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2020 AUTUMN

REPORTAJE ESPECIAL

Reparto a domicilio: mirada al interior de un sector en augeREPORTAJE ESPECIAL 1Entre practicidad y lujo

En un mundo donde todo, desde la comida hasta la colada, llega a nuestra puerta, es difícil rechazar la conveniencia de los servicios de entrega a domicilio. Pero cada generación posee sus valores: los consumidores mayores tienden a ver estos servicios como un lujo, mientras que los más jóvenes los consideran parte de un nuevo estilo de vida.

¡No, otra vez no! En vez de despertarme con la cocina limpia, mi mañana comenzó con una mesa llena de sobras de patas picantes de pollo y bolas de arroz condimentadas. Furiosa, revisé el cubo de la basura. Estaba repleto, como era de esperar, de envases de comida a domicilio. Obviamente, los niños habían pedido un refrigerio nocturno mientras yo dormía.

Tenía la intención de avanzar algo de trabajo, pero de pronto me sentí agotada. Para no desperdiciar la comida, recalenté las sobras en el microondas y saqué un poco de kkakdugi (kimchi de rábano en cubos) del refrigerador. Las patas de pollo tenían un sabor divino y las bolas de arroz eran mucho mejores que las que yo preparaba. No sé si fue la sabrosa comida, pero de pronto empecé a ver todo diferente. Sí, los niños me habían dejado algo de comida aposta. De haber querido pasar inadvertidos, seguramente hubieran limpiado todo. Gracias a ellos, no tuve que preocuparme por hacer el desayuno.

Primero indignada y luego aplacada por unas patas de pollo, intenté sacar la basura pero la puerta principal estaba bloqueada. Empujé con fuerza y vi una caja de reparto a través de la abertura. ¿Qué era esto? Contenía salmón crudo con salsa, bistec con verduras e incluso saeujang, gambas en salsa de soja. Eran platos semi-cocinados: basta abrir el recipiente, verter la salsa sobre la comida y calentarla en el microondas. ¡Esos malditos niños! ¿Realmente estaban pidiendo comida que pudiera prepararse en casa?

Repartidor en las calles de Seúl. El deseo diario de los mensajeros es que no haya atascos que impidan una entrega rápida y segura. © gettyimages

Quejas y conflicto

Cuando tenía veinte o treinta años, pedir comida a domicilio era algo impensable, salvo algún plato ocasional de jjajangmyeon (fideos en salsa de frijoles negros) o alguna caja de pollo frito. Se daba por hecho que preparar la comida era una tarea diaria. Ni Internet ni la industria del reparto a domicilio estaban tan desarrollados cuando mis dos hijos eran pequeños. Ir al súper una vez por semana era necesario y el carrito familiar de la compra siempre volvía desbordado.

Cuando la entrega de artículos pesados como agua embotellada, arroz o gochujang (pasta de pimiento rojo) se convirtió en fácilmente disponible, las mujeres se sintieron liberadas de la carga de portear productos voluminosos. Para mí, la entrega a domicilio era la conveniencia de comprar sin hacer “el trabajo de campo”. Pero es distinto para mis hijos. Mediante las apps de sus móviles, no solo compran cosas de la vida diaria, sino también alimentos cocinados. Actualmente es posible ordenar platos de restaurantes famosos, donde la gente hace cola para comer. Manitas de cerdo estofadas o cerdo sazonado hervido (jokbal y bossam), intestinos de ternera (gopchang), pasteles de arroz en salsa picante (tteokbokgi), ¡e incluso pasta! Mis hijos viven en la edad de oro del reparto, pero tengo mis dudas.

Mientras ellos pedían comida de restaurantes famosos, instándome a probar uno u otro plato, mis objeciones aumentaban. Cocinar alimentos en casa significa ahorrar dinero. ¿Por qué molestarse en ordenar y pagar una costosa tarifa de envío? Para mí, el envío a casa es un tema de eficiencia, pero no puedo evitar pensar que mis hijos se entregan al lujo. Desde mi punto de vista, la comida a domicilio no es del todo bienvenida, y a veces siento que llegué aquí directamente del pasado.

Desayuno en un flash

Mientras examinaba la caja con toda esa comida fresca y varios pensamientos atropellaban mi mente, mi hija salió de su habitación.

“¡Guau! Llegó muy rápido. Mamá, pedí esos camarones en conserva que te gustan para prepararte el desayuno”. Solo tuvo que lavar las verduras envasadas y ponerlas en una bandeja de mimbre, meter el bistec en la freidora de aire y poner los camarones en un plato.

“¡Mamá! No te prometo que pueda hacer esto a menudo, pero de vez en cuando te prepararé el desayuno así. Hasta puse mi alarma para hacerlo. ¿No crees que este sitio web es fabuloso? Es un poco más caro que otros, pero su comida tiene fama de ser realmente fresca. Aunque sea un poco más caro, pedí esto especialmente para ti, que eres quien se lo va a comer. ¿Qué opinas? Tu hija es mucho mejor que tu hijo, ¿verdad?”.

Mi hija estaba contentísima de pensar que me había preparado el desayuno. Al mirar su rostro sonriente, no me atreví a regañarla y decirle: “¿Qué? ¿Ahora hasta te traen el desayuno?” En cambio suavicé mi mueca, puse una sonrisa forzada y me senté a la mesa.

“¡Mamá! Estos no son camarones en conserva comunes. Hay un buen restaurante japonés en Gangnam y los traen directamente de allí. Son caros y sé que nunca los pedirías para ti, por eso los pedí. No me preguntes el precio. No discutas. Ni siquiera preguntes. Por favor, solo disfruta de la comida, ¿vale?”

Mi hija, que me conoce mejor que yo, se adelantaba a cualquier reprimenda por malgastar dinero. Como me urgía apresurarme a probar los famosos camarones, me rendí y me metí uno en la boca. Tenía un sabor picante, probablemente debido al jengibre, y no era ni demasiado sabroso, ni muy sospechoso. Y la carne se derritió en mi boca.

La pandemia del COVID-19 disparó y mantiene la entrega sin contacto humano, al aumentar los pedidos en línea y solicitar que dejen las compras fuera de la puerta. © gettyimages

Una madre extraña

De acuerdo, no había tirado el dinero en algo inútil. Había ahorrado el dinero de su bolsillo para comprar comida y prepararse el desayuno. Si rechazaba eso, entonces sería una madre realmente extraña. En un caso así, lo mejor era simplemente disfrutar de la comida. Mientras probaba los distintos platos dispuestos sobre la mesa sonó mi teléfono.

“¡Oye, Myoung-lang! ¿Me mandaste hojas de lechuga para hacer ssam [arroz envuelto en hojas verdes]? ¿Por qué te has molestado? Las hojas de lechuga son baratas estos días. Puedo conseguirlas en el supermercado local, ¿por qué te molestaste en enviarlas?”

Era mi tía mayor, que vive en Incheon.

“Compré una caja yo misma. Preparan las hojas justo tras recibir el pedido, por lo que probablemente sean muy frescas. Y hay muchas variedades que no puedes conseguir en el supermercado. Sabía que tú no las comprarías, así que te las compré yo. ¡Disfrútalas!”

Al oírme, mi tía respondió: “Tienes razón. Nunca antes había visto algunas de estas variedades. Y son muy frescas. Muchas gracias, pero no quiero que gastes tu dinero en nosotros”. Aunque dijo sentirse mal por el dinero, me lo agradeció una y otra vez. Yo le repetí una y otra vez que estaba bien, que me agradaba hacerlo. Al ver la escena, mi hija sentada al otro lado de la mesa sonrió.

“¡Vaya, mamá! También sabes ordenar comida”.

“¿Qué, acaso crees que no sé pedir cosas?”

La miré de reojo y reí alegremente.

Para ser honesta, no me hace tan feliz que me lleven la comida a casa. Pero para aquellos que viven solos o que no cocinan muy bien, este servicio puede ser la opción más lógica.

Y pueden invertir ese tiempo de preparar, cocinar y limpiar, en hacer otra cosa.

Los jóvenes coreanos ven cada vez más la comida a domicilio para cenas especiales o de invitados, como opción práctica para eliminar la compra, preparación y cocción de alimentos. © Shutterstock

Confesión

Para ser honesta, por ahora no me hace tan feliz que me traigan la comida a casa. Pero para aquellos que viven solos o que no cocinan muy bien, este servicio puede ser la opción más lógica. Y pueden invertir ese tiempo de preparar, cocinar y limpiar, en hacer otra cosa. Además, si consideramos que preparar la comida suele ser una tarea doméstica unilateralmente impuesta a las mujeres, la entrega de alimentos a domicilio podría ser el catalizador que alivie esa carga y democratice el hogar. Quizá los hombres no tengan que depender siempre de las manos de sus esposas para preparar su comida.

Aunque las distintas generaciones todavía mantienen diversos principios sobre los servicios de entrega a domicilio, se espera que esta “nueva cultura” que ha impregnado de forma natural nuestra vida cotidiana, se convierta en una bendición para nuestro tiempo. Ante ese pensamiento, me llevé un dorado trozo de filete a la boca. 

Lee Myoung-langNovelista

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