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On the Road

2017 SPRING

VIDA

EN EL CAMINO El viento, las rocas, y los suspiros del tiempo en el sur de Jeju

La isla volcánica de Jeju posee una forma oval que se extiende al este y al oeste del monte halla, mientras se eleva solo en el centro. La mitad inferior de la isla es Jeju sur, y está bajo la jurisdicción administrativa de la ciudad de seogwipo. Como parte más meridional de Corea, es el primer lugar del país que saluda a la primavera.

Tras la profusión primaveral de flores violáceas y amarillas está el mar azul y emerge Seongsan Ilchulbong, popularmente llamado “pico del amanecer”.

Hola, te digo al encontrarte por primera vez en el camino. ¿Sabías que la felicidad en la vida comienza saludando a quien amas? Que los saludos entre vosotros se amontonen y se conviertan en amor, pues la felicidad es como el vino… Cuando la vida cruza un río de decepción y desesperación, nos ofrece un bote pequeño y un par de remos. Por eso todos necesitamos felicidad.
Hoy, voy hacia la parte sur de la isla de Jeju. No sé cuántas veces he empezado este viaje, pero cuando lo hago, digo hola, como si acabara de conocer a mi primer amor. Y con la misma cálida voz tu repites: ¡Hola! Cuando intercambiamos saludos como este, siento un aleteo en mi corazón, y mis ojos brillan como si observara un macizo de flores en el cielo. Así, cualquier sombra de odio o desesperación en mi corazón desaparece como el viento.
Estás allí, sonriendo y saludándome. Tú – ¿te has preguntado alguna vez de qué país eres? Soy coreano. Vivo en Corea y escribo poesía. La esencia de los sesenta años que he pasado en esta tierra: probablemente es vergüenza. No he vivido una vida llena de pasión y virtud, y no he sido capaz de escribir los mejores poemas que pude desde lo más hondo de mi corazón. Cuando los críticos dieron su aprobación a un puñado de poemas que escribí en una noche, crecí orgulloso, pensando que había logrado lo mejor de mí. Pero cuando pienso que tan solo he cruzado charcos llenos de impaciencia y torpeza, mi corazón se oscurece de nuevo.

Como una imponente formación de basalto negro, las columnas de acantilados se extienden a lo largo de la costa en Seogwipo. Sin duda, es una de las panorámicas más espectaculares de la volcánica isla de Jeju.

Por qué el amanecer es hermoso
El camino al que saludo es la carretera de circunvalación que rodea la isla de Jeju. Aunque es más conocido por su antiguo nombre de Carretera Nacional Nº 12, en realidad es el Camino Regional Nº 1132. La isla alberga algunos fenómenos naturales asombrosamente misteriosos y fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007, bajo el nombre de Isla volcánica y tubos de lava de Jeju. Aldeas rodeadas de lava, profundas cuevas de lava, cascadas que caen al mar y miríadas de pequeñas islas en los mares... en algunas ocasiones todo el paisaje queda cubierto por flores de color amarillo violáceo. Por un momento, olvido de qué país vengo y qué hago para ganarme la vida. Y por un momento, la vergüenza también queda atrás. Por eso vine aquí. La gente olvida su soledad en su encuentro con el camino, y el camino se completa en su encuentro con la soledad y la vergüenza de la gente.
Ahora voy hacia el sureste por la circunvalación. En la distancia más próxima a mí hay una formación de rocas que ostenta la misteriosa forma de un elefante. Los habitantes de Jeju lo llaman Seongsan Ilchulbong, o pico de amanecer de Seongsan. Desde este lugar situado en el extremo oriental de la isla puede verse el más bello amanecer de Corea. Esta formación rocosa surgió cuando una erupción submarina escupió el magma sobre el agua hace cinco mil años, creando una isla al principio que más tarde conectó con tierra por acumulación de sedimentos. El amanecer aquí es particularmente hermoso, por la forma en que el sol emerge en el horizonte regalando una espléndida variedad de colores, pues sus rayos de luz atraviesan la bruma de la atmósfera al amanecer y brillan en verde, rosa, azul y amarillo. Mágico, ¿no crees? Sol con un arco iris de colores. Piensa en las pinturas de Gauguin por un momento. Esos primitivos colores plasmados en las pinturas del “noble salvaje” que terminó sus días en la isla de Tahití, son los colores de la luz del sol. Las negras rocas volcánicas de la isla horadadas por todas partes, las mantas de flores amarillas de colza que ondulantes caían en cascada por el pie de la montaña hasta el mar, las azules olas de mar agitado, entre las largas respiraciones que exhalan las haenyeo, que el sol ilumina.

Caminando a lo largo de la carretera de la costa que conduce al lugar del exilio de Kim Jeong-hui se llega a una pagoda de rocas, en cuya parte superior hay una figura de piedra con rostro humano. A la derecha, uno de los raros conos volcánicos de Jeju (oreum).

Deberíamos detenernos unos instantes y hablar de estas buceadoras. Las resistentes haenyeo son símbolo de vida en la isla de Jeju. No llevan equipo de buceo ni de respiración, se zambullen a decenas de metros en aguas heladas hasta el fondo del mar durante horas para capturar abulones, pepinos de mar, conchas y otras delicias marinas. Dicen que los buceadores más experimentados pueden contener la respiración durante cinco minutos. El sonido de la respiración exhalada a medida que se elevan hacia la superficie del agua es, de hecho, no sólo un símbolo propio de las buceadoras, sino también de la poderosa fuerza vital de las mujeres de Jeju. Es tremendamente inspirador pensar en las mujeres buceadores envejecer arrebatándole la vida al mar. En 2016, la tradición cultural de las Haenyeo de Jeju fue inscrita en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
Había aparcado el coche a la orilla del camino para esperar a que el sol saliera. Primero vi el sol bajar en una mezcla de amarillo y rojo, para luego gradualmente pasar a verde y azul, y finalmente llegar a un rosa glorioso. Sentado entre las flores violáceas en un día de primavera, y contemplando el sol levantarse sobre Ilchulbong, creo que sé por qué los pájaros cantan y por qué los rostros de las flores son tan brillantes.

Los turistas serpentean a lo largo del monte Sanbang, por el Camino Olle.

En mi camino hacia Seopjikoji giro sobre mis pasos hacia otra dirección.“Koji” es una palabra del dialecto de Jeju que significa “promontorio muy pequeño”. Cuando fui por primera vez allí hace treinta años estaba en mi luna de miel. Entonces, todavía conservaba su paisaje primitivo. Íbamos los dos, y había viento cargado de olor a flores, había el sonido de las olas y había el sol con sus múltiples colores. Tal vez no había nada en absoluto.

Para una joven pareja completamente inconsciente de que la puerta a la severa realidad estaba frente a ellos, este lugar era como un regalo otorgado por la vida; sin embargo, por delante había un futuro impredecible que habría que soportar. Pero ahora hay demasiada gente. ¿Has oído hablar de la serie dramática coreana “All In”? Ese, junto a muchos otros dramas y películas se han filmado allí, por lo que, naturalmente, el lugar atrae a las multitudes. Una vez fue un lugar solitario y enigmático pero encantador, pero ahora ha perdido su gloria. Aunque sólo cuando esa torre de gente se acumula aquí recuerdo que soy humano.

Todos habrán tenido su propia desesperación, tristeza y dolor. Quizás todos vinieron aquí para olvidar ese dolor, pienso con cierta compasión, porque yo, y ellos, y todos los seres humanos soñamos nuestros sueños con tristeza.

Dolharubang, las estatuas de roca de los “viejos abuelos”, pueden encontrarse en cualquier parte por toda la isla

El artista Lee Jung-seob y la orilla de seogwipo
Hay dos personas que tengo que conocer en mi viaje hacia el sur de Jeju. Ahora es el momento de conocer a uno de ellos. Lee Jung-seob (1916-1956), un artista coreano. Me sentí atraído por su trabajo y su vida cuando tenía unos veinte años. Una y otra vez leí su biografía crítica escrita por el poeta Ko Un, hasta que la portada quedó hecha jirones. Sólo dejé de leerlo cuando llegó mi hora del servicio militar. En la ciudad de Seogwipo, hay un museo de arte y una calle llamada igual en honor del artista.
No sé por dónde empezar a hablar de él. Era enero de 1951 cuando Lee Jung-seob llegó por primera vez al sur de Jeju. La guerra de Corea estaba en su apogeo y Lee había venido a refugiarse en la isla con su esposa y sus dos jóvenes hijos. Nacido de una rica familia agrícola, Lee fue a Japón para estudiar arte en sus veinte. Allí conoció a Masako, quien se convirtió en el amor de su vida. Cuando tenía 20 años, la historia de amor entre un joven artista coreano y una mujer japonesa durante el período del dominio colonial japonés hizo que me doliera el corazón. Los dos continuaron su relación, cruzando el mar entre Corea y Japón, y se casaron en 1945. No mucho después, Corea fue liberada del dominio japonés. La pareja, que había vivido en paz en Wonsan, ahora parte de Corea del Norte, huyó al sur cuando la ciudad fue bombardeada en 1950 durante la Guerra de Corea. Fue entonces cuando Lee llegó al sur de Jeju. Después de pasar por la bulliciosa ciudad de refugiados que entonces era Busan, la familia se trasladó a Jeju y vivió en la playa de Seogwipo de enero a diciembre de 1951. Durante ese período, con su esposa y sus dos hijos, Lee vivió con escasez capturando cangrejos para alimentar a su familia. Es por eso que sus obras suelen representar cangrejos jugando con sus dos hijos. Hasta una vez Lee pidió sinceras disculpas por lo que le había hecho a los cangrejos. Tras enviar a su esposa y a sus dos hijos a Japón en 1952, Lee vivió en la infelicidad y escribía cartas a Masako cada pocos días. Aquí reproduzco una de ellas:

“El arte es la expresión del amor infinito, es la expresión más real del amor. Cuando uno está repleto de amor verdadero, es cuando el corazón se vuelve puro... Más hondo, fuerte y con pasión, amo infinitamente a mi preciosa Nam-deok. La quiero, la amo y la adoro… Y todo lo que en la vida reflejó las mentes puras de dos personas, puede ser nuevamente producido y expresado. A mi siempre suave y cálido Míster Toe (Señor dedo del pie), le envío besos amorosos una y otra vez, y mil veces más de nuevo”.

Nam-deok era el nombre coreano de Masako. Hay una parte de esa carta que no puedo olvidar: cuando envía besos cariñosos a Mr. Toe. Esa expresión de amor infinito por algo tan humilde y bajo revela la visión de Lee sobre el mundo. Lee amaba profundamente el dedo del pie de su esposa. En muchas de sus cartas lo mencionaba para mandarle besos.
A Lee Jung-seob le gustaba pintar vacas. A partir de la profunda honradez de la vaca él trataba de sacar a la luz la mayor quintaesencia posible de las escenas coreanas. Al no poder comprar pintura ni materiales de arte en mitad de la guerra, utilizaba el forro de papel de aluminio de los paquetes de cigarrillos como lienzo. Al terminar un paquete de tabaco, grababa imágenes en el papel de aluminio del interior, que luego coloreaba con pintura. De las trescientas pinturas realizadas en el interior de paquetes de cigarrillos producidas por Lee, tres integran la colección del MOMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York). “Family on the road” es mi pintura favorita de Lee Jung-seob. La imagen de un hombre que toma a su esposa y a dos niños cargando un picnic en un carro de mano, es la imagen del mundo con el que Lee soñaba. Lee realizó una exposición final en Seúl en 1955, pero sus pinturas no se vendieron. Mentalmente debilitado, comenzó a negarse a comer y pasó sus últimas temporadas en la sala de un psiquiátrico, hasta que murió en soledad en un hospital en 1956.

“Sehando” de Kim Jeong-hui. 1844. Tinta y lavado sobre papel, 23 x 69,2 cm. Una de las obras literarias coreanas más famosas, producida por eruditos más que por artistas profesionales, expresa el estado mental de Kim mientras reflexionaba sobre el significado de la vida, durante sus sombríos años en el exilio en la isla de Jeju.

En el Museo de Arte Lee Jung-seob puedes ver sus pinturas, el arte que él amó toda su vida, y también las cartas a su esposa. Es alentador comprender el significado de la vida de un artista que vivió en la pobreza. La parte baja de la costa Jaguri es por donde Lee solía pasear con su familia. Solo caminar por esta orilla en un día solitario y triste recordando la vida de un artista pobre, puede proporcionar curación mental. Pero otro buen plan es caminar hacia las cascadas de Jeongbang o hacia las cascadas de Cheonjiyeon, a apenas diez o veinte minutos de distancia, para escuchar el sonido de la gente al respirar. Se han reunido aquí porque están solos, ¿no? Un poeta coreano dijo una vez: “Uno es humano porque está solo”.

El trazado entre Ilchulbong y el monte Sanbang es acertadamente llamado carretera del Paraíso. Por supuesto, el atractivo de la naturaleza a lo largo de este recorrido es impresionante. donde muere la carretera hay un lugar que conserva el aura de erudición de uno de los artistas más apreciados por los coreanos.

La entrada al museo de Arte Lee Jung-seob en Seogwipo, se enmarca en una estructura de piedra con una imagen tallada de la cara del artista.

La vida de un erudito de Joseon en el exilio
El monte Sanbang está situado en el extremo occidental al sur de Jeju. Sus crestas tienen un aspecto suave y reconfortante. Podrás ver la pacífica imagen de los caballos nativos pastando sobre la hierba. Al lado hay un pequeño puerto con el encantador nombre de Moseulpo. Caminando a lo largo de las cordilleras, llegó a Moseulpo al atardecer, para cenar arenque del Pacífico asado con arroz en un pequeño restaurante. Hacer de la comida la alegría de vivir probablemente sea una tontería. Pero en un día de soledad, en un día de profunda desesperación, sentado en un restaurante destartalado en una pequeña ciudad portuaria, comer solo con una botella de soju como compañía no es tan descabellado. El hombre analiza y rumia a fondo su pasado. No existe razón para no poder encontrar un nuevo camino en la vida. En 1840, un hombre fue exiliado a Moseulpo. Su nombre era Kim Jeong-hui (1786-1856).

En el período de Joseon, el exilio era el castigo que se aplicaba a los que desobedecían al rey. Kim vivió exiliado en Jeju durante ocho años. Estaba confinado en una casa cubierta de paja rodeada por una cerca espinosa. Es cierto que, tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el pasado como en el presente, los mejores logros en la vida de una persona a menudo llegan en tiempos de pobreza y privación. Fue aquí, en el exilio, donde el aprendizaje y el arte de Kim Jeong-hui alcanzaron nuevas metas. La pintura “Sehando”, conocida por todos los coreanos, nació aquí en 1844.
Todo el mundo debería ver estas pinturas al menos una vez. El designado como Tesoro Nacional Nº 180 rebosa de simplicidad. Hay una casa degradada representada en pocas líneas, un viejo árbol de pino nudoso, y tres pinos coreanos jóvenes. Lleva una inscripción, un viejo refrán de Confucio: “Sólo cuando el año se vuelve frío, entonces sabemos que los pinos son los últimos en perder sus hojas”. Creo que quiso decir que después del frío invierno, damos valor al verde; que sólo después de los días difíciles, la luz de la vida empieza a brillar”. A la pintura se adjuntan los encomios de dieciséis eruditos Qing de China que dejaron escritas sus impresiones sobre la obra.
En su hogar del exilio, Kim Jeong-hui se preguntaba sobre el significado de la vida. Seguramente eso en sí mismo sea significativo. El trazado entre Ilchulbong y el monte Sanbang es acertadamente llamado carretera del Paraíso. Por supuesto, el atractivo de la naturaleza a lo largo de este recorrido es impresionante. Donde muere la carretera hay un lugar que conserva el aura de erudición de uno de los artistas más apreciados por los coreanos. (Traducido por Javier Castañeda)

Gwak Jae-gu Poeta
Lee Han-koo Fotógrafo

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