Los productos comprados en línea pasan por muchas manos hasta llegar al cliente. Descargar paquetes de camiones repletos es parte del proceso. El dibujante de cómics Lee Jong-chul retrata su propia experiencia y otras anécdotas de sus colegas descargando paquetes en el cómic “Kkadaegi”, publicado en 2019.
Me gradué en una escuela de arte en provincias y vine a Seúl con la mente puesta en lograr el sueño de mi infancia, convertirme en dibujante de cómics, pero sin un plan concreto. Mis padres me apoyaron económicamente por un tiempo, pero el dinero que enviaban no daba para vivir en una ciudad como Seúl. Necesitaba ganarme la vida hasta debutar como dibujante de cómics. Mi idea era trabajar cinco o seis horas y dibujar el resto del día, y me llamó la atención una oferta para un trabajo de carga y descarga en turno de mañana. ¿Sería demasiado agotador? Dudé un poco, pero el lugar de trabajo estaba cerca de mi casa y pagaban más que el salario mínimo por hora, y eso me invitó a llamar. La persona al otro lado del teléfono me preguntó si podía empezar al día siguiente. Dije que sí, y empecé a trabajar a tiempo parcial como descargador de camiones de reparto.
El dibujante de cómics Lee Jong-chul describe sus experiencias como descargador de paquetes a tiempo parcial para una empresa de mensajería en su primer cómic “Kkadaegi” (Bori Publishing, 2019). Captó gran atención en la Feria del Libro Leipzig 2019, Alemania, por un tema y singular motivo que destacan un aspecto marginal de la sociedad coreana.
Primer trabajo a tiempo parcial
Las compras online pasan por varias fases hasta llegar a la puerta del cliente. Primero, el vendedor confirma el pedido y empaqueta los artículos. Luego, una empresa asociada de reparto lleva los paquetes al almacén. Los paquetes se cargan en camiones y se llevan al centro de distribución central de la empresa de reparto, donde durante la noche son clasificados según el código postal. Los trabajadores a tiempo parcial cargan los paquetes ya clasificados en camiones, que los llevan a los centros de distribución regionales al amanecer. Una vez allí, toca descargar los camiones y los conductores de reparto los llevan al cliente.
Mi primer trabajo a tiempo parcial fue en el centro de distribución regional de una empresa de mensajería. El primer día, el gerente me preguntó si había hecho kkadaegi antes (en la jerga del sector alude a cargar y descargar paquetes de camiones). Le dije que no tenía experiencia alguna, y me presentó a otro trabajador a tiempo parcial que formaría equipo conmigo. Era un hombre de unos 50 años, de cabello canoso. Era brusco pero me explicó en detalle y paso por paso lo que había que hacer. Solo me preguntó mi apellido. Al ser un trabajo tan agotador, había alta rotación, y por tanto ni se molestó en preguntar mi nombre completo. Me llamaba Lee y yo a él Sr. Woo.
Conocí gente de todos los ámbitos: un atleta ex portero en la Liga K3; un estudiante para policía nacional; un empleado de semiconductores que se casó joven y quería mantener mejor a su familia; un hombre de mediana edad que trabajó 30 años como funcionario; y nuestro capitán, de unos 40 años, que vivía con una madre enferma. Todos tenían su propia historia.
“Latas” y fajas lumbares
Nuestro trabajo consistía en descargar las cajas de los camiones y ponerlas en una cinta transportadora. Los repartidores esperaban junto a la cinta para llevar los paquetes a sus respectivas zonas. Un camión de 11 toneladas transporta un promedio de 700 a 800 paquetes, y a veces más de 1.000. Trabajamos en equipos de dos, para descargar de cuatro a cinco camiones al día. Descargar cada camión demora entre 40 y 50 minutos. Después de un solo camión, mis piernas estaban débiles y temblorosas. Los remolques, llamados “latas”, estaban repletos y mal ventilados. Tan pronto comencé a trabajar, el polvo empezó a picarme en la nariz y la garganta y comencé a sudar como un cerdo. Entonces comprendí por qué pagaban entre 2.000 y 3.000 wones más por hora que el salario mínimo.
Comenzaba a las 7 a.m. y terminaba tras la hora del almuerzo, cuando los conductores salían a entregar los paquetes a los clientes, que esperaban ansiosos. Con el tiempo me hice amigo de los conductores. Por lo general, trabajaban desde las 7 a.m. hasta altas horas de la noche, o incluso en temporada alta, cuando la demanda aumentaba, hasta más de la medianoche. Ganaban la módica tarifa de unos 1.000 wones por entrega y nos apuraban a ir más rápido para salir antes, mientras que nosotros queríamos tomar descansos intermitentes. Eso a veces generaba conflictos.
Los espacios de trabajo en los centros de distribución generalmente son al aire libre, dejando a los trabajadores expuestos a los elementos. Hay que lidiar tanto el calor sofocante como el gélido frío. La llamada “crisis de las entregas” se repite cada año en torno a las vacaciones de Chuseok, en otoño. Es temporada alta de reparto, y caja tras caja de arroz recién cosechado, y otros productos como repollo salado para kimchi, o kimchi ya preparado, abarrotan el centro de distribución. Lo superamos con una faja ortopédica para la espalda baja.
El Sr. Woo finalmente renunció y se fue a trabajar a un mercado agropecuario a las afueras de Seúl, llevando verduras por la noche. Yo también renuncié y me fui a trabajar con él. Un día, un editor me contactó con una propuesta para una serie de cómics infantiles. Cuando conté al Sr. Woo las buenas noticias, saltó de alegría y me dijo que no volviera nunca a ese lugar y prometí que no lo haría.
Sin embargo, pronto descubrí que dibujando cómics no ganaba lo suficiente para sobrevivir, así que tuve que retomar mi trabajo paralelo en otra empresa de mensajería, aunque nunca se lo dije. “Había un joven llamado Lee Jong-chul que trabajó conmigo durante un tiempo. Se centró en sus cómics y logró su sueño: convertirse en dibujante de cómics”. Así quería que me recordara.
Un camión de 11 toneladas transporta un promedio de 700 a 800 paquetes, y a veces más de 1.000.
Trabajamos en equipos de dos, para descargar de cuatro a cinco camiones al día. Descargar cada camión demora entre 40 y 50 minutos.
Todos tienen una historia
El trabajo era más agotador de lo esperado, pero tenía ventajas. Pude conocer gente de muchos ámbitos: un atleta que solía jugar de portero en la Liga K3; un chico que estudiaba para policía nacional; un empleado de una fábrica de semiconductores que se casó joven y quería mejorar la vida de su familia; un hombre de mediana edad jubilado después de 30 años como funcionario; y nuestro capitán, de unos 40 años, que vivía con su madre enferma. Cada uno tenía su historia.
A medida que pasaba el tiempo congenié más con mis colegas y quería plasmar sus historias en cómics. Entonces comencé a escribir mis experiencias en el trabajo. Quería contar sus historias, consolarlos y apoyarlos. La culminación fue mi libro de viñetas “Kkadaegi”, que salió el año pasado.
En estos tiempos difíciles, cuando el mundo entero intenta superar una pandemia, el sector de entregas recibe una atención renovada. En la otra cara de la comodidad de obtener cualquier cosa, en cualquier momento y lugar sin interacción personal, están los miserables mensajeros con exceso de trabajo, que colapsan ante el exponencial crecimiento de las entregas y otros incidentes. Los paquetes llevan pegadas varias etiquetas de advertencia: “No lanzarlo”, “Este lado hacia arriba”, “Frágil”, etc. Un día pensé que esas precauciones no debían aplicarse solo a productos de entrega. Por eso últimamente, si me encuentro con alguien, le digo: “¡Maneja tu cuerpo y tu mente con cuidado!”
Lee Jong-chulDibujante de cómics