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2019 SPRING

Dalparan: las diferentes notas del éxito

En su carrera como músico, Dalparan siempre ha estado a la vanguardia de los nuevos géneros y ahora ha revolucionado la escena coreana. Desde que en 1997 comenzara a trabajar en la música de cine con su primera partitura para “Bad Movie”, este artista ha desplegado una impresionante obra con un original estilo de sonido, pero conserva toda su ambición y asegura que todavía no está “completamente satisfecho”.

Dalparan en su estudio en Paju, provincia de Gyeonggi, afirma: “La música nunca debe superar a la película, hay que diseñarla de forma natural desde la propia película”.

Dalparan (significa “Azul de luna”, aunque su nombre real es Kang Ki-young) lleva la revolución a donde quiera que va. Al principio fue miembro de algunas importantes bandas de heavy metal y rock alternativo. Después se convirtió en DJ de música electrónica, y ahora pertenece a un reducido grupo de compositores a los que se considera esenciales para garantizar las posibilidades de éxito de una película coreana.

Tanto en solitario como con su compañero compositor Jang Young-gyu, Dalparan ha creado en el siglo XXI un original mosaico de partituras cinematográficas. “Dalkomhan insaeng” (“A Bittersweet Life”, 2005), “El bueno, el malo y el raro” (2008), “Mar amarillo” (2010), “Asesinato” (2015), “El extraño” (2016) y “Believer” (2018) forman parte de una larga y plagada de éxitos lista de filmes con sus composiciones.

La otra cara de este popular músico con peculiar nombre artístico se puede ver en su estudio ubicado en Paju, al norte de Seúl. El espacio donde trabaja parece un búnker fortificado donde se disponen una gran variedad de instrumentos.

“Soy muy amigo de Dae-chul, hijo del legendario cantante y compositor Shin Joong-hyun, desde que estábamos en la escuela secundaria”, recuerda Dalparan. “Por aquel entonces ya reconocíamos mutuamente nuestras habilidades y jugábamos juntos. Se podría decir que logramos un entendimiento mutuo”.

Una leyenda del rock

La banda de rock Sinawe, liderada por ambos en la década de 1980, fue un trampolín en las carreras de otros importantes músicos como Kim Jong-seo, Yim Jae-beom y Seo Taiji, dejó un vasto legado en la música popular coreana.

Dalparan se autodescribe como una persona “que se cansa fácilmente de las cosas”. Después de Sinawe se unió a H2O, banda considerada pionera del rock moderno en Corea, y a mediados de la década de 1990 pasó a formar parte de otra banda, Pippi, cuyo rock de vanguardia fue toda una revolución en la industria musical coreana. No mucho después, tras tocar durante un tiempo en la banda Pippi Longstocking (“Pippi Calzaslargas”), se convirtió en DJ y se situó a la vanguardia del techno y el trance coreanos. Considerando su trayectoria, parece no equivocarse en su auto descripción.

“Había una canción llamada ‘Bad Movie’ en el segundo álbum con la banda Pippi”, recuerda el músico. “El director Jang Sun-woo vino a verme y me dijo que la había oído. Me comentó que estaba haciendo una película con el mismo título y me preguntó si podía hacer la banda sonora. Acepté sin pensarlo mucho. Seguramente en aquel momento decidí hacerlo para ganar algo de dinero. Nunca pensé que me convertiría en un compositor de cine”.

Fue así como Dalparan protagonizó su debut como compositor y director musical. Pero confiesa que incluso dos años después, mientras trabajaba en “Mentiras” en 1999, se sentía completamente perdido frente al teclado. Quedó impresionado con “El muro”, la película de Alan Parker basada en el álbum conceptual de Pink Floyd, así como con el sonido de “Blade Runner” creado por Vangelis, y al haber formado parte de la generación MTV había visto innumerables videos musicales. Sin embargo, cuando se trataba de música de cine, carecía de unos parámetros que le guiaran.

Pero hay viajeros que nunca deambulan solos en la naturaleza. Por fortuna, en esa época Dalparan se cruzó con otros “vagabundos” que experimentaban situaciones similares. Bang Jun-seok, Jang Young-gyu y Lee Byung-hoon habían sido muy activos en bandas como U&Me Blue, Uhuhboo Project o Lizard, y cada uno de ellos había contribuido a la vanguardia de la música indie coreana. A finales de la década de 1990 todos formaron el colectivo Peach Present. Peach (“Melocotón”) fue una palabra elegida sin una razón concreta, pero el llamado “juramento relajado del jardín de melocotones” se convirtió en un terreno fértil para que la música cinematográfica coreana del siglo XXI floreciera nuevamente.

Compañerismo en la naturaleza

“En aquel entonces Internet aún era muy básico, por lo que compartíamos información sobre las cosas que nos preocupaban, y así nos convertimos en amigos”, recuerda. “Compartimos una perspectiva similar en muchos temas concretos, pero además todos teníamos en común una especie de insatisfacción con el panorama musical coreano de la época, con toda esa música poco sutil. Echando la vista atrás, creo que pudimos ser tan críticos porque ninguno de nosotros estaba entonces realmente interesado en el mundo del cine. De todos modos, creo que esa actitud finalmente se convirtió en fuerza motriz de nuestro trabajo”.

El reconocimiento de Dalparan por “A Bittersweet Life” se convirtió en el punto de inflexión y le llevó a conseguir el premio a la mejor banda sonora original en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña en Sitges, España.

“El director Kim (Jee-woon) me llamó y me dijo que había ganado el premio. Recuerdo que mi primer pensamiento fue: debe ser broma. Así fue de inesperado”.

Uno de los miembros de Peach Present, Jang Young-gyu, se convirtió en socio de Dalparan. Colaboraron en la música para el “kimchi western” de acción “El bueno, el malo y el raro”, ambientado en Manchuria. El director Kim Jee-woon les hizo ir a ambos a la región uigur de Asia Central.

“Compramos cintas de casete de un mercado local para tener una idea adecuada sobre la música uigur”, recuerda Dalparan. “Es similar a la música de Oriente Medio, pero utiliza una escala ligeramente distinta. Para la grabación usamos instrumentos de cuerda y de percusión que compramos en aquel mercado. Tratamos de mezclar un formato oriental estilo Spaghetti Western como el de los filmes de Ennio Morricone”.

Después, “Mar Amarillo”, “Silenciadas” y “Asesinos” impusieron nuevos retos a la hora de trabajar con un contexto familiar pero distante: la historia moderna de Corea y Asia Oriental.

“A veces es absolutamente necesario utilizar música de época como recurso cinematográfico. Pero no dejo que eso me frene, porque es posible interpretar el tiempo histórico por otros medios, sin dejar de preservar el ambiente de la película”, asegura. “Al fin y al cabo, las películas no son la vida real. No hay reglas fijas”.

“Todas las películas que hago son difíciles. Si fuera mi propio trabajo independiente, podría sentarme y esperar a que me venga algo bueno”, asevera. “Con las películas hay plazo y fecha de lanzamiento, así que tengo que entregar el trabajo sin importar si he podido o no pensar algo, incluso si implica forzarlo. Al final, siempre sale algo”.

“El proceso en sí mismo también es una tarea ingente. Conlleva mucho trabajo. Muchos amigos consideran que esa parte les resulta tediosa e inapropiada, por lo que terminan tirando la toalla. También he visto a un amigo desmayarse por exceso de trabajo mientras escribía una película. Para mí la diversión supera el sufrimiento, y me encanta la sensación de haber logrado algo cada vez que termino una. Mi trabajo se vuelve más y más divertido cuantas más películas hago”.

“Al fin y al cabo, las películas no son la vida real. No hay reglas fijas”.

Cada proyecto, una nueva batalla

Detrás del sintetizador analógico de tres niveles hay un piano vertical. A primera vista se asemeja más a un modelo anatómico que a un instrumento. Con la cubierta quitada, los martillos y las cuerdas se exhiben completamente y se ven como una caja torácica. Es el equipo apropiado para un compositor de películas, ya que es posible producir y manipular todo tipo de sonidos.

Encima del piano se exhiben tres trofeos. Los ganó en los premios Grand Bell, organizados anualmente por la Asociación de Asociación de Películas Cinematográficas de Corea, y en los premios de cine Blue Dragon del periódico Sport Chosun. En uno de ellos aparece grabado el título ‘El extraño’. Para esa película, Dalparan y Jang Young-gyu integraron exquisitamente un estilo de sonido artístico. El resultado es una mezcla peculiar de terror y suspense, realidad y surrealismo, chamanismo y sed de sangre.

Dalparan lo explica: “la película es bidimensional. Todo sucede en la pantalla. Pero los efectos de sonido juegan un papel importante para que la audiencia lo perciba como una experiencia tridimensional, como si realmente estuviera sucediendo. En un artículo sobre ‘El extraño’, un crítico extranjero mencionó la ilusión del espacio creada por el sonido. Es verdad. Intenté agregar elementos de sonido artístico, no al nivel de instalación artística, pero comprometiéndome en la medida posible para agradar al público del cine. Siempre había querido experimentar con ese tipo de cosas y, por suerte, me encontré con una película repleta de energía”.

En “The Wailing”, Dalparan aplicó cuidadosamente la técnica de agrupación de tonos usada por compositores contemporáneos como György Ligeti.

“Hay una longitud de onda que proviene de la distorsión. Básicamente, es como retorcer dos tonos para crear un nuevo elemento acústico”, expone. “Para ese tipo de efecto, uso sintetizadores analógicos y modulares”.

En este sentido, Dalparan se ha centrado en el trabajo del compositor islandés Jóhann Jóhannsson, quien falleció el año pasado a la edad de 48 años. Dalparan nunca conoció en persona a Jóhannsson, pero le considera un compañero y amigo. No solo tienen edad similar, sino que Jóhannsson marcó el camino de la dirección que Dalparan quería tomar, usando audazmente el tipo de trabajo experimental que siempre quiso probar y aplicándolo a grandes éxitos de taquilla. Por tanto, Dalparan sintió la muerte de Jóhannsson como una pérdida terrible que todavía le afecta.

La música de Jóhannsson para “Sicario”, un filme de 2015 sobre el tráfico de drogas en los Estados Unidos, llamó la atención de Dalparan hacia el compositor nórdico. “Jóhannsson usó la distorsión tonal para articular los pasajes violentos de la película. Se las arregló para expresarlos de tal forma que incluso espectadores ajenos a la música contemporánea pudieran sentirlos instintivamente. Por esa razón su aportación experimental resulta increíble”.

Este tipo de experimentación existió fuera de Corea por un tiempo hasta hoy. Incluso en las películas de superhéroes de Marvel esos efectos aparecen aquí y allá, pero por supuesto no se acercan al nivel del trabajo de Jóhannsson. “Todavía no hay películas coreanas que utilicen completamente sistemas de sonido tridimensionales, desde sonido envolvente hasta Dolby Atmos”.

Western coreano de 2008 ambientado en las llanuras de Manchuria durante el gobierno imperial japonés, “El bueno, el malo y el raro” arrasó entre la audiencia por su música poderosa. Reinterpretada con un ritmo rápido de baile latino y estilo occidental, el tema “Don’t Let Me Be Misunderstood”, originalmente escrito para Nina Simone en 1964, adapta perfectamente la canción al título de película. © CJ ENM

“Believer” fue el éxito de taquilla más comentado en la primera mitad de 2018, y fue alabado por la excepcional articulación del mundo interior del protagonista a través de la música. La película le valió el premio a Mejor Categoría Musical en los Premios de la Asociación de Productores de Cine de Corea y los Premios Cine Blue Dragon. © Next Entertainment World

Las películas más recientes de Dalparan son “Believer” y “Door Lock”. “Believer” ganó el premio de cine Blue Dragon a la mejor banda sonora y gracias a la excepcional demanda del público, los temas del filme se lanzaron a la venta como un CD. En el thriller de terror “Door Lock” trató de inyectar más elementos de sonido que melodías. Sin embargo, reconoce que su impulso creativo todavía se siente insatisfecho. De ser el caso, ¿estarán a la altura de sus deseos los próximos proyectos?

“El lenguaje de nuestro país”, que cuenta la historia del rey Sejong y la invención del alfabeto Hangeul, protagonizada por Song Kang-ho y “Call”, un thriller que describe lo que sucede cuando dos mujeres que viven en diferentes momentos se conectan mediante una llamada telefónica, llegarán a las salas próximamente. Dalparan ha insinuado que “Call” contendrá un nuevo tipo de experimentación, pero se acerca otro reto: la segunda temporada de “Kingdom”, una serie de zombis producción de Netflix ambientada en la Dinastía Joseon, marcará su debut en el mundo de las series.

“Eché un vistazo a la primera temporada y me pareció muy interesante”, explica Dalparan. “No existe esa presión para que la gente vaya a ver una película, así que para un director trabajar con Netflix es una buena ocasión de poner en práctica nuevas ideas. Creo que para mí será una oportunidad de probar cosas que he querido hacer durante mucho tiempo”.

“Muchas veces salgo a caminar sin pensar y entonces surge una idea en mi cabeza”, asegura. Además, señala que como compositor de películas “hay que estar al día del flujo actual de la música popular y contemporánea”. Por ello, dedica gran parte de su tiempo a buscar en Internet y en las revistas para mantenerse en contacto con diversos tipos de música. La razón por la que en 2017 ayudó gustosamente a remezclar las melodías de la banda indie Silica Gel fue que ya conocía a estos jóvenes. Le gustaría lanzar un álbum con su nombre, pero aún no tiene un plan claro. Por el momento, dedica su atención a las películas.

El otro lado de la luna

Quería dejar esta pregunta para el final, y mi boca la guardó delicadamente: ¿De dónde nace ese nombre inusual, Dalparan?

“Surgió cuando estaba con Pippi Band. Una noche miré hacia el cielo y había una increíble luna llena. La luna siempre muestra un solo lado, pero tiene otro lado que nunca podemos ver. Parece algo falso, como un truco de luces o algo así. Se me ocurrió que me gustaría convertirme en alguien que pueda hacer surgir pensamientos inesperados en la gente, igual que hace la luna. Pero no sería divertido si me llamara dal o “luna”. Así que intenté añadirle paran o “azul” a ese término. Al decirlo… siente y suena un poco extraño”, ríe.

Lim Hee-yunPeriodista cultural, diario Dong-a Ilbo
Ahn Hong-beomFotógrafo

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