메인메뉴 바로가기본문으로 바로가기

On the Road > 상세화면

2018 WINTER

Jindo crisol de riquezas, valentía y desesperación

Enclavada en la punta suroeste de Corea, Jin-do (o isla de Jin) es la tercera mayor isla del país, rodeada por cientos de islotes grandes y pequeños. Agazapada en la ruta marítima que une China y Japón, la isla tiene una rica historia que engloba abundantes cosechas, música folclórica y ritos tradicionales, exilios políticos y luchas épicas

Vista de Jindo, isla de Jin, desde el monte Cheomchal. Montañas bajas protegen los dorados campos del viento del mar. El condado de Haenam en la península de Corea puede verse a través del mar.

El 9 de septiembre de 1816, Basil Hall (1788-1844), capitán del buque de guerra británico “Lyra”, subió al punto más alto de la isla de Sangjo frente a la costa de Jin-do y contempló un archipiélago de más de cien islotes. “Una vista espléndida”, declaró.

Hoy, el Parque Basil Hall ubicado cerca del observatorio del monte Dori en Jin-do conmemora la visita del capitán británico. Si vamos a Sebang Nakjo en la costa suroeste y llegamos al observatorio antes del anochecer, podremos apreciar la descripción del capitán Hall. Las bellas vistas desde ese lugar son bien conocidas, y los afortunados visitantes podrán contemplar una miríada de islotes salpicando el mar como aves negras sobre el agua, a la izquierda del sol poniente cuando tiñe las nubes de color rosa. Esos islotes forman el archipiélago de Jo-do, el que una vez deslumbró a Hall y a su tripulación.

El comandante del barco formó parte de una misión británica para ampliar el comercio con China cuando recibió una orden para explorar la costa oeste de Joseon, la Corea de hoy. Registró los detalles de la ruta en su libro “Un viaje de descubrimiento a la costa oeste de Corea y la gran isla de Loo-Choo”, publicado en 1818, donde divulgaba al mundo que Jin-do era un lugar accesible a los barcos. Eso fue medio siglo antes de que los puertos coreanos se abrieran oficialmente a Japón y después a las potencias occidentales. Se dice que Gran Bretaña más tarde pidió a la corte Joseon arrendar Jin-do y el archipiélago de Jo-do. Los lugareños de Jin-do creen que si su isla hubiera sido prestada a Gran Bretaña se habría convertido en un repleto entrepôt (almacén), al igual que Hong Kong.

Aunque Jin-do perdió la posibilidad de tener un comercio robusto, creó un crisol para que los elementos extranjeros y nativos se entrelazaran y prosperaran. Pero la ubicación de Jin-do también le convirtió en un tristemente famoso enclave de derramamiento de sangre y desesperación. El asiento de la isla en el peldaño más alto entre los episodios históricos desmiente su posición en el nivel inferior de la península coreana.

Fértil y musical

Jin-do cubre unos 360 kilómetros cuadrados, aproximadamente el 60 por ciento del tamaño de Seúl. Un viaje desde Seúl requiere casi cuatro horas: dos horas y media en KTX, el tren de alta velocidad de Corea, viajando a 300 kilómetros hora hasta el puerto de Mokpo, en la provincia de Jeolla del Sur, y luego más o menos otra hora en coche hasta la isla, conectada a la península coreana por un puente con cables tensores de unos 500 metros.

En los mares Jin-do, las frías corrientes en dirección sur del Mar del Este chocan con las corrientes cálidas que van hacia el norte desde las regiones ecuatoriales. El influjo de las rápidas mareas alrededor de Jin-do aumenta la velocidad del agua aún más. Esas rápidas corrientes trasladaban antaño una constante procesión de emisarios entre China y Japón, así como barcos de carga, no solo desde las costas meridional y occidental de Corea, sino también de Gaegyeong, la capital de la dinastía Goryeo en el norte, y de Hanyang, actual Seúl. Las especialidades locales de Jin-do incluyen cangrejos nadadores, anchoas, orejas de mar y pequeños pulpos, así como diversas clases de algas marinas, como el alga mostaza de mar, el alga laver (alga kim, en Corea) y el alga kelp o laminaria. Todos estos productos son regalos de la mezcla de corrientes frías y cálidas que convergen alrededor de la isla.

Al vagar por allí, es fácil olvidar que Jin-do es una isla. Las montañas ocupan tres lados de la isla y muy a menudo se aprecia un típico paisaje agrícola. En contraste con otras islas, tiene vastas tierras de cultivo y embalses aquí y allá. Es el resultado de la recuperación de tierras de hace muchos siglos, cuando los lugareños nivelaron las colinas y rellenaron las marismas.

Apropiadamente, antes la isla era denominada como “Okju”, que significa “lugar fértil a pesar de ser una isla”. La agricultura ha permitido que Jin-do se convierta en el mayor proveedor de semillas del país, pero el cultivo principal es el arroz. Parte de la cosecha de arroz una vez alimentó a la gente de la isla de Jeju, que es cuatro veces más grande pero incapaz de producir arroz. “Un buen año de cosecha te alimentará tres años”, reza un viejo dicho en Jin-do.

En este ambiente bucólico, el canto y la danza llegaron naturalmente a los isleños. Incluso hoy en día, al pasear por cualquier pueblo es posible escuchar a mujeres cantando las hermosas y lentas tonadas de la canción tradicional Yukjabaegi. Esas alegres canciones, cantadas en los campos durante la temporada de cultivo de verano, conforman un amplio repertorio de melodías y ritmos. Las canciones cantadas en los arrozales y en los campos secos difieren entre sí.

Bajo la luna llena de la cosecha en el octavo mes lunar del año, las mujeres y los niños de los pueblos se visten con ropa nueva, se cogen de las manos y realizan la danza del círculo del ganggang sullae, o cantan las infinitas líneas de la canción Arirang en la versión de Jin-do. Mientras tanto, los hombres llevan a cabo el nongak, la música, la danza y los ritos tradicionales de los agricultores que han sido inscritos en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.

No es de sorprender que esta isla de solo 30.000 habitantes tenga su propia compañía de música tradicional, formada por grupos independientes que interpretan música instrumental, música vocal y danza. También cuenta con una impresionante sala de conciertos moderna dedicada al gugak, la música clásica coreana, que forma parte del Centro Nacional de Gugak de Jin-do, junto con otras instalaciones dedicadas a la formación.

Sebang Nakjo en Jindo se encuentra en el extremo sur de Corea. Creando espléndidos paisajes crepusculares, estos 154 islotes se convierten en siluetas negras al ponerse el sol.

Al vagar por allí, es fácil olvidar que Jin-do es una isla. Las montañas ocupan tres lados de la isla y muy a menudo se aprecia un típico paisaje agrícola. En contraste con otras islas, tiene vastas tierras de cultivo y embalses aquí y allá

La duradera contribución de los exiliados

Entre las abundantes cosechas y cantos, también hay gruesos sedimentos de tristeza y angustia en la historia de Jin-do. Su distancia de la capital hizo de la isla un lugar perfecto para confinar a los eruditos y funcionarios que cayeron en desgracia por razones políticas o ideológicas. Para ellos, Jin-do era un lugar lejano donde pudrirse y ser olvidado. Pero los descartes de la capital se convirtieron en la bendición de Jin-do.

Como los eruditos y funcionarios desterrados pasaban de tres a veinte años exiliados en la isla, se mezclaban inevitablemente con los nativos, introduciendo la cultura de diferentes regiones y transmitiendo el espíritu y el valor de aquellos tiempos a mentes talentosas. Consecuentemente, la cultura de Jin-do se hizo mucho más diversa y rica que buena parte de las otras áreas de Corea.

Por ejemplo, Jin-do es reconocida hoy como el centro de la Escuela Sureña de pintura centrada en los intelectuales (literati) como tema, y este año acogió la primera Jeonnam International Sumuk Biennale (sumuk es la palabra coreana para la pintura a tinta; Jeonnam se refiere a la provincia de Jeolla del Sur). Este acontecimiento se centra en dos nativos de Jin-do: Heo Ryeon (1809-1892) y Heo Baek-Ryeon (1891-1977), que se posicionan entre los pintores coreanos más eminentes de la Escuela Sureña. Ambos fueron educados y apoyados por exiliados que trajeron consigo un profundo conocimiento y aprecio del arte de la capital.

En ese mismo contexto, se desarrolló una cultura de elaboración de bebidas caseras. Estas bebidas incluyen el hongju (literalmente, “licor rojo”), hecho al empapar raíces desecadas de una hierba llamada jicho (aljófar derramada, de color púrpura) en licor de arroz durante el proceso de destilación para teñir de rojo el licor, y también un té hecho con los brotes tiernos de las plantas de té que se encuentran en las montañas y los campos de toda la isla.

Momentos militares cruciales

Durante la dinastía Joseon (1392-1910), la vía más corta a Jin-do era en barco desde la base naval de la comandancia derecha en Haenam hasta el puerto de Nokjin. Sin embargo, las fuertes corrientes alrededor de la isla convencieron a la gente común de utilizar una ruta un kilómetro más larga y embarcar desde el puerto de Byeokpa. Sobre la colina del puerto se emplaza la vieja fortaleza de la montaña de Yongjang. Esta fue el cuartel general del Sambyeolcho (tres unidades de élite), que se opuso a la decisión del gobierno de Goryeo de someterse a los mongoles en su invasión del año 1231. Las unidades se rebelaron y se retiraron a Jin-do, donde soñaron con crear “un nuevo Goryeo” y combatieron a los mongoles hasta el final.

Jin-do era un lugar ideal para la defensa. Después de llegar en la segunda mitad de la década de 1270, el Sambyeolcho convirtió la infraestructura defensiva de la ciudad de Yongjang en un fuerte y comenzó a construir una fortaleza militar apropiada alrededor de Yongjangsa, el mayor templo budista de la isla. A la vez que usaban el nombre de Goryeo, establecieron a su propio rey y construyeron una réplica casi exacta de Manwoldae, el palacio real de Goryeo en la capital de Gaegyeong (hoy en día Kaesong, en Corea del Norte), como su cuartel general.

La gente de Jin-do apoyó los objetivos del Sambyeolcho y les prestó ayuda. Ellos también deseaban mantenerse libres de los mongoles, que habían superado a otros invasores previos en cuanto a la apropiación de territorio coreano. Pero la resistencia no duró mucho. Menos de un año después, la fortaleza de la montaña de Yongjang cayó bajo las fuerzas mongolas unidas a las de Goryeo, terminando la guerra en 1271.

La Fortaleza de la Guarnición Sur, o Namdojin Seong, fue erigida en el siglo XIII para defender la región costera cuando los Sambyeolcho, las “tropas de élite” de Goryeo, lucharon contra los invasores mongoles. Durante la Dinastía Joseon fue usada como fuerte naval para bloquear a los invasores japoneses.

¿Cómo se sentirían los nativos de Jin-do al ver su isla natal tan rápidamente transformada en un campo de batalla infernal? Un lugar en la isla nos da algunas pistas. Hasta el día de hoy, los isleños realizan ritos conmemorativos el primer día de luna llena del año en un santuario dedicado a Bae Jung-son, líder del Sambyeolcho. En este punto, a los historiadores les gusta recordar un incidente en el que el Sambyeolcho quemó los papeles de identificación que indicaban la clase social de un individuo antes de dirigirse a Jin-do. En la sociedad estrictamente basada en la clase de Goryeo, el Sambyeolcho se opuso al orden existente y soñó con una nueva y democrática nación. Después de derrotar al Sambyeolcho, los mongoles tomaron a unos diez mil nativos de Jin-do como prisioneros de guerra y establecieron un rancho de caballos en la isla. Eso da credibilidad a la teoría de que el amado perro coreano de Jin-do, un “tesoro nacional” oficial, desciende de un perro pastor ovejero traído por los mongoles y de una raza nativa.

El puerto de Byeokpa volvió a llamar la atención unos trescientos años más tarde durante la segunda invasión japonesa (1597-1598), conocida como Jeongyu Jaeran. El Almirante Yi Sun-sin, que había sido degradado en medio de díscolas luchas internas políticas, fue rehabilitado como Comandante Supremo de la Armada, a fin de detener a una flota japonesa enviada para apoyar a las tropas invasoras de Toyotomi Hideyoshi. Pero solamente fue capaz de reunir doce buques de guerra, ya que la Armada de Corea había sido diezmada en una serie de batallas contra Japón mientras él permanecía encarcelado y degradado.

Yi concentró centenares de buques de guerra japoneses en una bahía y, entonces, realizó un último posicionamiento en el estrecho de Myeongnyang, conocido como el “estrecho de los gritos”, entre los puertos de Nokjin y Byeokpa. El 26 de octubre de 1597, Yi utilizó magistralmente las rápidas mareas y los remolinos del estrecho, de unos 200 metros de ancho en su punto menor. La extrema dificultad para navegar en esas rápidas corrientes neutralizó la enorme ventaja de la flota japonesa, que perdió decenas de barcos y se retiró derrotada.

La asombrosa victoria de Yi es recordada por muchos como un brillante despliegue de estrategia militar que permitió triunfar a una fuerza que era enormemente superada en número. A menudo, los nativos de Jin-do suelen ser pasados por alto, pero siguiendo las instrucciones de Yi, se alinearon a ambos lados del estrecho y bombardearon a los japoneses con piedras y flechas.

Cuando el Almirante partió hacia la costa oeste para reorganizar sus fuerzas, los japoneses desataron una cruel venganza contra los habitantes de Jin-do. Al regresar a la isla veintitrés días más tarde, Yi encontró una desolación total. En su diario de guerra, “Nanjung Ilgi”, escribió: “Ni una sola casa había quedado en pie. Todo el campo estaba en silencio sin rastro de vida humana”. Las consecuencias para Jin-do fueron terribles, pero la humillante derrota de los japoneses en el estrecho de Myeongnyang, invirtió el curso de la guerra y terminó con siete años de lucha. Actualmente, hay estatuas de Yi en Nokjin y en la Plaza Gwanghwamun, en el corazón de Seúl.

Las mujeres sacan la corvina de las redes en el puerto de Seomang. El pescado ha de sacarse rápido de la red y ser congelado para mantener su frescura. Durante la temporada de corvina, los aldeanos se unen creando un gran espectáculo de esfuerzo colectivo.

Dos cementerios

En una carretera a los pies de una montaña en el pueblo de Dopyeong, en algún punto del interior desde el puerto de Byeokpa, hay un grupo de unas 230 tumbas. Su nombre oficial es Cementerio para los Caídos en la Guerra de Jeong-yu Jaeran. Aquí yacen los soldados de Joseon que murieron en la batalla de Myeongryang y también la gente común que fue asesinada en venganza por los japoneses. Excepto diez de ellas, gran parte son tumbas de desconocidos y todas se orientan al norte, hacia el rey en la capital.

Siguiendo un camino de montaña que se dirige hacia el mar a lo largo de unos nueve kilómetros, hay una bonita ladera baja llamada Waedeoksan. En algún momento, otros cien sepulcros fueron localizados allí; son de los soldados japoneses que lucharon en la misma batalla bajo el mando del señor de la guerra Kurushima Michifusa. Cuando los cuerpos de los japoneses quedaban varados en la playa, los aldeanos los recuperaban y los enterraban en la ladera mirando hacia el sur, hacia Japón. Al construir la carretera y recuperar tierra al mar, muchos de los sepulcros resultaron dañados y tan solo perduran en la actualidad unos cincuenta.

En agosto de 2006, cuando la noticia del cementerio se dio a conocer por primera vez en Japón, algunos descendientes de esos muertos y un grupo de estudiantes universitarios fueron a Jin-do y visitaron el lugar guiados por los aldeanos. Un periódico de Hiroshima informó sobre esa visita, y designó ese cementerio como un lugar sagrado, al tiempo de expresar su gratitud a la gente de Jin-do. Pero para los isleños esa compasión era algo natural, considerando que la visión tradicional coreana de la vida y la muerte destaca la importancia de la reconciliación entre los vivos y los muertos. Así también lo refleja el ssitgim-gut, un rito funerario chamánico de Jin-do que se celebra para resolver los rencores de los muertos y limpiar sus almas para que puedan encontrar la paz.

Los vivos y los muertos

La tríada del Buda de piedra en el Templo Yongjang tiene un Buda Medicinal de 2 metros de altura en el centro. Sentado en un pedestal de loto, su parte inferior del cuerpo es alta y grande, y mantiene la proporción típica de las imágenes budistas de Goreyo.

En el contexto de la religión occidental, la palabra ssitgim sería similar a bautismo. De hecho, las teorías religiosas de las dos ceremonias no son tan distintas. Sin embargo, el “rito purificador del alma” de Jin-do cambia de nombre y de naturaleza según el lugar o la causa de la muerte; y los procedimientos y la narrativa están sujetos a las circunstancias. Por ejemplo, al salvar el alma de una persona que murió ahogada, el rito se llama geonjigi (para recoger del agua) ssitgim-gut, mientras que para apaciguar el alma de quien murió lejos de casa y en consecuencia es un espíritu solitario, el rito se llama honmaji (reuniéndose con el alma) ssitgim-gut. Además, se distingue de los ritos funerarios de los chamanes de otras regiones por sus elementos artísticos. Gracias a su simple pero seductora “danza para los dioses”, la narrativa transmitida en las canciones y elementos chamánicos, el Jin-do ssitgim-gut es más que una ceremonia religiosa. Ostenta el reconocimiento del estado como Importante Patrimonio Cultural Inmaterial.

Al acercarse a las profundidades del deseo por hallar la reconciliación entre los vivos y los muertos, surgen dolorosos recuerdos del pasado.

En esta nota, el antropólogo y etnólogo francés Claude Lévi-Strauss escribió: “No han sido más exitosas que otras sociedades al negar la imagen de esta verdad: que una sociedad evoluciona de la relación entre los vivos y los muertos. Es, en su análisis final, un intento a nivel de pensamiento religioso, de ocultar, embellecer o justificar las relaciones reales que prevalecen entre los vivos”. (‘Los trópicos tristes’ por Claude Lévi-Strauss, traducido por John y Doreen Weightman, Penguin Books, p. 246).

Tal vez sea natural que Jin-do haya sido capaz de conservar esa especial cultura de sanación.

 
Lee Chang-guyPoeta y crítico literario
Ahn Hong-beomFotógrafo

전체메뉴

전체메뉴 닫기