambos pies, pero con el tiempo y el uso se ajustan a la forma de cada pie para comodidad del usuario, llegando a ser naturalmente izquierdo y derecho.
El calzado tradicional coreano se llama hwahye: hwa, alude a los zapatos altos que cubren los tobillos, y hye, a los de corte bajo. Los zapateros se llamaban hwahyejang o gatbachi (trabajadores del cuero), y salen a menudo en las películas de época o en dramas ambientados en la dinastía Joseon (1392-1910). Según el “Código Nacional” ( Gyeongguk daejeon), compendio de los estatutos básicos de Joseon, varias docenas de zapateros estaban solo a servicio del gobierno central, lo que indica la fuerte demanda de zapatos entonces y un proceso basado en la división del trabajo y la especialización.
Yu Hui-chun (1513-1577), un funcionario civil de mediados de la era Joseon, escribe en “El diario de Miam” ( Miam ilgi) que los materiales, las formas y los colores de los zapatos no solo variaban para cada ocasión, principales ceremonias de la vida, sino por el estatus del propietario. La edad también determinaba los colores y la forma de los zapatos. Los materiales incluían cáñamo, ramio, papel, madera, paja y cuero. Hoy día, aún se usan los zapatos en ocasiones especiales, como bodas y ritos ancestrales, para mejorar el ambiente ceremonial.
No fue elección, fue destino
“Cuando era joven, mi familia no poseía muchos recursos y mi padre tenía un segundo empleo como mensajero. Le resultaba difícil llegar a fin de mes elaborando zapatos tradicionales, pues tenían poca demanda. Para no sufrir las penurias económicas del oficio, pasé por una oficina tras graduarme en la universidad, y justo al ver que no era adecuado para ese oficio, mi padre tuvo éxito en un proyecto de restauración al que dedicó mucho tiempo. Lo observé durante todo el proceso y comprendí el significado de salvar un oficio al borde de la extinción. Ese momento crítico me hizo aceptar mi destino en el negocio familiar”, recuerda Hwang.
La vida de Hwang como artesano tradicional parecía predestinada desde su nacimiento. Asentados en Insa-dong, en Seúl, donde se formó una comunidad de artesanos de la corte en la era Joseon, su familia produjo generaciones de maestros zapateros. Cuando incluyeron por separado el oficio de crear esos zapatos (como hwajang y hyejang) en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional, su bisabuelo, Hwang Han-gap, fue designado como primer maestro artesano de hwajang en 1971. Su padre, Hwang Hae-bong, también se convirtió en maestro artesano en 2004, cuando fusionaron ambas categorías bajo el nombre de hwahyejang. Más atrás en su árbol genealógico está el precursor del negocio familiar, su tras tatarabuelo Hwang Jong-su, quien suministraba zapatos de cuero a la corte durante el reinado del rey Cheoljong (r. 1849-1863). Y ahora el legado lo continúa Hwang Duck-sung, zapatero de sexta generación designado en 2016 como aprendiz certificado en el arte de fabricación de calzado.
“El abuelo de mi bisabuelo comenzó a elaborar zapatos para la corte de Joseon, y mi bisabuelo hizo zapatos para la última familia real de Joseon. Se sabe que hizo un par de zapatos rojos para el atuendo ceremonial del emperador Gojong. Lamentablemente, los originales se perdieron y solo nos llegaron los os. Murió en 1982, cuando mi padre tenía treinta años y yo tres. Dos años después de fallecer, el oficio familiar parecía sucumbir. Afortunadamente, mi padre logró revertir la situación al recrear con éxito un par de zapatos de ceremonia real ( seok)”, explica Hwang.
Hwang baja del estante superior de una vitrina la recreación de dos pares de zapatos reales. Los rojos ( jeokseok) los usaban reyes y príncipes herederos, y los azules ( cheongseok) reinas y princesas herederas como parte de su atuendo ritual. En algún momento estos zapatos quedaron casi olvidados, excepto en los textos históricos, pero el padre de Hwang logró recrearlos mediante muchas consultas e investigaciones académicas.
Como primer paso para hacer zapatos tradicionales, Hwang recorta los patrones del interior (baekbi) de una sábana de tela de algodón resistente. Los zapatos coreanos tradicionales llevan más de 70 procesos, hechos por un artesano competente.
Adaptarse al pie del dueño
Lleva de cuatro a diez días hacer un par de hye, zapatos escotados o “zapatos de flores” por su bordada decoración floral. Completarlos requiere setenta procedimientos de un artesano experto.
El primer paso para todo tipo de calzado tradicional es preparar el interior ( baekbi) de las dos piezas laterales que componen la parte superior ( sinul). Se hacen con tela de algodón fuerte y múltiples capas de cáñamo y ramio, todo pegado con pasta de arroz, y luego se secan durante varios días en un lugar aireado. Se corta un trozo de seda con la misma forma, que luego se pega en el exterior. Mientras se preparan los lados, se colocan repetidamente en una jarra de barro con una toalla húmeda para evitar que la pasta de arroz se endurezca. Cada paso requiere de gran habilidad y paciencia para esperar a que los materiales alcancen el estado óptimo para su manejo.
El siguiente paso es unir los dos lados de la parte superior usando una cerda de jabalí como aguja e hilo grueso de algodón recubierto con cera de abeja. Las piezas se cosen primero en el tacón y luego en la puntera. La suela, hecha con piel de vacuno, se cose en la parte superior, y finalmente se inserta una horma de madera dentro del zapato para darle forma.
“Usamos una cerda de jabalí al estilo tradicional para no dañar la tela de seda. Rígida y flexible, la cerda de jabalí viejo es una buena aguja para trabajar cuero y seda. La pasta está hecha de puré de arroz cocido, y se aplica a mano. A medida que se seca queda dura como una roca y mantiene intacta la forma de los zapatos”, asegura Hwang.
Al preguntarle qué parte los hace tan especiales, el artesano señala la puntera, que gira hacia arriba en una curva elegante. No solo es decorativa, sino que evita que el zapato se deslice del pie.
“Los zapatos son iguales para los pies izquierdo y derecho, pero se distinguen tras un cierto periodo de uso. Los zapatos coreanos tradicionales son únicos pues se ajustan gradualmente a la forma del pie, mientras que normalmente es el pie el que se acostumbra al zapato”, enfatiza Hwang.
Un par de zapatos de mujer bordados con diez símbolos de longevidad, descansan sobre la estrecha terraza de madera. Los zapatos tradicionales se clasifican en varios tipos según la forma, los materiales y el uso. Entre ellos están los suhye, zapatos de seda bordados comúnmente llamados “zapatos de flores”, que solían usar las mujeres de clase alta.
Preservar la tradición
Hubo un tiempo en el que Hwang intentó modificar los zapatos tradicionales para aumentar la demanda, pero le molestaba cómo la gente confundía los “zapatos de flores” producidos en masa con una auténtica recreación hecha al estilo tradicional.
“Al igual que con el hanbok modernizado, hay que modificar la tradición para adaptarla a la vida cotidiana, los gustos y las necesidades de las personas de hoy. Esos intentos fueron estimulantes, pero alguien debía tratar de preservar el estilo tradicional”, destaca Hwang. “Mi padre me dio un buen ejemplo al recrear las reliquias de nuestros antepasados, y considero mi vocación mantener viva la tradición para la posteridad”.
Una exposición celebrada en julio de 2022 en la Korea Craft & Design Foundation (KCDF) en Insa-dong, en Seúl, que mostraba las obras de artesanos consideradas como Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional, dio a este joven artesano una nueva perspectiva. Cuando finalmente pudo inaugurarse, después de un retraso de tres años por la pandemia, la muestra ofrecía clases de un día con reserva previa, y fueron tan populares que incluso continuaron al clausurar la exposición.
A Hwang le encantó descubrir que la mayoría de los alumnos eran jóvenes. “Quedaron sorprendidos por la exquisita belleza de nuestros zapatos tradicionales y estaban encantados de tener la oportunidad de aprender a hacerlos personalmente”, recuerda. Esa experiencia le hizo comprender que dar a conocer la tradición mediante conferencias y demostraciones era tan importante como la modernización. A medida que sigue recibiendo consultas para esas clases, planea ofrecerlas regularmente.
“También estoy buscando una forma de simplificar el proceso de fabricación en términos de materiales y técnicas, sin omitir procedimientos importantes. No tenemos aprendices con quienes trabajar, y a mi padre y a mí nos resulta difícil asumir la tarea solos. Pero mi esposa me ayuda y me apoya mucho, igual que mi madre ayudó a mi padre toda su vida. Y mis dos hijos, aunque todavía son pequeños, me tranquilizan”.
El camino de los artesanos que mantienen oficios tradicionales en peligro de extinción está destinado a ser solitario, como también lo es el de Hwang Duck-sung, pero de algún modo presenta un aire de tranquila confianza.
Lee Gi-sook Escritora independiente
Lee Min-hee Fotógrafo