Custodiadas por estatuas de piedra de aspecto ingenuo, las tumbas rodeadas de muros bajos de roca son símbolos del entorno natural y las creencias autóctonas de la isla de Jeju. Los modestos objetos emplazados en las laderas de la colina aportan una idea de la historia y la filosofía de la vida y la muerte entre los isleños de Jeju, que siempre han vivido en armonía con la naturaleza.
Un cono llamado Dang Oreum, ubicado en Gujwa-eup, está salpicado de tumbas amuralladas que caracterizan el paisaje de Jeju. Los muros de piedra que rodean las tumbas, llamadas sandam, las protegen del fuego y de los animales que pastan.
L as personas en todo el mundo se acaban adaptando a su entorno y hacen uso de lo que éste tiene para ofrecer. Para bloquear el viento que sopla desde el mar, algo habitual en Jeju, los colonos de la isla construyeron muros con las rocas que se habían desprendido de los acantilados o las terrazas cinceladas por las olas, siendo éstas otro fenómeno natural que caracteriza a la isla. Las murallas se construyeron a lo largo de la costa y los diques en los campos y alrededor de las tumbas. También fueron talladas en las piedras pequeñas imágenes de los guardianes y asignadas a las tumbas.
Las icónicas murallas de piedra de Jeju representan el trabajo acumulado de varias generaciones. Los padres recogían rocas grandes y las cortaban en formas y tamaños más manejables. Por su parte, los hijos usaban las rocas para construir muros y cuando sus madres cultivaban los campos, usaban las pequeñas piedras desenterradas por las azadas para cubrir los huecos que habían quedado sin rellenar. Aunque se desconoce por cuánto tiempo se repitió este simple pero arduo proceso, un escaneo aéreo de Jeju reveló con claridad la existencia de muros de piedra negra de todos los tamaños abarcando toda la isla. El conjunto parece formar una obra de arte colosal. Este enigmático monumento, construido por artistas desconocidos que parecen haber usado la tierra como lienzo, destaca por su belleza natural más que por ser un trabajo realizado con las manos.
Las murallas de piedra de Jeju son todas iguales en el sentido de que recorren el territorio sin estar sujetas a una regla o estilo, torciendo y girando a su antojo. Las ondulantes líneas de basalto parecen tan naturales como si hubieran estado en el mismo lugar desde el inicio de los tiempos. Quizás es por eso que alguien dijo: “Los muros de piedra de Jeju se han fundido en uno con la tierra desde el principio”.
Si en este lugar no abundara el basalto, los isleños no habrían sido capaces de construir viviendas en condiciones, refugios para su ganado o tumbas para dar descanso a las almas de los muertos.
Las rocas volcánicas de colores ébano y gris de Jeju están ligadas a la vida y la muerte.
Las estatuas de piedra con forma de infantes, llamados dongjaseok, vigilan las tumbas. Las estatuas de Jeju se caracterizan por la rugosa textura del basalto poroso y su aura misteriosa.
Los muros que rodean una tumba tienen una o varias filas de piedra. El tamaño y la forma de las paredes indicaban el estatus de una familia.
Muros para los muertos
¿Son las rocas volcánicas que cubren la isla una molestia o un regalo del cosmos? Cuando obstaculizan el trabajo de un granjero en sus tierras son, en ese momento, una molestia no deseada. Pero si en este lugar no abundara el basalto, los isleños no habrían sido capaces de construir viviendas en condiciones, refugios para su ganado o tumbas para dar descanso a las almas de los muertos. Las rocas volcánicas de colores ébano y gris de Jeju están inextricablemente ligadas a la vida y la muerte. Desde la cuna hasta la tumba, los muros de piedra son elementos esenciales de la vida de los isleños. Con este material están construidos sus hogares, al igual que los lugares donde descansarán para siempre.
Los muros de piedra que rodean las tumbas se llaman sandam (san significa “montaña” y dam significa “pared”). Protegen los espacios de entierro y designan sus límites. Estos muros sagrados están construidos en una o varias filas. El sandam de una sola fila tiene una forma circular, de bellota o cuadrada. Algunos de los sandam de doble fila forman una configuración trapezoidal con el lado estrecho en la parte posterior de la tumba.
Cada sandam tiene una puerta que depara un pasadizo para el espíritu del difunto. Llamada olle, la puerta mide solo entre 40 y 50 centímetros de ancho. Por lo general, está en uno de los lados y depende del género del finado: izquierda para los hombres y derecha para las mujeres. Cuando está enterrada una pareja la puerta está en el lado izquierdo, pero en algunos casos especiales hay una puerta a cada lado. Ocasionalmente, los lugares de entierro también cuentan con una puerta de entrada.A cada lado de la entrada se colocan varias piedras largas en la parte superior de la pared para controlar el acceso de animales o personas.
Al principio las tumbas se colocaban en el medio de un campo, de ahí la necesidad de una pared para protegerlas del daño del ganado y del clima tormentoso. A medida que la agricultura reclamaba más y más tierra, los nichos se iban localizando cada vez más al borde de los campos. También es posible que el motivo del cambio de ubicación fuera proveer una mayor comodidad a la familia y los parientes que cuidan las tumbas. Independientemente del lugar en el que se encontrara una tumba, las piedras de las paredes circundantes eran sagradas y tocarlas estaba estrictamente prohibido. Sin contar con permiso o un motivo razonable, no se permitía a nadie acceder al interior de los muros. Había excepciones, sin embargo.
Se creía que cuando un viajero venido de lejos que había perdido el rumbo pasaba la noche entre los muros, quedaba protegido por el espíritu de los muertos.
A diferencia de la mayoría de las murallas de piedra de Jeju, sandam tiene una belleza y gracia particulares que reflejan la experiencia técnica de sus constructores. Su especial valor artístico se encuentra en las formas de las líneas que dibujan los muros, que son una reminiscencia de las líneas de otras estructuras coreanas. Por ejemplo, los aleros de una casa tradicional con techo de tejas de Corea trazan una curva que se suaviza hacia los extremos, apuntando hacia arriba y generando una sensación de ritmo y vuelo. Las líneas del sandam comparten este mismo bello contorno. Comenzando por la parte baja, la pared se curva lentamente hacia arriba a medida que se mueve hacia la parte delantera; luego, en la esquina izquierda, el muro se eleva como si estuviera alcanzando el cielo. Gradualmente se hunde hacia el centro a medida que se mueve hacia la derecha, y luego se eleva de nuevo para crear una simetría con el lado izquierdo. Aquí se acaba el muro. La línea se extingue generando una sensación de tranquilidad.
Los niños de almas errantes
Detrás de los recintos de piedra que rodeaban las tumbas solían instalarse estatuas de roca. Su nombre es dongjaseok, que significa “estatua de piedra de un infante”. Prestan servicio a las almas de los muertos de varias maneras, que incluyen adorar y hacer ofrendas, actuar como centinelas y aportar decoración, entretenimiento y magia. Estas imágenes fueron introducidas por magistrados designados por el gobierno central, exiliados y poderosos miembros de la aristocracia terrateniente local. Sin embargo, los isleños no replicaron las estatuas del continente, que inicialmente tenían una influencia budista. Unos guardianes de piedra similares aparecieron por primera vez en las tumbas a las afueras de Hanyang (Seúl), la capital y centro de la cultura confuciana en Corea. A medida que eran introducidas en diferentes lugares hasta llegar a Jeju, las estatuas llegaron a reflejar las diferentes costumbres y creencias de las regiones. La influencia adicional de la cultura y la filosofía de Jeju dio como resultado estatuas únicas en la isla.
Por lo tanto, proyectan elementos del taoísmo, el budismo, el chamanismo y diversas religiones autóctonas.
Para la población local de Jeju, los dongjaseok tienen una calidez familiar. Las estatuas esculpidas durante los reinados del Rey Yeongjo (1724-1776) y del Rey Jeongjo (1776-1800) exhiben las mejores técnicas de artesanía, con figuras de ojos saltones y líneas suaves. Son el resultado de la experiencia de trabajar en territorio continental. Cada vez que se celebraba un funeral de Estado, los habitantes de Jeju prestaban con celeridad sus servicios. En 1629, durante el reinado del rey Injo, se decretó la prohibición de ingresar al continente, lo que hizo difícil viajar a los isleños de Jeju. El trabajo voluntario para el Estado era una forma efectiva de eludir esta prohibición.
Tras regresar a su hogar en Jeju, los voluntarios recrearon figuras de piedra con base en lo que habían visto mientras construían las tumbas reales. Son los dongjaseok de Jeju. Estaban inspirados en las figuras de los guardianes de los funcionarios civiles en las tumbas reales pero, al ser elaboradas por artesanos aficionados que carecían de habilidades técnicas, tomaron una apariencia completamente diferente. Hechas de basalto, un material que raramente se ve en el continente, las figuras de piedra de Jeju son únicas. Caracterizadas por el aspecto primitivo que emana de su belleza simplista, son muy apreciadas al considerarse la imagen de Jeju.
Las piedras como herramientas de la vida cotidiana
La abundancia de basalto en Jeju llevó de forma natural al uso generalizado de artilugios de piedra. Además, confiar solo en las herramientas de madera era algo arriesgado, ya que eran susceptibles a la putrefacción debido al elevado nivel de precipitaciones y a la intensa humedad en la isla. Los instrumentos de piedra más populares en Jeju eran las jarras de agua (mulpang), las piedras de molino (dolbangae) y las tazas grandes (dottongsi). Otros objetos comunes hechos de este material eran las piedras de moler (maetdol), los braseros (hwaro), los pilares de piedra para puertas (jeongjuseok) y los cuencos (dogori). Aunque los isleños ya no las usan, estas herramientas de piedra evocan mucha nostalgia.
Una losa de piedra servía como soporte para las vasijas de cerámica que las mujeres de Jeju usaban para llevar agua. Generalmente se ubicaba justo afuera de la puerta de la cocina.
Mulpang (soporte para tinaja de agua)
El mulpang es una losa cuadrada fabricada con basalto sobre la cual se colocaba la tinaja tradicional de agua hecha de barro de Jeju, llamada heobeok. Teniendo en cuenta su función y la rutina diaria de las mujeres locales, generalmente se instalaba justo afuera de la puerta de la cocina. En los tiempos premodernos, las mujeres de Jeju tenían que recoger agua varias veces al día de manantiales comunales, cargando la tinaja de agua en la espalda. Cuando regresaban a casa, dejaban la tinaja sobre la losa de piedra.
La distancia entre las fuentes de agua y los hogares variaba según el lugar, pero en general ambos puntos se encontraban lejos. En las aldeas situadas a lo largo de la costa, el agua de manantial generalmente fluía a aproximadamente un kilómetro de distancia de la mayoría de las casas. Llamada sanmul, esta agua de manantial variaba en cantidad con el flujo y reflujo de las mareas y los aldeanos extraían sus aguas teniendo esto en cuenta. En las aldeas de las montañas los residentes bebían agua de los depósitos de agua de lluvia llamados bongcheonsu y recogían el agua de la lluvia que corría por los troncos de los árboles para lavar ropa y otros fines domésticos. En algunos lugares que carecían de manantiales, se recogía el agua de lluvia que corría por los techos de paja de las casas y se almacenaba para beber.
Recolectar agua para sus familias y el ganado era generalmente una tarea asignada a mujeres y niñas. Para las mujeres de Jeju, llevar el heobeok de un lado a otro era parte de la vida cotidiana desde una edad temprana. De hecho, generalmente comenzaban el día recogiendo agua en sus tinajas.
Las piedras de molino se usaban para moler granos para hacer tortas para ritos ancestrales. También servían para hacer tinte natural para la tela mediante pulpa de caquis verdes triturada
Dolbangae (piedra de molino)
Según la tradición de los isleños de Jeju, los aniversarios de la muerte de sus antepasados eran más importantes que los cumpleaños de los miembros vivos de la familia. Por lo tanto, cada hogar necesitaba un molino para moler granos en polvo y éste se utilizaba para hacer pasteles con motivo de ritos conmemorativos ancestrales. Los molinos de la casa eran operados por turnos por parte de dos o tres mujeres.
La piedra de molino también era útil para elaborar ropa de trabajo. Después de las lluvias del verano, los habitantes de la mayoría de los hogares de Jeju recogían caquis y usaban su jugo para teñir la tela. Los caquis verdes triturados en una piedra de molino producen semillas con forma de media luna (son unas semillas con un sabor seco y aente que los niños comen por diversión). La tela de algodón o ramio se coloca en la piedra de molino, se cubre con la pulpa de caqui para teñir el jugo y más tarde se cuelga en una pared de piedra para que se seque al sol. Cuando la tela se ha secado, se empapa repetidamente en agua y se seca de nuevo durante más de 10 días hasta que se vuelve rígida y dura. La tela teñida con caquis se llama galcheon y la ropa hecha con ella galot. Con esta tela se confeccionaba todo tipo de ropa de trabajo. Las prendas eran frías y antitranspirantes, y con los lavados se volvían más consistentes y adquirían un color más intenso.
Para triturar los granos, sin embargo, a menudo se prefería el mortero de madera llamado nambangae respecto a la piedra de molino porque era más ligero y fácil de mantener.
Los corrales de piedra también servían como otra dependencia. El estiércol se usaba para fertilizar campos agrícolas.
Dottongsi (corrales de cerdos)
Los corrales de cerdos construidos con piedras tradicionales de Jeju se llaman dottongsi o dottong. Los cerdos tenían una gran importancia como animales domésticos al ser fuente de proteínas.
El corral de cerdos de piedra también funcionaba como una letrina y un lugar en el que producir el abono necesario para fertilizar los cultivos. Se colocaba en el suelo paja de cebada y cuando los cerdos, alimentados con desechos humanos, producían sus propios desechos y los aplastaban con los pies, los excrementos y la paja se mezclaban para crear una especie de fertilizante. En invierno, la mezcla de paja se colocaba en el exterior para fermentar durante dos o tres meses; en la primavera, se mezclaba con semillas de cebada y se extendía en los campos.
Cuando en la isla de Jeju un hijo llegaba a la edad de casarse, las familias compraban un par de cerdos jóvenes para la cena de la boda. El plato que servían a los invitados se llamaba gogitban, literalmente “lonchas de carne”. Consistía en tres finas lonchas de carne de cerdo, una pieza de chicharrón de cerdo relleno y una o dos piezas de cuajada de habichuelas.
Hasta hoy, cuando los isleños preguntan a alguien sobre sus planes de boda dicen: “¿Cuándo nos servirán tres trozos de carne?” Aunque los cerdos criados con desechos humanos, llamados coloquialmente “cerdos de estiércol” (ttong doeji), desaparecieron hace mucho tiempo, los cerdos negros de Jeju, designados en 2015 como Monumento Natural Número 550, son un icono local y fuente de orgullo para los isleños.
Kim Yu-jeongDirectora del Instituto de Cultura de Jeju