La atracción que los coreanos sienten desde siempre por el monte Paektu y el monte Kumgang alberga otros motivos al margen de su excepcional belleza escénica. Ambas montañas ostentan un especial significado histórico, cultural y artístico para la nación. Para los surcoreanos, especialmente, estas colinas emplazadas en el Norte son objeto de anhelo y dolor.
Turistas surcoreanos toman fotos de Chonji, el lago del cráter en la cima del monte Paektu. A caballo entre la frontera de la provincia de Ryanggang de Corea del Norte y la provincia china de Jilin, el monte Paektu es la montaña más alta de la cordillera Baekdu Daegan, que recorre 1.400 kilómetros hacia el sur a lo largo de la península. Actualmente, los surcoreanos solo pueden visitar dicha montaña a través de China.
Nací y crecí en la mitad sur de un país dividido, donde en mi juventud recibí una intensa educación anticomunista. Corea del Norte, según me indicaban mis profesores, estaba gobernada por un régimen títere, con campos de trabajo y una extrema pobreza. Los exámenes académicos incluían con frecuencia preguntas sobre el Movimiento Chollima del Norte, que obligaba a las personas a trabajar sin cesar al igual que el caballo epónimo que galopa 1.000 lis (aproximadamente 400 km) en un solo día, así como sobre el sistema “uno de cada cinco hogares” bajo el cual se asignaba a cada cinco familias un miembro del Partido de los Trabajadores para vigilar sus vidas diarias. De vez en cuando, los periódicos informaban de una invasión armada de la guerrilla y enviaban a estudiantes en grandes grupos a exposiciones donde se mostraban granadas, machetes y otras armas confiscadas a los guerrilleros.
Una educación anticomunista
En la clase de música, no obstante, cantábamos: “Vamos al monte Kumgang con sus 12.000 picos. Qué bellos y maravillosos son”. Y en nuestro libro de texto de coreano leíamos un ensayo sobre un viaje a la misma colina, llamado “El deleite infinito de la montaña” (Sanjeong muhan), e imaginábamos la belleza de sus bosques, cascadas, nubes, niebla y rocas. Como el paisaje cambia completamente según las estaciones, nos decían que la montaña tiene cuatro nombres diferentes. Kumgang (también deletreado Geumgang), que significa “diamante”, es el nombre para la primavera, cuando los 12.000 picos están cubiertos de verdes hojas y flores frescas que brillan como la más preciada de las gemas.
No es menor la fascinación que despierta el monte Paektu. De hecho, se menciona al comienzo del himno nacional coreano: “Hasta el día en que el monte Paektu se desgaste y el mar del Este se seque, Dios protegerá y bendecirá a nuestro amado país”. Bajo el actual estado de división, este verso podría interpretarse como la ilusión de que un poder sobrenatural velará por esta tierra durante un período ilimitado de tiempo, hasta que se seque el Mar del Este de la mitad sur y el Monte del Norte Paektu quede erosionado.
Con la meseta de Kaema rodeando la cumbre cual falda acampanada de mujer, el monte ha preservado el misterio de los bosques primitivos. Su nombre Paektu (también deletreado Baekdu, que significa “cabeza blanca”) deriva de la apariencia del área de la cumbre, cubierta con depósitos de piedra pómez blanca. Situada a caballo entre la frontera que separa China y Corea del Norte, el nombre chino de la montaña es Changbai, que significa “blanco perpetuo”. Con sus majestuosos riscos y el lago caldera Chonji o “lago del cielo”, conocido por ser el más profundo de su categoría en el mundo, la montaña ha evocado desde siempre el espíritu expansivo de la nación coreana. Sin embargo, parecía existir solo de forma simbólica como “el santuario espiritual de la nación”, más bien abstraída por la tentadora advertencia de que ya no podíamos visitarla.
No obstante, la historia ha seguido su curso, abriendo nuevas puertas a estos lugares ocultos. En 2002 finalmente puse un pie en el monte Kumgang, en un pintoresco valle flanqueado por colinas escarpadas. Y varios años después me planté en la cima del monte Paektu, desde donde pude observar las aguas del lago Chonji.
Un paisaje desconocido pero elegante
El comienzo de la historia que estamos contando podría ser la visita del fundador del Grupo Hyundai, Chung Ju-yung, a Corea del Norte, cuando llevó cabezas de ganado a modo de obsequio. Nacido en el actual territorio norcoreano, Chung llegó al sur a la edad de 17 años después de robar el dinero que su padre había ganado vendiendo una vaca. Con el botín comenzó un negocio que ha crecido hasta convertirse en el actual conglomerado. En 1998, el magnate de 83 años negoció con el Gobierno del Norte y acordó su regreso a esa tierra para promover la paz en la península dividida. Cruzó la zona desmilitarizada a través de la aldea fronteriza de Panmunjom, liderando un convoy de camiones que transportaban 500 cabezas de ganado, que según dijo era el pago del dinero que le había robado a su padre décadas atrás. En noviembre de ese año, el Grupo Hyundai inició un negocio de turismo que permitía a los ciudadanos surcoreanos viajar al monte Kumgang. Dos años después, el entonces presidente surcoreano Kim Dae-jung y el presidente de la Comisión Nacional de Defensa de la RPDC, Kim Jong-il, se reunieron en Pyongyang y adoptaron la histórica “Declaración conjunta del 15 de junio”.
La “política de los rayos solares” del presidente Kim Dae-jung continuó descongelando una relación que durante años había sido de hielo entre las dos Coreas. Uno de los resultados más notables fue la decisión de que los atletas y animadoras de Corea del Norte participaran en los Juegos Asiáticos de 2002, en la ciudad surcoreana de Busan, algo sin precedentes desde la división del país. Casualmente, en el mismo año se celebraría la Copa Mundial de la FIFA en el Sur. De este modo, planearon que un grupo de representantes de los sectores cultural, artístico y deportivo realizara una “ceremonia del amanecer para orar por el éxito de la Copa del Mundo y los Juegos Asiáticos”. Como cuando éramos niños en edad escolar mi generación se había movilizado para tantos eventos públicos, como adulta mi primera respuesta a cualquier tipo de evento iniciado por el gobierno era la repulsión. Sin embargo, ¡solo podía pensar en que iríamos al monte Kumgang! Cuando me invitaron al evento me alegré mucho de haberme convertido en novelista.
Una montaña con un espléndido paisaje que cambia cada temporada, el monte Kumgang era principalmente inaccesible para los surcoreanos tras la división territorial en 1948. En 1998 se abrió un programa de viaje transfronterizo para permitir a los surcoreanos visitar la montaña por vía marítima, pero fue suspendido en 2004. Los viajes por tierra comenzaron en 2003 pero se detuvieron en 2008.
¿Qué era esa suave emoción que recorrió mi cuerpo la primera vez que puse un pie en el suelo de Corea del Norte? ¿Y el incómodo deleite que sentí en mi primera conversación con una persona norcoreana? ¿Y de dónde provenía esa energía débil pero vigorizante que me envolvió durante un paseo solitario a lo largo del valle del monte Kumgang? Como entusiasta del senderismo, he escalado muchas montañas en Corea del Sur, pero el “monte del diamante” no se parecía a ninguna otra. Su belleza no me resultaba familiar, pero tenía la sensación de que la había anhelado.
Algunos miembros del grupo se quejaron de que las consignas de propaganda grabadas en las rocas por todos lados arruinaban el paisaje. Otros encontraron incómoda la rigidez con la que fuimos tratados por los norcoreanos. Sin embargo, en la noche, cuando mirábamos los picos a lo lejos mientras nos sumergíamos en las calientes aguas termales, o recorríamos las suaves curvas de la costa que se extiende a lo largo del área de Haekumgang (“diamante de mar”), todos esos sentimientos negativos quedaban en el olvido. Y también disfrutamos de las frecuentes risas de la gente local a la que le encantaba bromear, el licor de arándano y la cerveza Taedonggang.
Mi segunda oportunidad para visitar Corea del Norte llegó tres años después, en 2005, cuando se celebró la Convención de Escritores de Corea en el monte Paektu. Fue un evento histórico que reunió por primera vez a 200 literatos de Corea y el extranjero. A pesar de que el proyecto fue difícil desde el principio, el deseo de reunirnos con nuestra propia gente era igual de intenso.
Cruzando la frontera
Menos de una hora después de que el vuelo de Air Koryo despegara de Seúl, aterrizamos en el Aeropuerto Internacional de Sunan en Pyongyang. Fue un viaje absurdamente corto en comparación con mi anterior visita al monte Kumgang por mar, que me provocó mareos durante toda la noche. En la parte superior del edificio del aeropuerto había un letrero con el nombre de la ciudad, Pyongyang, en caracteres rojos. Y a cada lado había fotografías del fallecido expresidente y fundador Kim Il-sung. En la entrada, la gente de Corea del Norte nos recibió entre aplausos.
Los escritores no destacan, en general, por las actividades de grupo. Además, se trataba de una reunión de personas que habían llevado vidas dispares bajo diferentes sistemas políticos, y lo que ansiábamos mostrarnos los unos a los otros no era lo mismo que desearíamos que nuestros interlocutores quisieran ver. Por encima de todo, la diferencia de valores fue una fuente constante de tensión, conflictos y malentendidos. Por ejemplo, los surcoreanos situaban los focos de sus cámaras en el paisaje rural porque les recordaba a sus pueblos de origen en la década de 1970 y actuaban movidos por la nostalgia; pero era una grave descortesía hacia los norcoreanos, para quienes probar la superioridad de su sistema era una cuestión de orgullo y respeto hacia sí mismos.
La conversación se dirigió más tarde a la homogeneidad lingüística de las dos Coreas. Aunque habíamos estado divididos durante 60 años con escasos intercambios, no tuvimos problemas para conversar entre nosotros, excepto al utilizar palabras de origen extranjero.
El monte Paektu bajo la luz del amanecer
La Convención de Escritores de Corea estaba programada al amanecer, con el objetivo de que pudiéramos ver el sol naciente desde la cima del monte Paektu. La mayoría de los pasajeros iban dormidos en el autobús, máxime tras la larga velada de alcohol donde habíamos celebrado nuestra amistad y la última noche del viaje. Tuve la sensación de ser la única que permanecía despierta.
Estaba demasiado nerviosa como para tener sueño ante la perspectiva de presidir la ceremonia en la cumbre. No obstante, gracias a mi estado de vigilia pude observar la inolvidable escena que transcurría ante mis ojos: la belleza de los bosques que se despertaban bajo la luz crepuscular. Entre las curvas del recorrido, el bosque de abedules blancos dio paso a un bosquecillo de alerces, de cuyos troncos escamosos brotaban todo tipo de flores en su máxima plenitud. El agua era cristalina y las rocas oscuras creaban extrañas siluetas aquí y allá. Finalmente llegamos a la cumbre y nos paramos en el Changgunbong (“pico general”), cuando el magnífico sol se elevó sobre las azules aguas del lago Chonji. Un escritor del Norte dijo: “Hace un día muy bueno. El clima es muy variable en los tramos más altos de esta montaña. He subido aquí cinco veces, pero es la primera vez que veo la salida del sol”.
Escritores del Norte y del Sur recitamos allí poemas, gritamos consignas juntos, y nos tomamos fotos en las que posamos con los brazos sobre los hombros de los otros. Más tarde, un ensayo sobre el evento recordó lo que había dicho un escritor del Sur: “Eliminen en silencio ese feo alambre de púas”, a lo que un escritor del Norte respondió diciendo: “Cuando las personas se unen mentalmente, incluso los cielos ceden”. En ese momento creíamos que se podría escribir una nueva historia a pesar de las dificultades a las que habría que enfrentarse en el camino.
El ambiente optimista continuó. El año siguiente se inauguró la Asociación Conmemorativa del 15 de Junio de escritores de Corea del Norte y del Sur en una ceremonia celebrada en el monte Kumgang. También estaba la “Noche literaria en el monte Kumgang”, donde escritores de ambos lados se encontraron una vez más. En la montaña se operaban visitas por tierra, así que esta vez no tuvimos que sufrir los habituales mareos del barco. Tomamos un autobús y cruzamos la frontera hacia el Norte a lo largo de la costa este. Una vez más disfrutamos de cereales, vegetales, carne y bebidas producidos allí. Intercambiamos bromas sobre cuáles de nuestros libros serían más populares entre los norcoreanos si la nación se reunificara algún día. También nos reconfortamos mutuamente diciendo que para nosotros, los escritores de un idioma minoritario, la reunificación sería la única forma de ampliar el número de lectores.
En 1998, Chung Ju-yung, presidente honorario del Grupo Hyundai, inició el intercambio no gubernamental y la cooperación económica entre Corea del Norte y Corea del Sur cruzando la línea del armisticio para visitar el Norte, entregando 1.001 cabezas de ganado.
Escritores de Corea del Sur se toman una fotografía de grupo para conmemorar la Convención de Escritores de Corea de 2005 celebrada en Corea del Norte.
En 2008 publicaron una revista literaria con los trabajos de escritores de Corea del Norte y Corea del Sur llamada “Literatura Reunificada” (Tongil munhak), un boletín de la Asociación Conmemorativa del 15 de Junio que contiene 33 obras, como cuentos, poesía, ensayos y críticas. Afortunada por el hecho de que incluyeran un cuento corto mío, logré obtener una copia de la revista, que finalmente había visto la luz tras muchas complicaciones. Puse el ejemplar en mi estantería junto a la antología de un poeta norcoreano que había recibido como regalo en Pyongyang. Como autora de libros que han sido traducidos a múltiples idiomas, he tenido a menudo la oportunidad de conocer a lectores extranjeros en ferias internacionales de libros y eventos literarios. Eso era una cosa, pero otra diferente era pensar que mis libros fueran a ser leídos por norcoreanos. Sentí como si estuviera extendiendo torpemente mi mano y desechando por fin el yugo de mi larga educación anticomunista.
¿Qué fue esa suave emoción que recorrió mi cuerpo la primera vez que puse un pie en suelo de Corea del Norte? ¿Y el incómodo deleite que sentí en mi primera conversación con un norcoreano?
Sin embargo, más tarde, en el mismo año, las relaciones entre Norte y Sur se enfriaron rápidamente, en parte debido a un accidente que involucró a una turista de Corea del Sur en el monte Kumgang. Mientras daba un paseo de madrugada, la mujer penetró en un área militar de Corea del Norte y fue mortalmente disparada por un centinela. El programa de visitas al monte Kumgang, que había crecido constantemente hasta atraer a más de un millón de visitantes en 2005, se suspendió de forma inmediata. La entrada al complejo alpino, nombrado por el diario estadounidense Foreign Policy uno de los principales destinos turísticos que los ciudadanos de Estados Unidos no podían visitar, quedó completamente cerrada a los surcoreanos. Durante los siguientes diez años quedó interrumpido el diálogo entre el gobierno del Sur y el del Norte. En esta tensa atmósfera, el proyecto de visitas turísticas recibió fuertes críticas por haber ayudado a las finanzas del estado enemigo. Al final, sin embargo, volvieron a abrir la entrada.
En abril de este año tuvo lugar una cumbre intercoreana en Panmunjom. Los líderes de Corea del Norte y del Sur caminaron hacia el puente peatonal en la frontera y se sentaron en unos bancos, donde hablaron en privado durante 30 minutos. El paseo fue retransmitido en vivo, pero lo único que pudimos oír fue a unos pájaros cantando. Al día siguiente, un medio de prensa intentó usar las técnicas de lectura de labios para espiar la conversación. Otro informe, que me agradó aún más, explicaba el ecosistema de la región, identificando la llamada de cada ave. Tengo la sensación de que no estaba sola al imaginar que los pájaros cantaban para anunciar una era de paz.
Entonces pensé en el monte Kumgang y el monte Paektu. Después de mis viajes allí, había visitado otras montañas: el Campamento Base del Annapurna, el Camino de los Incas a Machu Picchu y las Montañas Rocosas durante un viaje de camping, así como el Parque Nacional de Yellowstone y el Gran Cañón. Estos espectaculares paisajes me impresionaron, pero no los hallé tan cdores como el paisaje de las dos grandes montañas de Corea del Norte.
La historia posterior a la división
En mi biblioteca hay dos colecciones de fotografías que muestran el paisaje de Corea del Norte. Una de ellas se titula “Las montañas y los ríos de Corea del Norte”, de Hiroji Kubota, fotógrafo de Magnum, que contiene instantáneas tomadas en 1979 para la revista japonesa “Sekai”. Kubota fue el cuarto ciudadano nipón en escalar las colinas de Corea del Norte. En el epílogo del libro escribió: “El monte Paektu, epítome de una majestuosa montaña continental, y el monte Kumgang, un icono de la propia Asia: me sentí abrumado por la vitalidad de la Madre Naturaleza manifestadas por las dos montañas”.
Publicó el libro en 1988 el diario Hankyoreh, un periódico progresista fundado aquel año gracias a donaciones del público. Sacar a la luz esa obra requirió una cierta dosis de coraje en un momento en que la Guerra Fría aún continuaba y Corea del Sur estaba gobernada por una dictadura militar. Los lectores estaban entusiasmados con el libro y no dudé en comprar un ejemplar al precio de 30.000 wones, una cantidad suficiente para comprar 300 paquetes de los populares fideos ramyeon. Los paisajes de las fotografías, con leyendas como “El lago Chonji con hielo flotando en el agua incluso a principios de verano”, “Valles de fuego con sus hojas de otoño” o “Árboles cubiertos con un glaseado de hielo en un bosque primigenio”, eran hermosos y espectaculares, por supuesto. Pero lo que más me emocionó fue que las imágenes eran las vistas más recientes de las dos montañas inalcanzables.
Otra colección fotográfica que habita en mi estantería es “El monte Paektu”, publicada en 1982 por DPRK Pictorial en Pyongyang. La compré cuando asistí a la Convención de Escritores de Corea. A diferencia de las imágenes tomadas por Kubota, que se vio obligado a trabajar con restricciones de tiempo y permisos, este libro presenta todos los sutiles cambios de las cuatro estaciones, y las fotografías, con un alto grado de detalle, son más personales y variadas. Aunque desde el punto de vista artístico el nivel es muy inferior, me declaro enamorada de las vidas de las personas a las que estas fotografías capturaron como si fueran el paisaje mismo.
En el segundo libro la diferencia más notable es su acercamiento a las montañas. La primera página no muestra ninguna de las dos colinas, sino al “Gran líder Kim Il-sung”. La siguiente página muestra el monte Paektu como un sitio histórico de luchas contra los japoneses. Solo entonces el libro ofrece una espléndida variedad de imágenes de paisajes capturados en las dos célebres montañas. En Corea del Norte, el monte Paektu se aprecia como una joya de belleza natural, pero es igual de importante su valor histórico como un sitio en el que tuvieron lugar luchas por la independencia. Como fue hogar de un campamento secreto del Ejército Revolucionario del Pueblo Coreano, la montaña tiene muchas estatuas conmemorativas, torres y estelas, así como lugares preservados de las casas y campamentos de las guerrillas. A lo largo de las décadas transcurridas desde que Corea quedó dividida, el monte se ha desarrollado como un lugar sagrado que simboliza la propia historia moderna del pueblo norcoreano, una historia que es diferente a la del sur. Si no comprendemos esto, es posible que no estemos preparados para acceder a esa tierra.
En la actualidad hago muchos planes de viaje con mis amigos. Prometimos que, si un día reabren el ferrocarril que permita cruzar la frontera Norte-Sur y seguir hasta Rusia y Europa. Y además quiero regresar al monte Paektu, no a través de China sino directamente por ferrocarril. Soy consciente de que hará falta mucho tiempo y comprensión. Pero seguro que podremos esperar un poco. ¿No es así?
Recorridos por la Paz y la Reconciliación
La Zona Desmilitarizada (DMZ) es una franja de tierra de aproximadamente 4 km de ancho y 250 km de longitud que se prolonga de oeste a este a lo largo de la Línea de Demarcación Militar (MDL) que divide la península de Corea. Tras finalizar la Guerra de Corea con un armisticio, la línea de demarcación se estableció como frontera y la aldea de Panmunjom, donde se selló el acuerdo, se convirtió en el Área de Seguridad Conjunta y el único paso entre las dos Coreas. Panmunjom y las instalaciones de tregua en la frontera atraen hoy a casi tres millones de visitantes cada año dentro y fuera del país.
Un grupo de norcoreanos visita Panmunjom, el único paso en la zona desmilitarizada que divide las dos Coreas. Los surcoreanos que deseen visitar la aldea de la tregua a través del llamado “turismo de seguridad” deben solicitarlo con al menos 60 días de antelación en el Servicio Nacional de Inteligencia.
En su libro “Este tipo de guerra” (“This Kind of War”), el historiador y columnista estadounidense Theodore R. Fehrenbach describe de la siguiente manera el momento en el que se creó la zona desmilitarizada con el acuerdo de alto el fuego firmado en Panmunjom el 27 de julio de 1953: "A las 10:01 firmaron el primero de dieciocho documentos preparados por cada lado. Les llevó doce minutos rubricarlos todos. Posteriormente, todos y cada uno de los presentes se levantaron y salieron del edificio, sin hablar".
La DMZ es la última frontera de la Guerra Fría. Esta tierra marcada por la tragedia, que parecía destinada a permanecer como un símbolo de la división, comenzó de repente a hablar de paz. En Panmunjom, la localidad del armisticio y la división perpetua de Corea, el pasado abril el presidente surcoreano, Moon Jae-in, y el presidente de la Comisión de Defensa Nacional de la RPDC, Kim Jong-un, firmaron la “Declaración de Panmunjom para la paz, la prosperidad y la unificación de la península de Corea” y prometieron trabajar juntos para traer la paz a la región.
La imagen de los dos líderes caminando por la pasarela de la frontera fue una escena de alta carga dramática que cautivó a las audiencias de todo el mundo. Ese día anduvieron uno al lado del otro, sobre la pasarela de un azul vivo en combinación con el alegre verde del bosque, y se sentaron en una pequeña mesa de madera que había en un extremo. Durante la transmisión en vivo de la reunión no se escuchó una sola palabra ni hubo música de fondo. Solo se oían los gritos sonoros de los zorzales y las vibrantes respuestas de los pájaros carpinteros de cabeza gris.
Cuatro palabras clave
Es posible comprender la importancia de la DMZ a partir de cuatro aspectos principales. Primero, es un tesoro ecológico nacido de la Guerra Fría. En la naturaleza, la sucesión ecológica no obedece a los deseos humanos. Los campos y arrozales del pasado se han convertido en humedales que proporcionan un hábitat a una especie muy rara de ciervos acuáticos. A pesar de la destrucción de la guerra y la larga confrontación militar, la naturaleza ha hallado una manera de recuperarse y mantenerse.
Según las estadísticas publicadas en junio de 2018 por el Instituto Nacional de Ecología, la zona desmilitarizada alberga 5.929 especies de vida silvestre, entre ellas 101 en peligro de extinción. Sin embargo, no fueron las manos humanas las responsables de que el campo de batalla volviera a ser un fértil bosque. Más bien se interpusieron en el camino de la naturaleza erigiendo barreras, enterrando minas e incluso rociando productos defoliantes. En este sentido, la DMZ, con su capacidad natural de adaptación, podría considerarse un “jardín sagrado”.
En segundo lugar, la DMZ es todo un museo viviente de la guerra. Cuando la llanura al otro lado del río Imjin “se desplazó” justo antes de que el ejército chino lanzara una gran ofensiva durante la Guerra de Corea, los soldados británicos que aquí luchaban debieron recordar dolorosamente una escena de “Macbeth”, donde se advierte al protagonista de que se prepare para la guerra en caso de que el bosque se mueva. Al fin y al cabo, la DMZ es un documental de guerra épico y lleno de los recuerdos de los soldados de 63 países que lucharon y cayeron en esta tierra.
Además, el lugar fue testigo de importantes eventos históricos. El estado de Taebong, instaurado por Gung Ye (? -918) al final del período de Silla, tenía su capital en la Cheorwon de hoy y las reliquias vinculadas permanecen dentro de la zona desmilitarizada. Más tarde se fundó aquí Goryeo antes de que se estableciera la capital en Kaesong. Alrededor de cuatro siglos después, Joseon se fundó en Kaesong antes de que finalmente la capital fuera trasladada al actual Seúl.
Con un ecosistema prístino preservado durante décadas, las áreas alrededor de la Zona Desmilitarizada llevan las cicatrices de la Guerra de Corea, recordando a los visitantes la amarga realidad de una nación dividida. Cada año, más de tres millones de personas visitan estas áreas.
Puentes en Panmunjom
La cuarta clave para entender Panmunjom son sus puentes. Inmediatamente después del acuerdo de armisticio, la Comisión de Supervisión de las Naciones Neutrales construyó un puente de madera en el pantano a lo largo de la Línea de Demarcación Militar al este de Panmunjom para acortar el camino entre las salas de conferencias. Como subproducto de la Guerra Fría, la pequeña pasarela se ha convertido en un símbolo de paz. La “Declaración de Panmunjom del 27 de abril” incluye una promesa de hacer de la zona desmilitarizada un cinturón de la paz y, en esa línea, la caminata de los dos líderes sobre la pasarela parece ser el primer paso.
Otra historia sobre un puente en Panmunjom data de hace cuatro siglos. En 1592, el rey Seonjo de Joseon huía hacia el norte, perseguido por soldados japoneses que habían invadido la costa sur y avanzaban hacia el interior. Cuando el rey llegó a la pequeña aldea y encontró el río inundado e intransitable, los aldeanos derribaron las puertas hechas de paneles de madera (neolmum) y formaron un puente sobre el río para el monarca. A partir de entonces, el pueblo se llamó Neolmun-ri, que significa “aldea de la puerta del panel”, hasta que se cambió el nombre a Panmunjom por los caracteres chinos del mismo significado, tal y como propusieron los delegados chinos durante las conversaciones de alto el fuego.
Pasos hacia la paz
Además, una vez hubo un puente simbólico que cruzaba la Línea de Demarcación Militar. En noviembre de 1984, Vasily Yakovlevich Matujok, un guía turístico de la Embajada de la Unión Soviética en Pyongyang, buscó asilo después de cruzar la Línea de Demarcación Militar corriendo entre los edificios donde la Comisión del Armisticio Militar celebraba una conferencia. Otra mediática escapada hacia el sur tuvo lugar en noviembre de 2017, cuando un soldado norcoreano desertó rebasando la línea y fue herido por disparos desde el Norte.
En junio de 1994, el ex presidente estadounidense Jimmy Carter visitó Corea del Norte cruzando a través de Panmunjom para intervenir en la primera crisis nuclear de ese país. Unos años más tarde, el fundador del Grupo Hyundai, Chung Ju-yung, viajó al Norte dos veces, en junio y octubre de 1998, cada una de ellas con un obsequio de 500 reses en un convoy de camiones, en lo que probablemente haya sido el más espectacular “puente de la paz” desde la división.
En tiempos más recientes, el llamado “turismo de seguridad” ha atraído a un creciente número de visitantes de Corea y del extranjero que recorren Panmunjom y el área de la zona desmilitarizada. Sin embargo, el acceso sigue siendo reido. En todo caso, a pesar de todas las restricciones muchas personas deciden visitar Panmunjom para experimentar este legado único de la Guerra Fría, un emplazamiento histórico que les permite reflexionar sobre el significado de la guerra y la paz.
Eun Hee-kyungNovelista
Ham Kwang-bok Director del Instituto DMZ de Corea