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2018 WINTER

LA CULTURA Y EL ARTE

CRÍTICA DE ARTE Retrospectiva de Yun Hyong-keun: paisaje abstracto del silencio y lo sublime

La retrospectiva de Yun Hyong-keun permanece abierta al público desde el pasado 4 de agosto hasta el 16 de diciembre en el Museo Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo (MMCA) de Seúl. Yun Hyong-keun (1928-2007) fue un maestro del dansaekhwa o pintura monocromática coreana. La exposición presenta muchas de sus obras célebres que “reproducen con un vocabulario contemporáneo la estética y el estilo del arte tradicional coreano”, así como materiales que desvelan sus historias desconocidas

“Ocre”. 1980. Óleo sobre lienzo. 181,6 × 228,3 cm. Yun Hyong-keun pintó este trabajo monocromático tras enterarse del levantamiento democrático de Gwangju el 18 de mayo de 1980. Representa a “las personas que resisten a la tiranía, se apoyan unas en otras, sangran y caen en la calle”. Expuesto por primera vez. © Museo Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo

Recuerdo el tiempo en el que iba al museo de arte con mis padres cuando era niña. Las ambiguas pinturas abstractas en las que se usaban solo uno o dos colores acromáticos eran las menos interesantes de todas. Yo leía los rótulos, con la esperanza de que los títulos de las obras pudieran aportar algunas pistas, pero por lo general me decepcionaban. Y a veces hasta me enfurecía descubrir que figuraban como “Sin título” o “Pintura nº X”. No fue hasta mucho más tarde cuando supe que pertenecían a un movimiento artístico coreano moderno, en concreto al movimiento monocromático que ha logrado un fuerte reconocimiento mundial en los últimos años.
En aquel entonces la única pintura que me gustaba era una de las series “Umber-Blue” (Ocre-Azul) de Yun Hyong-keun. Era como una silueta negra de columnas de pie frente a una luz tenue, que podría estar mirando hacia el oeste al atardecer o hacia el este al amanecer. Era extraño, pero al mismo tiempo parecía una pintura de tinta de un paisaje y un cuadro abstracto occidental.
Las columnas de color gris oscuro parecían albergar numerosas historias sin contar. El vacío, que llenaba la última luz o la primera luz del día, parecía trascender las columnas y extenderse hacia el infinito y la eternidad. Al mirar la obra me quedé asombrada y sentí que mi corazón se expandía. Si echo la vista atrás, pienso que ese sentimiento puede haber sido “lo sublime” mencionado por el filósofo británico Edmund Burke: “El infinito tiene tendencia a llenar la mente de ese tipo de horror fascinante, que es el más genuino efecto y la prueba más verdadera de lo sublime”.

El color de la tinta
La retrospectiva de Yun Hyong-keun en el MMCA me evocó recuerdos de entonces. Aprendí algunas cosas nuevas de mano de la curadora Kim In-hye, a cargo de la exposición. Por ejemplo, los colores de fondo del crepúsculo y del amanecer son los tonos originales del lienzo, sin imprimación. El artista consideró los colores perfectos tal y como eran.
A partir de 1973, Yun comenzó a usar exclusivamente el color de la tinta negra coreana tradicional o meok, producido mezclando ocre oscuro y azul, porque quería expresar el cielo y la tierra, con el ocre como el color de la tierra y el azul como el del cielo. También descubrí que el esparcido y difuso aspecto visual, que se asemeja a la pintura con tinta, fue resultado de diluir el pigmento ocre y azul con aguarrás y aceite de linaza.
Yun escribió lo siguiente en una entrada de diario que data de enero de 1977: “La premisa básica de mi pintura es la puerta del cielo y la tierra. El azul es el color del cielo, mientras que el ocre es el color de la tierra. Por tanto, los llamo ‘cielo y tierra’ con la puerta desempeñando el papel de la composición”.
Si el cielo y la tierra se abren con esa puerta, ¿estamos hablando del momento en el que se creó el mundo? No es que el cielo y la tierra se dividan y se abran por separado; en realidad se mezclan y separan en dos. La luz logra pasar y genera un efecto peculiar (siempre creo que el fondo no es solo vacío sino también luz). El historiador de arte Kim Hyeon-suk afirmaba que el color de la tinta usada por Yun era la expresión de Hyeon, un personaje que representa el cosmos en la antigua filosofía de Asia Oriental. Hyeon significa profundo, grande y distante, y se refiere al negro que contiene rojo.

Esta foto fue tomada en el taller de Yun Hyong-keun en Sinchon en 1974, año en que murió su maestro y suegro, Kim Whanki. Su nuevo trabajo “Ocre-azulado” y el de Kim, “¿Dónde, en qué forma, volveremos a encontrarnos?” cuelgan en la pared uno junto al otro.

Superar al maestro
Hay otros motivos por los que Yun pasó a usar solo el color ocre-azul. Fue alumno y yerno del famoso artista Kim Whanki, a quien respetó toda su vida, pero intentó escapar de la influencia de Kim y crear su propio universo artístico. Kim fue un pintor abstracto coreano de primera generación, inspirado en el arte abstracto occidental, la pintura “literati” coreana y la artesanía tradicional. Utilizó motivos de Asia oriental, como montañas, nubes, la luna, el llamado “jarrón luna” y flores de ciruelo en sus pinturas, que eran medio figurativas y medio abstractas. Después de instalarse en Nueva York en 1963, se volvió completamente abstracto y produjo pinturas de lienzos enteros que semejaban galaxias plagadas de estrellas. Ciertamente las obras anteriores de Yun reflejan algunos trazos de la influencia de Kim, en especial los dibujos en los que se muestra el azul distintivo del maestro.
En octubre de 1974 Yun mostró una imagen muy significativa. Exhibió su nuevo trabajo, “Umber-Blue”, junto al conocido “Dónde, en qué forma, nos volveremos a encontrar” de Kim y adoptó una postura decidida de pie en el medio de las dos obras. Según la curadora Kim In-hye, esta imagen era el “ambicioso documental de Yun, que declaraba tanto su raíz como la partida de Kim”.
Al explicar su serie “Umber-Blue”, Yun escribió lo siguiente en su diario en el año 1977: “Pinto un solo lamento, sin grandes palabras, bajando por los dos lados del lienzo como si fueran gruesos pilares”. A pesar de su respeto por Kim, describió las pinturas del artista como “mucha charla cotidiana, como si flotara en el aire”.
Esta afirmación es, de hecho, muy astuta y articulada. Aunque las pinturas de ambos hombres son cósmicas, las obras azules de lienzo completo de Kim invocan poesía e imágenes de un cosmos armonioso, mientras que las de Yun son severas, y recuerdan el caos primordial en el que el cielo y la tierra se entremezclan. En cuanto al color, las creaciones de Kim se elevan al cielo y flotan en el aire, mientras que las de Yun siempre están arraigadas al terreno. En la nota del artista sobre su exposición individual en la Galería Ueda de Tokio en 1990, Yun escribió: “Ya que todo en la tierra finalmente regresa a la tierra, todo es simple cuestión de tiempo. Al recordar que eso también se aplica a mí y a mis pinturas, todo me parece muy insignificante”.

Muchas personas se sienten abrumadas al contemplar las pinturas de Rothko, hasta el derramar lágrimas. Del mismo modo, las obras de Yun han guiado mi espíritu hacia un infinito sin forma definida

Persecución política
Que Yun siempre tuviera los pies atados al suelo tiene mucho que ver con su historia personal. El color negro de sus pinturas no es solo una mezcla de los colores del cielo y la tierra. Es el color de un árbol carbonizado y enraizado en la tierra, y el color de los corazones quemados que pertenecen a las personas cuyos pies nunca pudieron abandonar el suelo para tocar el cielo, porque las cosas absurdas les ataban al mundo. Una entrada de julio de 1990 en el diario de Yun afirma: “Vi el color de una viga quemada. Era mucho más negro que la hierba y los árboles quemados. Tal vez el corazón quemado de una persona sea del color de esa viga carbonizada”.
En 1950, durante la Guerra de Corea, Yun fue señalado como sospechoso de ser comunista y casi fue ejecutado. A esta escapada de la muerte siguieron varios encarcelamientos por cargos políticos, de los que el último fue un punto de inflexión para su arte. En 1973 llevaba 10 años dando clase en la escuela de secundaria femenina de Sookmyung cuando fue detenido por quejarse abiertamente de que el centro había admitido a una estudiante no cualificada. El padre de la niña era un hombre rico que proporcionaba dinero al jefe de la Agencia Central de Inteligencia. Yun fue acusado de violar la ley anticomunista, denuncia que basaron en que tenía un sombrero como el de Lenin. A Yun le gustaba un sombrero que había visto en una foto enviada por Kim Whanki desde Nueva York, por lo que se hizo uno igual con una máquina de coser, sin imaginar ni por un momento que ese complemento le convertiría en “comunista”. Un mes más tarde fue liberado, pero solo tras firmar su carta de renuncia.

“Ocre-azulado”. 1976-1977. Óleo sobre algodón. 162,3 × 130,6 cm. Yun Hyong-keun creó esta pintura después de dejar la enseñanza para dedicarse al arte. Entonces Yun se centró en el tema “Puerta del cielo y la tierra”.

“Dibujo”. 1972. Óleo sobre papel, 49 × 33 cm. Uno de los primeros dibujos de Yun Hyong-keun donde experimentó con diluir tinta y extenderla sobre papel. Usó colores brillantes hasta este punto, que después desapareció.

“Cuando salí de la prisión de Seodaemun en 1973, mis pinturas dieron un giro drástico. Antes de aquel momento usaba colores, pero desde entonces comenzaron a disgustarme los colores y cualquier cosa elegante, así que mis cuadros se oscurecieron. Escupí vitriolo y veneno”, explicaba Yun en una entrevista muy posterior.
El mensaje de la serie “Umber-Blue” de Yun podría perderse al llegar a espectadores que ignoran su historia personal. Sus pinturas están llenas de gritos, pero éstos son silenciosos: “un gemido sin una pequeña charla cotidiana”.
La retrospectiva incluye otra obra muy especial relacionada con su historia personal: es “Burnt Umber” (Ocre quemado), pintada en junio de 1980. Las pinceladas en las series “Umber-Blue” y “Umber” son siempre verticales, cercanas a los rectángulos. En esta pintura, sin embargo, las pinceladas anchas y oscuras se muestran inclinadas y casi tropiezan unas con otras. Contienen muchos hilos finos de pintura al óleo goteando hacia abajo desde las pinceladas anchas. Recuerdan a personas que caen en medio de la calle. Yun pintó esto al conocer la masacre producida en el levantamiento democrático de Gwangju en 1980.

Hacia un infinito sin forma definida
El color negro no escupe ira y veneno en todas las obras de Yun. “El árbol soporta el severo frío del viento, la lluvia, la escarcha y la nieve; mantiene la vida; mantiene su posición; y permanece en silencio”, escribió Yun en su diario. El artista presenció y mencionó varias veces el modo en el que el árbol muere y regresa a la tierra. Su negro de ocre y azul, un color que se asemeja al árbol caído, representa tanto el silencio como la resistencia, y también la vida y la muerte. Tomando prestadas las palabras del crítico de arte Yi Il, es una “existencia prístina cuya forma no se puede definir”.
Otro crítico, Oh Gwang-su, calificó las pinturas de Yun como “paisajes abstractos”, diciendo que “los paisajes son tan simples y ricos como cabe esperar” y presentan “la naturaleza que no está pintada, la que se ha formado y se ha creado por sí misma”. Este concepto está en línea con lo que el historiador de arte estadounidense Robert Rosenblum afirmó sobre las coloridas pinturas de Mark Rothko, que transportan a los espectadores a un paisaje sublime, al igual que los paisajes románticos alemanes del siglo XIX creados por Caspar David Friedrich. Sin embargo, Rothko no reprodujo como Friedrich escenas de la naturaleza; sus campos de color se han convertido en el paisaje sublime que guía las mentes de los espectadores hacia un infinito sin forma.
Muchas personas se sienten abrumadas al contemplar las pinturas de Rothko, hasta el punto de derramar lágrimas. Del mismo modo, las obras de Yun, que abarcan desde obras abstractas hasta paisajes y son fuente de agonía y alegría, han guiado mi espíritu hacia un infinito sin forma definida.

Moon So-young Editora de Cultura, Korea JoongAng Daily

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