La exposición especial del Museo Clayarch de Gimhae, “Post-humano: los humanos después de los humanos”, se pregunta qué impacto tiene el desarrollo tecnológico sobre los seres humanos, especialmente entre los artistas, y cómo pueden coexistir el arte y la tecnología. Los robots con inteligencia artificial (IA), las impresoras 3D y los dibujos digitales, como símbolos de una sociedad futura, enfatizan la capacidad primordial de los seres humanos para pensar, crear y experimentar.
      
         Serie “Paradigma sellado” (muro) de Kim Hong-jin. 2017. Técnica mixta de inyección e impresora 3D, 187 x 147 x 12 cm.“Objetos en la mesa de operaciones” (izquierda) por Kim Hongjin. 2018. Técnica mixta de inyección e impresora 3D, 180 x 150 x 180 cm.“Espectador” (derecha) por Kim Hong-jin. 2018. Técnica mixta de inyección e impresora 3D, 130 x 130 x 180 cm.“Proceso de extinción” (suelo) por Kim Hong-jin. 2018. Técnica mixta de inyección y vaciado, 300 x 300 x 50 cm.
          
      “¿Eres humano?”. Susurro en la oreja de un robot suspendido en el aire en posición supina. 
      “No creo que sea humano, pero podría convertirme en humano pronto. Lo intento a conciencia, como ves”, responde el robot mientras mueve los labios.
      “¿Qué hace al robot esforzarse tanto en relación con el hecho de ser humano?”, me pregunto a mí mismo. La compasión, más que el miedo, del grotesco exterior del robot me abruma.
      “Mírame”, le digo al robot.
      El robot gira sus grandes ojos hacia mí y me dispara una pregunta propia: “¿Por qué estás aquí solo?”.
      Me dijeron que el androide en el cerebro de GAIA accede al servidor de la página web del artista cuando un visitante hace un pequeño comentario, encuentra una respuesta adecuada y la emite en forma de voz. Las combinaciones de preguntas y respuestas se actualizan con frecuencia y, por tanto, se diversifican. En su trabajo, aparentemente extraño, titulado “Una GAIA evolutiva”, Roh Jin-ah se pregunta cómo los seres humanos y las máquinas se relacionarán entre sí y qué tipo de futuro compartirán juntos más adelante, a lo largo de la evolución, cuando ambos ya podrían ser difícilmente distinguibles el uno del otro.
      Esta exposición especial, titulada “Post-humano: los humanos después de los humanos”, se muestra hasta el 24 de marzo en el Museo Clayarch de Gimhae en la provincia de Gyeongsang del Sur. Centrándose en el futuro, los artistas comparten sus inquietudes sobre la posible sustitución del trabajo humano por la IA en la era de la cuarta revolución industrial. La exposición muestra los resultados de una larga y dura reflexión sobre la sostenibilidad del arte. Por ejemplo, se plantea cómo será la convergencia del arte con la ciencia, o cómo el arte podría mantener su voz única entre los rápidos avances tecnológicos. La exposición presenta múltiples matices: una sensación de pesimismo que pronostica el fin de la civilización, una nota de optimismo sobre cómo la ciencia y la tecnología han hecho nuestra vida más confortable, y un toque imaginativo que va más allá del planeta Tierra.
      
         “GAIA en evolución” por Roh Jin-ah. 2017. Resina, madera, sistema interactivo, instalación variable, aproximadamente 4.5 m de largo.
          
      Pesimismo, optimismo e imaginación
         Decenas de robots blancos y dorados hechos de un idéntico molde se alinean en una cinta transportadora. Junto a ella, el gran robot Taekwon V ocupa la parte superior de un pedestal, que simula una torre de transmisión, aunque no pueda ocultar su vientre protuberante. Es el robot “Taekwon Boy” de Shin Yi-chul. Los heroicos robots de nuestros recuerdos de la infancia han pasado del mundo de los sueños y la imaginación al mundo real, y surgen como amigos con los que se puede hablar, como animales domésticos o incluso como chefs o guías. 
         La serie “El paradigma sellado” de Kim Hong-jin cuenta con hormigas cortadoras de galletas hechas con impresoras 3D que recubren el suelo y las paredes de la sala de exposición. El artista parece preguntarse cuán distintos somos los seres humanos de las hormigas impresas en 3D, dado que en esta sociedad moderna resulta difícil reivindicar nuestra identidad individual. Cada uno de los marcos en la pared tiene granos de arroz, cebada y trigo, semillas y ramas en el fondo, con hormigas modelo cubriéndolos; una mezcla de materiales que parece simbolizar el paradigma de la supervivencia.
         En la sala contigua está la instalación de Sim Jun-seub, titulada “Circulación del organismo”. Las retorcidas tuberías adheridas a la pared se asemejan al interior de un cuerpo humano. Cuando los visitantes entran en esa oscura sala, las tuberías se iluminan con colores fluorescentes y emiten sonidos desde diferentes agujeros, según el movimiento de la gente. Esta obra está completa únicamente con la participación de los espectadores. Con esta obra de arte, que es una visualización del sonido, el artista plantea la idea de que el sonido invisible puede distorsionar el espacio.
         
            
               “Larchiveum” por Shin Yi-chul. 2017. Porcelana blanca, pan de oro, collage, instalación variable, 48 x 30 x 11 cm (cada robot, 80 robots en total).
                
            
               “Robot Taekwon Boy” de Shin Yi-chul. 2016. Aluminio, collage de aluminio, pintura de uretano, 220 x 100 x 50 cm.
                
             
          
      La Madre Naturaleza todavía es relevante
         La segunda planta del espacio expositivo la ocupan obras colaborativas. Los estantes de la entrada están cubiertos de plantas, y en medio han colocado pinturas abstractas como criaturas submarinas. Estas pinturas de guache borroso en el lienzo se han instalado separadas de las paredes, mostrando tanto la parte frontal como la de atrás. Su belleza se encuentra en las sombras que proyectan en las paredes. Formas indefinidas que asemejan manos, cabello y flores, se proyectan sobre las paredes dibujando solo su línea y color. Esta serie, llamada “Bio Drawing”, ha sido realizada por Kim Jee-soo, que quería que los espectadores se maravillasen de la vida de las plantas mediante el uso de diferentes sentidos. 
         En el centro de la sala hay una bóveda blanca a la que cualquiera puede entrar y tumbarse debajo. Es la última pieza en este espacio para obras colaborativas creadas por artistas, químicos e ingenieros de instalaciones. Un trabajo conjunto de Kim Jee-soo y Kim Seon-myong, titulado “Petrichor,” que significa “olor agradable de aceite que brota de las plantas cuando llueve”. Esta obra desafía la percepción común de que las plantas ni se mueven ni reaccionan, al afirmar que se comunican a través del olor, pueden cambiar y moverse tan activamente como cualquier otro organismo. La parte inferior de la bóveda está cubierta de musgo, y los visitantes pueden tumbarse cómodamente en una hamaca colgada sobre el suelo y mirar hacia el techo, apreciando los dibujos en él. Además, rocían aromas elegidos por los artistas de entre muchas plantas diferentes, como reacción a los movimientos de las personas dentro de la bóveda.
         Otra instalación que permite a los visitantes experimentar el espacio con sus propios cuerpos es “El ser humano, el espacio y el pasaje”. Esta colaboración a tres, realizada por Lee Jung-yoon, Oh Sin-wook y Ahn Jae-cheol, es un largo túnel en el que sopla el viento. Se supone que los visitantes deben caminar a través de un túnel hecho con tela blanca translúcida, mayor que la altura media de una persona adulta, para que las personas que caminen por su interior puedan sentir la luz y el viento desde dentro, para que las de afuera puedan ver sus sombras en movimiento.
         
            
               “Out of BORA: See or Purple” por Kim Jee-soo. 2014. Gouache, collage sobre tela, 216 x 118 cm.
                
            
               “Human & Space and Passage” de Lee Jung-yoon, Oh Sin-wook y Ahn Jae-cheol. 2018. Moldeo por aire, cámara en tiempo real, iluminación LED, 20 x 10 x 20 m (instalación variable en un área de ese tamaño).
                
             
          
      El futuro en el arte
         Kim Joon suele dibujar tatuajes de tendencia análoga sobre la superficie lisa de la cerámica, que se asemeja a la piel humana. Con el software “3ds Max” que aprendió a usar en una empresa de videojuegos, ahora compone diversas variaciones. Sus dibujos digitales, con la textura de una cerámica frágil y muy delicada, retratan el cuerpo humano como una cáscara externa sin órganos internos. Ha recreado destacadas escenas de películas clásicas como “Lo que el viento se llevó” y “Rebelde sin causa” para grabar en los corazones de los espectadores una sensación de nostalgia, en una era dominada por la tecnología. 
         En tanto, un artefacto de madera a la entrada del museo es la obra de Kang Ji-ho. Está hecho de madera que sobró al instalar la exposición. El artista nombró a esta figura como “Jack” y escribió una lista de cosas que debe hacer. Siguiendo fielmente la lista, Jack ha regresado de unas vacaciones tardías en la playa de Dadaepo en Busan y está cumpliendo con sus deberes en el museo. Esta obra, titulada “Bucket List”, examina la posibilidad de regenerar el arte en el contexto más amplio de la sostenibilidad. Es un epílogo que da calidez a la exposición.
         La película del año 1982 de Ridley Scott “Blade Runner” se encuadra en un futuro distópico en la ciudad de Los Ángeles en el año 2019. En esa película, los humanos apenas se distinguen de sus replicantes, o androides biodiseñados, que viven pensando que son seres humanos. Por su parte, la película de animación “Akira”, de estilo ciberpunk post-apocalíptico, creada por Katsuhiro Otomo en el año 1988 y basada en su serie de manga del mismo nombre, se enmarca en un neoTokio, 31 años después de una devastadora guerra nuclear, de nuevo en 2019. De vuelta a 1988, la gente imaginaba que todo el mundo seguiría escuchando discos compactos en reproductores de CD y haciendo llamadas desde teléfonos de pago en 2019. Pero es interesante comprobar cómo las escenas de batalla tienen lugar en un estadio a medio construir para los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020. En realidad, Tokio ganó la nominación para las Olimpiadas de 2020 en 2013, por lo que parte de la predicción era correcta.
         Como tal, el futuro que presentaban las películas del pasado ahora se ha convertido en presente. Algunas de esas predicciones fueron correctas y otras erróneas. Sin embargo, una certeza que perdura es que los seres humanos somos mortales, pero el arte es inmortal. La imaginación artística, que sobrevive a los seres humanos, conserva una singularidad que se conecta al arte post-humano y al futuro del arte.
         
            Es una elección personal ver el futuro con optimismo o con pesimismo. Sin embargo, a medida que la mecanización se acelere, se realzará el valor de la creatividad y de la artesanía que están contenidas en los arquetipos.
             
         
            
               “Bucket List” de Kang Ji-ho. 2018. Pintura acrílica sobre madera, 200 x 200 x 250 cm.
                
             
          
      El arte después de los seres humanos
         Afuera del pabellón coreano en la Bienal de Venecia de 2015, había una instalación cinematográfica de siete canales sin diálogo alguno. La actriz Lim Soo-jung representaba el papel de un ser humano en un mundo post-apocalíptico. En el vídeo de ciencia ficción de diez minutos y medio, Lim es el último ser humano superviviente en una Venecia sumergida y segura, que se desplaza como una boya dentro del pabellón de Corea. Ella siempre está recogiendo y clasificando cosas, representando aparentemente las funciones de una artista y de una científica. El curioso título del vídeo, “Las formas de doblar el espacio y volar”, indica que trasciende las leyes de la Física para cuestionar todo lo que consideramos como verdad. 
         El desarrollo tecnológico tendrá y tiene, seguramente, un impacto en el ecosistema de las artes. Un futuro donde desaparece el trabajo humano ya se avanza en la exposición, y no solo la metodología de instalación, sino también los nuevos conceptos de la cuarta revolución industrial y de una sociedad hiperconectada (como la IA, el Internet de las Cosas y el BigData) están integrados en las exposiciones. Es una elección personal ver el futuro con optimismo o con pesimismo. Sin embargo, a medida que la mecanización se acelere, se realzará el valor de la creatividad y de la artesanía que están contenidas en los arquetipos.
         Los artistas que participan en esta exposición tienen entre cuarenta y cincuenta y tantos años y van camino de convertirse en la “vieja generación”. Algunas de sus obras son frescas, pero la imaginación en otras apunta a un futuro que ya es pasado. A medida que salgo del museo, animado por los niños de Gimhae y de la zona local, me intriga más saber qué tipo de futuro crearán esos niños.