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2020 SPRING

Reportaje Especial

Vivienda actual:moradas de sueños y deseosReportaje Especial 3Soluciones compartidas

Los exorbitantes precios de las viviendas y la pérdida del sentido de comunidad en las ciudades están cambiando la tendencia del mercado inmobiliario, y emergen soluciones que apuestan por compartir espacios y por llevar una vida más saludable, a un coste asequible.

En paralelo a las décadas de industrialización y urbanización, la vida residencial en Corea ha experimentado cambios radicales. En particular, la cultura comunitaria del pasado prácticamente ha desaparecido, pese a que solo una pared separa los hogares en los elevados complejos de apartamentos actuales. De hecho, los vecinos se han vuelto emocionalmente distantes, y encuentran incómoda la interacción.

En 1950, cuando estalló la Guerra de Corea, Seúl tenía 1,5 millones de residentes. A raíz del conflicto, la población de la capital aumentó exponencialmente. El baby boom de la posguerra, que comenzó a mediados de la década de 1950, se superpuso con un fuerte crecimiento económico que creó más y más empleos urbanos. Para 1990, la población de Seúl alcanzaba 10 millones.

La única solución para acomodar a toda esa población, en explosivo aumento, fue construir complejos de apartamentos a gran escala. Pero a medida que el valor inmobiliario aumentaba en los vecindarios más deseados, los apartamentos pasaron a ser vistos como objetos de deseo material y como inversión, más que como un lugar para vivir. También promovieron un “individualismo colectivo”, conflictos entre residentes y desconexión. Hoy, una mayor movilidad y la ruptura de lazos tradicionales entre individuos y familias han llevado a la desintegración de las comunidades.

La realidad es que, aunque las personas parecen haber acumulado más riqueza, no muchos pueden decir que sean más felices. La pérdida del sentido comunitario ree las conexiones sociales, que son las que nutren el bienestar emocional y la interacción. Para contrarrestar esa tendencia, en la década de 2010 surgieron nuevas soluciones habitacionales basadas en la convivencia, como casas compartidas y cooperativas de vivienda.

Residentes de una casa compartida que gestiona la empresa social Woozoo charlan en la sala de estar. Para crear un ambiente armonioso, la compañía valora los gustos comunes e intereses compartidos al seleccionar a los inquilinos.© Woozoo

El primer piso de la Casa Tongui-dong de la Fundación Junglim, en el distrito de Jongno, Seúl, lo ocupa la oficina de esa entidad. Los residentes pueden usarlo como biblioteca y asistir gratis a las charlas de la fundación y a otros eventos.© Kim Yong-kwan

Hogares unipersonales

Los hogares de una y dos personas subyacen a los rápidos cambios en la cultura de la vivienda de Corea. Hasta la década de 1980, el número de hogares individuales era estadísticamente insignificante. En 2018 sumaban como el 30 por ciento de todos los hogares, y si añadimos el número de hogares con dos personas, hablamos de más del 40 por ciento, tendencia que seguramente crecerá.

El número de casas vacías también ha aumentado constantemente. En 2019, había 1,4 millones de hogares desocupados y abandonados en todo el país, con casi 3.000 solo en Seúl. Durante mucho tiempo, comprar una casa fue un objetivo de por vida para muchos coreanos. Sin embargo, el desglose de la vida familiar, el aumento del número de hogares de solteros y de parejas sin hijos, y los exorbitantes precios inmobiliarios, han afectado al deseo de comprar una vivienda. Las unidades residenciales se consideran cada vez más como lugares para usar, en vez de para poseer. Como reflejo de esta percepción cambiante, la cantidad de estudios y micro-apartamentos para una persona (officetel) en edificios de usos múltiples ha aumentado considerablemente. Al multiplicarse estas soluciones habitacionales, a su vez, ha aumentado el aislamiento social.

El co-housing (un tipo de vivienda compartida) disminuye el aislamiento social sin sacrificar la privacidad. Aunque aún no es un concepto muy extendido, los últimos años ha ido ganando terreno y se prevé que tenga una mayor expansión. Algunos ejemplos notables incluyen la Casa Tongui-dong de la Fundación Junglim, la Casa Uhjjuhdah de la Oficina de Arquitectos SAAI y las viviendas administradas por Woozoo.

Gran parte de las casas compartidas son edificios remodelados. Pero la casa Tongui-dong en el distrito de Jongno, en el centro de Seúl, fue diseñada y construida específicamente para co-housing. La Fundación Junglim y el estudio de arquitectura Seoul Social Standard se tomaron su tiempo para reflexionar sobre un eficiente uso de los recursos, y minimizar las molestias que pudieran surgir al vivir con extraños.

Tongui-dong House tiene tres plantas y siete habitaciones entre el segundo y tercer piso. Para maximizar el espacio compartido de cocina, sala de estar y baños, redujeron el tamaño de las habitaciones, pero todas poseen una gran ventana y un espacio eficiente de almacenamiento.© Rooming

El co-housing disminuye el aislamiento social sin sacrificar la privacidad.

 

Aunque aún no es un concepto muy extendido, los últimos años ha ido ganando terreno y se prevé que tenga una mayor expansión.

Distribución de recursos

El estilo de vivienda actual preferido por los solteros es un officetel, que generalmente incluye un dormitorio, cocina y baño en un pequeño espacio. Sus ocupantes tienen total privacidad y no necesitan interactuar con los vecinos. Pero los edificios de co-housing fomentan la interacción y las relaciones comunitarias, pues estas mini-viviendas no son tan independientes.

Por ejemplo, la casa Tongui-dong tiene capacidad para siete personas. El dormitorio privado de cada residente es relativamente pequeño. Se hizo así para dejar más espacio a una gran cocina comunitaria de más de 10 pyeong (unos 33 metros cuadrados), donde los residentes pueden socializar y compartir comida, si así lo desean. Los baños y la lavandería también son zonas comunes, y dejan más espacio para los salones.

En su libro de 2015 Cómo prosperar en la Próxima Economía: diseñar hoy el mundo del mañana, el futurólogo John Thackara cita a los psicólogos de la Universidad de Harvard al describir que los humanos se inclinan más a cooperar que a competir por recursos limitados. Él predice que la economía compartida se convertirá en una constante en nuestras vidas futuras, y que el valor de uso (la utilidad de un producto básico), superará el valor de cambio (el precio de mercado del producto básico). Un entorno de vida comunal evita que los inquilinos tengan que comprar artículos para el hogar, como electrodomésticos de cocina, por ejemplo, porque los muebles son compartidos, lo que reduce el desperdicio.

Los edificios de unidades residenciales pueden sentirse desolados cuando sus ocupantes se marchan durante la jornada laboral. Pero los edificios de uso mixto, que albergan tanto a residentes como locales comerciales, como una cafetería o una tienda, ofrecen mayor frecuencia de oportunidades para interactuar entre los residentes.

La Fundación Junglim ocupa el primer piso de la Casa Tongui-dong, que usa ese espacio para foros y reuniones. La fundación también recibe las entregas de los inquilinos cuando están fuera y, como sus luces están siempre encendidas, los inquilinos pueden sentir como “si la familia les recibiera” al llegar por la noche.

 

Los residentes de la Casa Yongdu-dong se relacionan en una fiesta en la cocina ycomedor comunales. Seis hogares comparten este espacio co-living al este de Seúl. Cuenta con un pequeño teatro, una librería-cafetería, una biblioteca y una sala de estudio para niños, entre otros espacios comunes.© Fundación Junglim

Comunidad libre

¿Se puede considerar el co-housing como una comunidad? Quizá no, pero eso es en última instancia un punto discutible. Lo que la vivienda compartida busca restaurar no es la comunidad per se, sino un cierto “sentido de comunidad”. En la Corea preindustrial había mucha menos movilidad, por lo que las familias, amigos y conocidos tendían a quedarse en su zona de origen. Se involucraban en los temas de los demás, a menudo hasta el punto de considerarse entrometidos, según los estándares actuales. La vivienda compartida aspira a un sentido de comunidad que adopte las virtudes de la vida tradicional, pero rechace sus aspectos negativos. Esta es una “comunidad libre” donde sus integrantes no se sienten solos o aislados, y se ayudan mutuamente si es necesario, al tiempo que mantienen cierta distancia. Por ejemplo, no cabe esperar que aquellos que comparten un edificio de apartamentos lleven a un vecino enfermo al hospital. Pero en una comunidad libre, idealmente, sus integrantes sí actuarían ante una situación así.

En el co-housing, mantener el respeto por la privacidad personal es de suma importancia. En consecuencia, en Tongui-dong House, las áreas comunes privadas y compartidas están separadas en diferentes pisos. También se exige que los residentes cumplan normas de la casa, como guardar los zapatos en armarios individuales, en vez de dejarlos afuera en la entrada común, o usar la lavandería solo durante las horas designadas. Incluso a veces los propios residentes establecen las reglas que consideran oportunas.

Curiosamente, aquellos residentes que optaron por este modelo esperando una comunidad más unida o ansiosos por crear lazos íntimos, son generalmente los que antes se marchan, después de un corto plazo. A día de hoy, las personas desconfían de una proximidad excesiva. Esa es una de las razones por las que la empresa de viviendas compartidas Woozoo apuesta por reunir a inquilinos con intereses similares, como casas para futuros empresarios o mujeres aficionadas al béisbol.

Centro de vecindad

Además de las casas compartidas para personas solteras, las cooperativas de vivienda para familias de dos o más integrantes también aumentan constantemente. El caso más exitoso es Sohaengju (literalmente “casa feliz con comunicación”) en la villa del monte Seongmi, al oeste de Seúl, donde conviven nueve hogares. Mientras que generalmente los constructores suelen crear una casa o un edificio de apartamentos primero, y luego buscan los inquilinos, los residentes de esta villa participaron en la construcción de sus casas desde la etapa de planificación y diseño. Los gustos individuales, como disponer de ático o terraza, se acomodaron lo mejor posible a las preferencias, para dar a cada unidad un carácter único, como si fueran casas independientes. Hay espacios separados para cuidado de niños, comidas y reuniones comunitarias. Cada hogar pagó el precio de un pyeong (3,3 metros cuadrados) por esos espacios comunes. También hay un trastero colectivo, donde los residentes pueden guardar las cosas que usen con poca frecuencia, y el edificio además alberga tres empresas comunitarias.

Terminada de construir en 2018, Yongdu-dong House, al este de Seúl, es una residencia co-living para seis hogares: una pareja de 70 años, otras parejas de 30 a 40 años, una familia con cuatro hijos y otra de tres hijos. Comparten cocina, lavadero y pequeña biblioteca. Probablemente, el mayor atractivo de estas casas comunitarias orientadas a la familia sea el cuidado infantil compartido. Los niños juegan y duermen libremente en la casa de los demás, y los adultos cuidan de los niños de otras familias.

Otro objetivo de Yongdu-dong House es crear vecindad, ser centro de vecindario. Entre los residentes hay un profesor de idioma coreano para estudiantes extranjeros; estos estudiantes comen en la cocina compartida y estudian en la biblioteca. Del mismo modo, si los padres no pueden recoger a sus hijos de las guarderías debido al trabajo, los maestros los llevan hasta la zona común, donde pueden jugar con otros niños hasta que regresen a casa.

La belleza de lo pequeño

 

 

¿Cómo es la casa de grande? ¿Está ubicada en un buen distrito escolar?¿Cuánto se revalorizará? La mayoría de los coreanos haría este tipo de preguntas para determinar el valor de una casa. Sin embargo, recientemente, cada vez más personas quieren construir una casa pequeña pero singular, donde llevaruna vida más simple.

Muy pocos coreanos viven en la casa de su infancia. Si sus padres no hubieran podido comprar una casa, la familia habría tenido que mudarse constantemente cada dos años, a medida que expirasen los contratos de arrendamiento. Y si los padres hubieran comprado una casa y su valor hubiera aumentado, probablemente la habrían vendido para mudarse a otra casa más grande y bonita, o a un mejor distrito escolar, para aumentar las posibilidades de sus hijos de ir a una mejor universidad.

Seroro es una residencia de cinco pisos sobre una parcela de 33,7m² junto al Muro de la Ciudad de Seúl, en Changsin-dong, distrito de Jongno, Seúl. Como su nombre indica, la casa es una coreografía vertical. Cada piso ofrece un espacio distinto. De abajo hacia arriba son garaje, sala de trabajo, cocina, dormitorio y vestidor y baño.Cortesía de “Monthly Green Friendly House”

Redefinir valores

La “casa maní” (casa dúplex) surgió en los medios de comunicación coreanos hace unos 10 años, como atractiva opción a los apartamentos estándar. Un dúplex alude a dos unidades de vivienda idénticas, unidas entre sí y separadas por una pared común (chalet adosado). El nombre proviene de la imagen de dos cacahuetes en una cáscara, y es la opción más barata para aquellos que desean construir una casa unifamiliar, pues los dos hogares dividen el coste del terreno y la construcción.

La gente se sintió atraída por el concepto de crear un espacio vital de carácter singular a precio asequible. Los adosados ganaron popularidad particularmente entre aquellas familias cansadas de vivir en apartamentos, o entre parejas jóvenes con valores distintos a la generación anterior, o parejas de ancianos cuyos hijos se habían independizado. Comenzaron a construir pequeñas casas con patio en modestas parcelas de tierra compradas en la ciudad, o en terrenos económicos en los suburbios.

Con una gran cocina, un acogedor ático y una biblioteca o sala de música, cada casa refleja el carácter personal de sus ocupantes, como si fuera un traje a medida diseñado por sus dueños. La mayor satisfacción proviene de vivir en una casa única en su estilo y que no podrán ver en ningún otro lugar, rompiendo abruptamente con la costumbre de vivir en apartamentos clonados y sin personalidad.

 

 

Expansión vertical

Estas pequeñas casas pueden adoptar gran variedad de formas y diseños en base a la topografía de los sitios donde se ubican, al entorno y la estructura familiar de sus habitantes, así como a sus preferencias.

La mayoría de las personas que optan por una casa pequeña no son particularmente acaudaladas. Pero comprar un terreno y construir una casa con un presupuesto acotado conlleva ciertos inconvenientes. Como el terreno es limitado, la solución para aumentar el espacio habitable es construir verticalmente. Para las parejas, una casa de dos pisos puede ser suficiente, pero las familias con niños necesitan más espacio. Un ático o una división sobre plano para agregar más altura a una habitación, pueden ser opciones viables.

Al pasar del amplio diseño horizontal de una casa tradicional de un solo piso, a una “casa maní” de dos pisos, la escalera puede actuar como pasillo. Las habitaciones de los niños y de los padres suelen estar en pisos separados, para garantizar más privacidad. En un apartamento de una altura, los niños adolescentes cierran sus puertas para tener algo de privacidad, pero esto resulta innecesario si las habitaciones están en pisos diferentes. El diseño a dos niveles crea espacios únicos, cada uno con un encanto singular, y facilita la interacción familiar al conectar efectivamente las zonas separadas.

Park Seong-taeDirector Ejecutivo, Fundación Junglim

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