En 1973, Kay E. Black viajó a Corea y se enamoró de chaekgeori, pinturas sobre biombos que contienen libros y demás parafernalia académica. Dedicó su vida a estudiar esta forma de arte tradicional coreano, y en junio de 2020 publicó en Seúl un exhaustivo libro, culminando el entusiasmo invertido en casi medio siglo.
Cautivada al instante ante las pinturas folclóricas coreanas, durante un viaje en 1973, Kay Black dedicó su vida a estudiar las pinturas chaekgeori hasta su muerte, en julio de 2020.
En julio llegó un libro a mi escritorio. Como reportera de arte, a menudo recibo nuevas publicaciones del sector, pero esta parecía distinta. El libro, publicado en inglés, se titulaba Pintura Ch’aekkori: un puzzle coreano. La autora era Kay E. Black.
Por curiosidad, abrí el libro y una hermosa imagen apareció ante mis ojos. Al pasar una tras otra las páginas, quedé cautivada. Me asombró que en la década de 1970, un extranjero reconociera el valor de las pinturas de la dinastía Joseon y las convirtiera en el trabajo de su vida.
Persecución de décadas
Llamé al editor para saber más sobre la autora, pero me sorprendió saber que había fallecido recientemente en Estados Unidos. “Tan pronto como se imprimió el libro, le enviamos una copia”, explicó el editor con voz de tristeza. “Estaba gravemente enferma y postrada en cama, pero supimos que se puso eufórica al ver finalmente el libro entre sus manos. Lamentablemente, falleció poco después”.
El editor me explicó que enviaron el libro a Black por correo urgente a finales de junio. Diez días después, el 5 de julio, falleció en San Francisco. Tenía 92 años.
Con la esperanza de saber más, examiné el libro con más detalle, y vi un impresionante estudio académico sobre pinturas chaekgeori. El prólogo, escrito por Ahn Hwi-joon, profesor emérito de la Universidad Nacional de Seúl, hacía una amable introducción a la autora: “Fue en otoño de 1996 cuando conocí a Kay E. Black, mientras pasaba un año sabático en la Universidad de California, Berkeley. […] Al reunirme con Kay Black, me impresionó su genuino amor por el arte coreano y su ardiente dedicación al estudio de este singular arte”.
Comencé a recopilar más información sobre la autora de varias fuentes. Supe que Black era ama de casa, y que vivía en Denver, Colorado, cuando viajó a Corea en 1973 con otros aficionados al arte. Como parte del viaje, visitó el Museo Emille. Allí fue donde vio por primera vez un biombo con una pintura chaekgeori y quedó hipnotizada al instante. Al volver a Estados Unidos, anunció a su familia que volvería a las aulas para estudiar chaekgeori, y se inscribió en el departamento de estudios asiáticos de la Universidad de Denver. Con 45 años, volvió a poner un pie en un campus universitario.
“Chaekgeori”. Yi Eung-rok (1808-1883). Siglo XIX. Tinta y pigmentos minerales sobre papel. 163 × 276 cm. Museo de Arte Asiático, San Francisco. Chaekgeori retrata naturalezas muertas sobre un panel plegable. Representa toda la parafernalia académica, como libros, cerámica, instrumentos de escritura y quemadores de incienso. Fue una forma de arte popular a finales de la dinastía Joseon. La pintura incorpora la perspectiva lineal occidental, apenas vista entonces.
Kay E. Black’s “Pinturas Ch’aekkori: un puzzle coreano”, fue publicado en Seúl en junio de 2020 por la Academia Sahoipyoungnon [Crítica social]. Es un estudio académico sobre este género de arte, y culmen de la exhaustiva investigación de la autora durante 30 años. Tapa dura, 336 páginas.
Colaboración
Chaekgeori es un género de pintura de naturalezas muertas sobre biombos, que presenta estantes llenos de libros y otros objetos como cerámicas, instrumentos de escritura y quemadores de incienso. También llamado chaekgado, era el arte tradicional de la corte real en torno al siglo XVIII, y pasó gradualmente al ámbito del arte popular a partir del siglo XIX. Durante la última década se ha revalorizado con exposiciones a gran escala, pero en la década de los 70 era un campo de investigación estéril.
Esto revaloriza que un visitante extranjero abordara el tema entonces. Desde mediados de los 80, Black investigó numerosas pinturas chaekgeori y fotografió importantes obras no solo en Corea, sino también por todo el mundo, en América, Europa y Japón. Años después, comenzó a colaborar con el fallecido Edward W. Wagner, entonces profesor de estudios coreanos en la Universidad de Harvard. Como autoridad en genealogía del período Joseon, Wagner ayudó a Black a identificar los intrincados linajes familiares de varios pintores de chaekgado. Ambos redactaron conjuntamente varias tesis en la década de 1990.
Respecto a la importancia del trabajo de Black, Ahn comentó: “Ellas [chaeokgeori] fueron comúnmente vistas como obras de pintores anónimos que reflejaban los gustos populares. Sin embargo, la autora rompió esa vieja idea preconcebida con la ayuda de Edward Wagner, al descubrir que varios artistas de la corte trabajaron en esas pinturas, que fueron impulsadas por la élite gobernante y hasta por la realeza”. Black clasificó los chaekgeori en tres tipos. Ahn añadió: “Desde los artículos previos de Kay Black y Edward Wagner, han aparecido varios estudios de eruditos coreanos que abordan el tema basándose en un mejor dominio de material literario más amplio. Aunque las ideas presentadas por Black y Wagner a veces fueron corregidas y refutadas, muchas de sus principales aportaciones siguen siendo valiosas”.
Coraje y tenacidad
Cada vez con más curiosidad sobre esta notable autora, pregunté la dirección de correo electrónico de su hija, Kate Black.
“Fue realmente el trabajo de su vida”, rewerda. “Mi madre fue un increíble modelo a seguir para mí. Ella me enseñó que puedo hacer cualquier cosa que me proponga. Cuando mi hermana y yo terminamos la universidad, dedicó 47 años de su vida a explorar la cultura y el arte coreano, y viajó por el mundo buscando chaekgeori. Respeto su coraje y tenacidad”.
Al cerrar el libro, pensé sobre los muchos días y noches que Black debió haber pasado estudiando en detalle las pinturas chaekgeori. ¿Cuántas pistas y piezas de rompecabezas no hemos visto en las imágenes? A través de su libro, Black nos insta a buscar la puerta al misterioso mundo de los chaekgeori y a reflexionar sobre nuestro fascinante legado cultural.