En las artes y ofi cios tradicionales, los artesanos del pasado aprendían mediante el aprendizaje y hablaban deese arte sólo a través de sus obras o trabajos manuales. Lee Hyun-bae, sin embargo, es un artesano de nuevageneración. El maestro alfarero aprendió todo sobre la cerámica onggi (loza coreana tradicional) a través depalabras y escritos. Él refl exiona profundamente sobre cada uno de los procedimientos de su obra y alude a lasmodernas aplicaciones de la cultura tradicional.
El maestro artesano onggi Lee Hyun-baeda forma el labio de un frasco grande en larueda de su taller en Janan, provincia deJeolla del Norte.
Escuchar a Lee Hyun-bae fue como leer un texto escrito.Cada vez que hacía una pausa a tientas para pensar lassiguientes palabras, los pensamientos nacían, se agrupabano dispersaban en mi cabeza. Así me sentí al escuchar su historiasobre una época en que estuvo trabajando en una tienda decerámica durante cinco meses. Afirmó haber sentido “una repentinaexplosión de energía” al mirar un fragmento de una olla rota.En aquel entonces, nunca había horneado un recipiente, pero sólotrataba de aprovechar la oportunidad de aprender algo sobre sucalidad mientras trabajaba como empleado. Él calificó ese instantecomo un “momento de apertura de ojos”, añadió: “reflexionandomás tarde sobre por qué había sentido tanta energía, recordé quela sección transversal del fragmento tenía forma de espermatozoide.El fragmento roto era parte de la boca de una olla, por lo que lasección transversal del borde redondeado, llamado jeon, parecía lacabeza de un espermatozoide y la parte restante su cola. Al igualque la cabeza de un espermatozoide contiene toda la informacióngenética, una olla onggi también contiene toda su información en elborde redondo”.
Era una historia en sintonía con el tema de la cocina y la vitalidad,una historia tan articulada como sus habilidades de ceramista,aunque debo decir que todavía no estaba totalmente convencido.Sin embargo, fue sólo una pequeña parte del relato que estabaconstruyendo, que a veces tomaba giros inesperados, para luegohacer un inciso en un contexto más amplio.
Al hablar de ruedasde cerámica, por ejemplo, pasó a debatir ciertos detalles como sulínea de visión: “Con la rueda delante, me siento en la estera conel sol a mi derecha. Me inclino hacia esa dirección, empujando elpedal con el pie izquierdo, girando la rueda hacia la izquierda ymirando hacia el lado derecho de la vasija, su superficie exterior”.
Las observaciones del maestro artesano, que abarcaban diversostemas con seriedad, dejaban vislumbrar una sabiduría maduradapor el tiempo. No pronunció una sola palabra sin pensar. Eracomo si hubiera resuelto todos los hilos que constituían su conceptode la cerámica onggi, asignando un significado a cada uno deellos. Parecía como si hubiera reinterpretado los 26 años de su vidacomo alfarero por completo a través del prisma de su arte, y encontradola manera de expresarlo en un lenguaje claro. Sus palabrasreflejaban el amplio alcance de su pensamiento.
Y sin embargo, había un toque de desesperación en la forma deconstruir esa narración; una lucha desesperada por llevar la cerámicaonggi, sumergida en la oscuridad de la tradición, hasta lasuperficie de la vida actual y definir su papel contemporáneo comoalfarero. Impulsado por el fuerte sentido de cumplir esa misión, semostraba robusto como una sólida pieza de onggi, la estructura dearcilla que resiste un calor superior a 1.000ºC sin deformarse.
Un encuentro casual en sus días errantes
Lee Hyun-bae y su esposa trabajan juntosubicando las jarras y tapas de cerámicaonggi bien secas dentro del horno para lacocción.
“En mi infancia, era apodado como Golbae, que significa muchachode cabeza vacía. La gente siempre me decía que pensara antesde actuar”, afirma Lee mientras una gran carcajada se dibuja en suarrugado rostro. Era una risa envuelta en el recuerdo de un pasadovergonzoso. “Siempre quise estar en otro lugar, pero me despertabacada mañana decepcionado porque todavía seguía allí. Conmi corazón ardiendo de rabia inexplicable, aullaba y gritaba sólo,para luego sentir un vacío en mi corazón. Después de tan solitariasrabietas, me atrevía a salir corriendo para estar a la orilla de un ríoescuchando el sonido del agua. Fue el primer sonido que escuchémientras recuperaba el sentido”, recuerda el artesano.
Así que llamó a su primer hijo Mul (que significa “agua”) y echóraíces en la cabecera del río Seomjin. Durante su adolescencia,cuando era impulsado por emociones salvajes, se escapaba de casapara ir a Seúl, o recorría su ciudad natal empujando un carro pararecoger basura y así ganarse la vida. Durante algún tiempo trabajóen la cocina de hotel haciendo chocolate y llevó una vida cómoda.Sin embargo, poco después, fascinado por una pieza artísticadel vestíbulo del hotel, decidió estudiar escultura y comenzar unanueva vida. En medio de su confusión, se detuvo en la tienda JinggwangOnggi en un viaje a Beolgyo, provincia de Jeolla del Sur, y esefortuito encuentro se convirtió en un decisivo momento en su vida.
“La cerámica de cocción y la fermentación de alimentos tienen patrones similares porque ambosson procesos vitales. Los recipientes cocidos rápidamente en un horno de gas moderno nopueden ser iguales que aquellos gestados tierna y delicadamente en un horno de leña durantecasi una semana. Sus capacidades de fermentación son diferentes”.
Al alimentar el fuego, Lee introduce más madera en el horno para mantenerla temperatura de cocción. Desde que el fuego prende, tarda unossiete días hasta que el esmalte de la superficie de la cerámica se derritecompletamente, la última etapa del proceso de la hornada.
“Cuando me preguntaron qué me había llevado allí, respondíantes de saberlo que quería aprender todo sobre la cerámicaonggi”, explicó Lee, agregando: “En ese tiempo, solía pasar cadanoche leyendo los números atrasados de Deep Root Tree, unarevista cultural popular ampliamente difundida a finales de losaños setenta. Al leer uno de sus artículos sobre la cerámica onggi,recordó haber pensado: “Este debe ser un trabajo a evitar”. Losalfareros onggi apenas podían llegar a fin de mes, decía el artículo,y pasar hambre había sido mi peor temor desde la niñez”.
En aquel momento los productos de cerámica onggi estabancayendo en desgracia por una serie de razones, incluidos eluso generalizado de productos de plástico y el escándalo sobre ladetección de plomo en el esmalte químico, un sustituto de lalejía natural tradicional, que motivó una pérdida de confianzahacia la loza de barro tradicional. Después de eso, su tiempoen la tienda Jinggwang Onggi, dos años y siete meses, a partirde 1990, puede ser difícil de explicar de forma coherente.A diferencia de gran parte de las primeras historias sobre lascarreras de otros artesanos prominentes, en el caso de Leeno hubo ningún período de aprendizaje con un maestro todopoderosoa quien emular para aprender sus habilidades. Sóloestaba manejando una tienda, ordenando la mercancía, y sólomuy de cuando en cuando tuvo la oportunidad de apreciar lasobras de Park Na-seop, un maestro alfarero que a veces sedejaba caer por allí. En su reminiscencia de aquellos tiempos,dos nombres aparecían repetidamente: Han Chang-gi, el editorde Deep Root Tree, y Han Sang-hun, su hermano menor ypropietario de la tienda Jinggwang Onggi. Mientras declarabaque cultivó su discernimiento estético a través de su asociacióncon estos dos hombres, Lee recordó: “En la tienda, llamábamosal editor Gran Maestro y al dueño Maestro. Pero el alfareroPark Na-seop nos trataba de Señor. Más tarde, me preguntabapor qué tuve a dos habladores y no a un hacedor como mismaestros. Entonces, de nuevo, pensé que la forma más fácil deaprender sobre la cerámica onggi fue a través de palabras”.
En algún momento, después de ese nada convencional procesode aprendizaje, se esperaba que inmediatamente asumierala responsabilidad de suministrar mercancías onggi a la tienda.Pero adquiridas principalmente a través de la observación,sus habilidades eran todavía incompletas, por lo que sus vasijasse rompían en el fuego, o el horno se derrumbaba ante sus propiosojos. Sentía la urgente necesidad de ordenar tan caóticasituación; pero con el tiempo superó esas dificultades y “ha sidocapaz de fabricar productos sin problemas desde 1994”. Con eltiempo, abrió la tienda Sonnae Onggi en Jinan y comenzó a vendersus propias mercancías.
¿Fue la incomodidad de unos cuantos años lo que le motivóa aprender? ¿Por qué no trató de aprender más? Se quedó ensilencio, aparentemente buscando palabras, y luego contestó:“Bueno, las habilidades requeridas para hacer vasijas onggison…bastante simples”.
Arcilla, fuego, viento y luz solar
Una vasija puede ser sencilla, ya que sólo precisa girar larueda, esmaltar y hornear. Sin embargo, el alfarero debe comunicarsecon la arcilla, el fuego y el aire para producir una piezadigna de ser usada. Lee lo explica así: “La arcilla está viva omuerta. Se puede saber por el color. La arcilla muerta sabediferente y tiene un olor único. No puede sostenerse, tiende acaerse cuando la lanzas. Un recipiente onggi hecho con arcillamuerta será más pesado, incluso si usamos la misma cantidadde arcilla, y tenderá a doblarse bajo el calor del horno”.
En la exposición “Onggi actual: Lee Hyun-bae” destacan una serie de urnas funerarias del proyecto que Leellevó a cabo con el Instituto Nacional de Investigación de Patrimonio Cultural Naju, para retomar la habilidad dereproducir los antiguos ataúdes de barro excavados en la cuenca del río Yeongsan.
¿Cuál será la mejor arcilla para la cerámica onggi? Es fácilencontrar esa arcilla, explicó, por lo general dentro de un radio de2-3 kilómetros de su casa. La arcilla de los campos es acuosa yla de las montañas desmenuzable, por lo que el mejor lugar pararecoger la arcilla es aquella zona donde se encuentran la montañay el campo, explicó. Entonces, ¿dónde se produce la mejor arcilla?Él respondió: “Es cierto que hay un tipo de arcilla que es mejor paratrabajar. Los artesanos mayores probablemente dirían que lo másseguro es mezclar arcillas de tres regiones distintas, sin importardónde estén. La cerámica Onggi es como la medicina tradicionala base de hierbas: la potencia proviene de la armonía de todossus ingredientes, y no de la eficacia de un prominente ingredienteúnico”.
Entonces, ¿qué textura requerirá la arcilla? ¿Y qué diferenciasaportaría cada textura al producto final? Cuando le preguntamosuna serie de cuestiones detalladas, él retrocedió y simplementeexplicó: “A menudo escuché a la gente afirmar que las piezas deonggi eran 'vasos de respiración', así que casi esperaba encontraralguna cualidad sobrenatural en ellas. Para mi consternación, sinembargo, no hallé nada de eso. Una de las funciones esenciales delos recipientes onggi es facilitar la fermentación, permitiendo queel aire circule y evitando que el líquido se filtre, explicó el alfarero.“Por tanto, la arcilla no debe ser demasiado densa, pero debe tenerlos dos granos, finos y gruesos, algo torpemente pegados para permitirla circulación de aire”, añadió con cierto temor, depreciandotanto su artesanía como a él mismo.
De acuerdo con el alfarero, la estructura de las partículas es lapropiedad única de las cerámicas onggi, lo que las diferencia la deporcelana.
Llegados a este punto, Lee encontró el momento adecuadopara hablar sobre el fuego. Dijo así: “Hay que alimentar el horno deforma constante, como si se estuviera cocinando, y el fuego debeser tan delicado como una melodía de sanjo (música instrumentaltradicional coreana) o de jazz. La cerámica de cocción y la fermentaciónde alimentos tienen patrones similares porque ambos sonprocesos vitales. Los recipientes cocidos rápidamente en un hornode gas moderno no pueden ser iguales que aquellos gestados tiernay delicadamente en un horno de leña durante casi una semana.Sus capacidades de fermentación son diferentes”.La elaborada historia del alfarero se traslada del fuego y la arcilla al viento y a las estrellas. Durante unos días, prosiguió, las ollasde arcilla se dejan secar antes de apilarlas en el horno para encontrarsecon el fuego. Previamente, se sacan antes de que llegue elrocío de la mañana y se dejan a la sombra hasta que sale el sol. Alrepetir este tratamiento, las ollas se secan de forma constante.
La familia unida experimenta con la cerámica Onggi
“De los tarros para almacenar las placentas (tae-hangari) a lostazones para el arroz cocido (omogari), los orinales (hapsu-dogaji),y los ataúdes para los muertos (onggwan), la cerámica onggiestá presente en la vida de los coreanos durante toda su existencia,desde el nacimiento hasta la muerte”, afirma el maestro artesano,quien observa diversos aspectos de la vida humana en la cerámicaonggi. La lista de productos onggi usados en los hogares continúa:vasijas que contienen los condimentos y los alimentos fermentados,boles para las velas que iluminan la oscuridad, braseros paraquemar carbón, potes para destilar el soju (licor de arroz) y muchascosas más.
Siguiendo la tradición, Lee presentó sus nuevas obras de cerámicaen la exposición “Onggi actual: Lee Hyun-bae” el inviernopasado, en la sucursal sur del Museo de Arte de Seúl. Incluía unamoderna interpretación de la cerámica onggi en forma de variedadde vajilla y utensilios, incluyendo juegos para comer fideos,conjuntos de vajillas occidentales, tazas de café expreso, tostadorasde café y ollas de decocción de una sola porción para la medicinaherbal. Creyendo que los utensilios onggi poseen un atractivotanto práctico como estético, el alfarero ha producido constantementevivos artículos modernos con propiedades similares a lasde la cerámica tradicional. Tales esfuerzos llegaron a buen términocuando su “jarrón de luna” y sus macetas recibieron el Premio deExcelencia de la UNESCO para el Artesanado en 2008.
Los conjuntos de vasijas de condimentos de diversos tamaños presentadas en la exposición, reflejan la creenciade que la cerámica onggi debe ir de la mano con las condiciones de vida modernas.
Pero sus experimentos no terminaron allí. “En mi familia,hemos tenido discusiones sobre el papel de la cerámica onggi,y nuestro punto de referencia hasta hace poco ha sido la épocaJoseon de mediados y finales del siglo XVI, cuando la cerámicade barro vitrificada con lejía natural comenzó a aparecer”, explicóLee. “Sin embargo, en nuestra última discusión, he sugerido que ladevolvamos por varios siglos a la era Goryeo, y prestemos atencióna la alfarería como una necesidad autosuficiente para la vida, nocomo mercancías producidas en la sociedad y suministradas a losindividuos”.
Todos los miembros de su familia son reconocidos adalides desu trabajo: su esposa, que se especializó en pintura, le proporcionala inspiración artística; su hijo, que ha aprendido alfarería, dirigeel negocio con él; su primera hija, que se especializó en escultura,le da ideas sobre artículos para el hogar, comida y otras cosas; y susegunda hija, que está estudiando edición, contribuye a arsu trabajo. Hacen cerámica juntos. Es un todo un proceso deaprendizaje que abarca estudiar, cocinar y comer, y que también seofrece al público en un programa titulado “Negocios familiares”.
Este artesano, que no deja de explorar, a menudo visita tiendasque venden artículos de plástico o herramientas. “Visito esas tiendasantes de empezar a hacer algo nuevo”, explicó. “Observo lastendencias cambiantes en el acabado de los artículos cotidianos.Esos bienes baratos no tienen pretensiones porque tan solo son fielesa su función; pero con el paso del tiempo se convierten en tradiciones.También voy a museos, porcierto, y creo que, al sustraer el tiempo,los objetos de un museo se conviertenen modernidad”.
Finalmente, mencionó las “manospensantes” -sus manos, parecía implicar-con todos los recuerdos, pensamientosy acciones acumulados a lolargo de su carrera como alfarero. Esun concepto raramente debatido porotros artesanos que poseen el título dePatrimonio Cultural Inmaterial, puestienden a evitar verbalizar sus ideas ydeclaran que su trabajo hablará porellos. Pero Lee no es un alfarero quequiera ser explicado a través de suscreaciones: espera incorporar en suobra los años que ha vivido como alfarero.Esos años contienen al verdaderoLee Hyun-bae y su cerámica. (Traducidopor Javier Castañeda)