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2021 WINTER

Una vida de milagros

El padre católico Kim Ha-jong, nacido como Vincenzo Bordo en Piansano, Italia, llegó a Corea en 1990, donde se embarcó en una vida dedicada al cuidado de los pobres. Pese a la pandemia del coronavirus, su centro de bienestar distribuye loncheras a diario entre cientos de personas hambrientas y sin hogar.

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Durante los últimos 30 años, un delantal ha sido el atuendo diario del padre Kim Ha-jong. La espartana oficina de su comedor benéfico Anna’s House en Seongnam, provincia de Gyeonggi, tiene una foto del cardenal Stephan Kim Sou-hwan, difunto arzobispo de Seúl y precursor del movimiento democrático de Corea contra la dictadura militar en los años ’70 y ’80.

Mientras la pandemia continúa amenazando al mundo, el padre Kim Ha-jong propaga silenciosamente “otro tipo de virus”.

Define el compartir como un “virus” que infecta a las personas con una felicidad viral altamente contagiosa. En Anna’s House, el centro de bienestar social que regenta en Seongnam, ciudad satélite de Seúl, ese intercambio adopta muchas formas. Desde principios de 2020, cuando la pandemia llegó a Corea, su principal logro es preparar a diario cientos de loncheras para pobres y personas sin hogar.

El padre Kim abrió su comedor benéfico años antes del COVID-19. Muchos otros comedores cerraron al entrar en vigor las pautas sobre comer en interiores, pero el padre Kim se negó a sucumbir. “No puedes cerrar un comedor benéfico porque los estómagos no se van de vacaciones. El setenta por ciento de las personas que vienen aquí come solo una vez al día. Si no les das nada, no comen”, afirma.

LONCHERAS GRATIS
Cambiar a las loncheras fue difícil. Requería un sistema distinto y más dinero para los envases, y suponía un riesgo para la salud de todos los implicados. Pero desde enero de 2020, y con el permiso de las autoridades de la ciudad, Anna’s House ha venido ofreciendo entre 650 y 750 loncheras diarias sin mayor problema.

Para el padre Kim, alimentar a los necesitados diariamente es un milagro. Recuerda una vez que había muy poco arroz. “Cada día usamos 160 kg de arroz y solo quedaba para dos días. Estaba preocupado pero el cocinero dijo: ‘Dios proveerá’. Al día siguiente, hallamos 100 sacos de arroz en la puerta”.

La gente tiene gestos así y dona comida, dinero, ropa, mascarillas y otros bienes. Muchos otros ofrecen su tiempo como voluntarios para preparar los alimentos, el envasado, la limpieza o gestionar las largas colas para las loncheras. Hay voluntarios de todo tipo, no solo católicos, sino también monjes budistas y musulmanes, celebridades, oficinistas y estudiantes. Incluso hay un perro llamado Louis Vuitton que hace sonreír a la gente.

Los necesitados vienen de todas partes de Seongnam y de otros barrios de Seúl a por las loncheras, que se reparten a las 3 p.m. Mientras reciben la comida, el Padre Kim y los voluntarios saludan a cada destinatario y le dicen: “Bienvenido. Te amamos”.

“Es cierto que la pandemia ha traído momentos difíciles, pero aquí ha propiciado el virus del amor y el compartir. Es otra cara de la pandemia realmente hermosa”, ensalza el padre Kim.

AYUDAR A LOS NECESITADOS
Antes de terminar secundaria Vincenzo Bordo, el futuro padre Kim, ya había decidido unirse al sacerdocio. Después de completar sus estudios universitarios en filosofía y religiones orientales se unió a los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, cuyo objetivo es servir a los pobres. Su interés por Asia lo llevó a Corea, y poco después de llegar, en mayo de 1990, comenzó a trabajar con una monja que ayudaba a familias pobres.

En su libro “Un momento de miedo, milagros diarios”, publicado en 2020, el padre Kim recuerda un punto de inflexión en 1992. Conoció a un hombre medio paralítico de unos 50 años que vivía solo en un sótano mohoso y dependía de sus vecinos para llevarle comida (o no comer nada cuando no lo hacían). Tras hablar con ese hombre y ordenar su habitación, el padre Kim lo abrazó con su permiso, pero el hedor era tan desagradable que le dio ganas de vomitar. Y a la vez sintió una felicidad y una paz indeibles.

Al ver que había tantas personas fuera del sistema de asistencia social, al año siguiente el padre Kim abrió un comedor para los necesitados. Entonces Corea era un lugar distinto, recuerda: “La gente me preguntaba por qué alimentaba a personas sin hogar. Me dijeron que no debía hacerlo, pues solo eran alcohólicos que traían problemas. Ya no es así. Nuestra sociedad realmente ha cambiado”.

A raíz de la crisis financiera asiática de 1997, muchas personas perdieron su sustento y quedaron sin hogar. Al año siguiente, el padre Kim abrió un comedor benéfico con la ayuda de un benefactor cuya madre se llamaba Anna, por eso lo bautizó como “Anna’s House”. Empezó a ofrecer comida gratis a diario, salvo los domingos.

Durante muchos años, el comedor funcionó en un espacio ofrecido por la catedral de Seongnam, pero tuvo que dejarlo en 2018. Cuando se acercaba el momento de partir, la ansiedad del padre Kim aumentó. Los funcionarios de Seongnam le dijeron que levantarían las restricciones del cinturón verde al otro lado de la carretera y que podría abrir un nuevo centro allí. Sin embargo, no era una solución viable pues no tenía dinero para el terreno.“Me preguntaba si realmente era el final”, explica. “Pensé que tendría que dejarlo y retirarme”.

UN NUEVO HOGAR
Pero la ayuda llegó en forma de entrevista. A regañadientes, el padre Kim cedió y aceptó verse con un diario local, según pensó erróneamente, pues la entrevista era para el programa “Human Theatre” (Ingan Geukjang) de KBS, la televisión pública nacional. Tras emitir el segmento sobre el padre Kim, “ocurrió otro milagro”. Las donaciones llegaron a raudales y rápidamente sumaron 1.200 millones de wones, suficiente para comprar el terreno.

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El padre Kim dice que el amor es su energía para servir a los necesitados en lo que una vez fue un país extranjero para él, pero ahora es su hogar. Cuando las dificultades lo llevaban al límite, siempre llegaba la ayuda precisa para seguir con Anna’s House, algo que él atribuye “al poder del amor”.

Anna’s House reabrió sus puertas en un nuevo edificio en 2018. Aunque el comedor benéfico es su principal preocupación, los esfuerzos del padre Kim abarcan un amplio listado. Ahora ofrece atención médica, rehabilitación, asistencia jurídica y educación en humanidades semanalmente; así como refugio a personas sin hogar, ancianos y adolescentes fugitivos; una casa compartida para jóvenes; y un programa variable para fugitivos y jóvenes vulnerables.

Antes del COVID-19, el programa de divulgación AJIT (acrónimo de aideul jikineun teureok, que significa “camión que protege a los niños”) se reunía con decenas de infantes en la calle cada noche. La pandemia ha frenado muchas actividades, pero el padre Kim mantiene AJIT con un pequeño coche burbuja que sale a la carretera de vez en cuando. AJIT en coreano significa “lugar de reunión” o “casa segura”.

“Llevamos esperanza. Plantamos semillas de esperanza en la gente. Pueden convertirse en árboles grandes o fallar, nadie lo sabe. Pero debemos intentarlo al máximo”, asegura.

SIERVO DE DIOS
Durante los últimos 30 años, el padre Kim se ha puesto el delantal casi a diario. Los domingos lo cambia por ropa de ciclismo y pasea por las orillas del río Han, disfrutando de un precioso momento de relax. Aunque siguen pasando cosas maravillosas es mentalmente estresante, por no hablar del agotamiento físico que supone cuidar a los demás con tanto esmero día tras día. Cuando notó que su corazón latía más rápido de lo habitual, fue al médico y le dijeron que padecía estrés. Así, durante un tiempo tuvo que renunciar a su expreso matinal, el único hábito italiano que conserva.

Por todo su arduo trabajo y generosidad, ¿qué recibe a cambio? “Trabajar con los pobres me hace feliz. Para mí, esto no es un trabajo. Mi misión, mi vida aquí, es acoger a estas personas, amarlas y ayudarlas”, resalta. Esta misión se refleja en su nombre coreano Ha-jong, que significa “siervo de Dios”, mientras que el apellido Kim es un homenaje a Andrew Kim Tae-gon (1821-1846), el primer sacerdote católico nacido en Corea, ejecutado durante la dinastía anticristiana Joseon y canonizado en 1984 con otros mártires coreanos.

El trabajo del padre Kim no ha pasado inadvertido, pues ha recibido muchos premios, incluido el prestigioso premio Ho-Am en 2014. Al preguntarle cuál de esos premios significa más para él, el padre Kim sonríe y menciona un grupo de niños de jardín de infancia que recientemente le dieron un paquete de billetes gastados de 1.000 wones que habían ahorrado. Otra recompensa que le hizo particularmente feliz es su ciudadanía coreana, otorgada por orden presidencial en 2015. Mucho antes de naturalizarse, decidió que se quedaría en Corea para siempre, y hasta firmó los papeles de donación póstuma de sus órganos.

“Soy coreano, no extranjero”, resalta. “Cuando te enamoras, no hay razones”.

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Cada día a la 1 p.m., los voluntarios llegan a la cocina de Anna’s House para preparar loncheras. Deben ser ágiles para empacar arroz, guarniciones, sopa, pan, productos enlatados y otros artículos. El padre Kim (dcha.) siempre trabaja con ellos.

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A partir de las 3 p.m. el padre Kim y los voluntarios distribuyen las loncheras a las personas sin hogar que hacen cola frente a la catedral de Seongnam, al otro lado de la calle Anna’s House. En dos horas reparten más de 700 loncheras.

Cho Yoon-jungEscritor y traductor autónomo
Heo Dong-wuk Fotógrafo

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