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2017 AUTUMN

REPORTAJE ESPECIAL

La cocina coreana: de las estufas de barro a la realidad virtualREPORTAJE ESPECIAL 1 La cocina tradicionaL coreana: metáfora de las vidas de las mujere

Edificada a finales del siglo XIX, la antigua casa de Park Gyeong-jung es un destacado ejemplo de las casas coreanas tradicionales que quedan en Naju, en la provincia de Jeolla. Destaca por su tamaño y estructura la cocina, con gruesas vigas de madera y huellas del tiempo en las paredes manchadas de hollín que le dan un impresionante aspecto. Desde la perspectiva de la sociología de género, la casa arroja luz sobre otros aspectos de la vida ocultos tras el reclamo de las virtudes arquitectónicas.

En la casa del Park Gyeongjung en Naju, en la provincia de Jeolla del Sur, la esposa de Park y la hija mayor de la familia, Kang Jeong-suk, sacan la sopa de la olla de hierro de la antigua cocina. En una cocina tradicional coreana, donde la cocción y la calefacción se producen a la vez, el horno de la estufa debe estar a nivel inferior que los conductos de humos que pasan bajo el piso de las habitaciones adyacentes. Para lograrlo, en esta casa hubo que hacer una zanja cavando en el piso de la cocina. El carbón se usaba en los braseros, como se ve en el primer plano, dentro de la casa.

Vistas desde el exterior, las viviendas tradicionales coreanas son dignas y elegantes. Sin importar si se trata de lujosas residencias o de casas humildes con techo de paja, todas son elegantes y atractivas a su manera. Aunque ya casi no existen las antiguas chozas de las clases bajas, en el caso de las viejas residencias de la nobleza permanecen algunas de ellas, exhibiendo la distinguida belleza de las casas tradicionales.

Sin embargo, cuando se analiza su interior, estas atractivas residencias antiguas parecen plantear importantes problemas para la vida moderna. Son especialmente hostiles para las mujeres, que están a cargo de las tareas domésticas en la mayoría de los hogares. Los residentes de estas viviendas, por lo general el hijo mayor del linaje principal de una familia y su esposa, que asumen la responsabilidad de mantener el legado de sus antepasados, a menudo admiten que es difícil vivir en ellas sin llevar a cabo algunas renovaciones. En la mayoría de los casos, la cocina es el primer espacio a reformar.

La cocina de una casa tradicional coreana estaba diseñada para que la calefacción y la cocción de los alimentos pudieran funcionar al mismo tiempo. Se quemaban madera y ramas en el horno debajo de la estufa de cerámica, que enviaba el aire caliente a través de conductos subterráneos para calentar el suelo, mientras el ambiente de la sala también cogía temperatura gracias al calor de convección. Las ollas de hierro de la estufa se utilizaban para cocinar arroz y otros platos. Se trataba de un sistema muy eficiente en un momento en que las fuentes de combustible eran escasas.

Cuando se construyeron estas casas siglos atrás, era la solución arquitectónica óptima para las condiciones naturales y ecológicas de la época. La cocina también se creaba aplicando una variedad de conocimientos científicos y tecnologías disponibles en aquel entonces. Poco a poco, sin embargo, el desarrollo tecnológico en las áreas de combustible, herramientas y equipos conllevó profundos cambios en el estilo de vida de las personas. De este modo, a día de hoy puede parecer imposible aferrarse a la antigua forma de vida en una casa tradicional sin modernizar la cocina.

El toque humano aporta vitalidad

Recientemente tuve la oportunidad de visitar la antigua casa de Park Gyeong-jung, que destacaba por su estilo y tamaño entre las antiguas residencias que quedan en la región de Honam, en el suroeste de Corea. En el mismo sitio donde vivía en una casa con techo de paja su ancestro de sexta generación Park Seung-hui (1814-1895), el de cuarta generación Park Jaegyu (1857-1931) edificó la imponente mansión inspirada en el palacio real. Park Gyeong-jung, el hijo mayor de la familia del clan, vive hoy en la casa y se encarga de ella. Explica que la construcción separada de los cuartos interiores y los exteriores comenzó en 1884, pero no fue hasta 1930 cuando se completó todo el complejo al agregarse el resto de las estructuras auxiliares. Era asombroso ver que una casa de tal tamaño había sobrevivido, en gran medida intacta, a las guerras y al tumulto social de las décadas siguientes.

Cuando me detuve en el patio y miré la casa, me llamó la atención una cocina nueva y moderna. Ubicada en un edificio separado, la nueva cocina presentaba un sorprendente contraste con la vieja adyacente al anbang (dormitorio principal) en los cuartos interiores. Me dijeron que la cocina y el comedor habían sido construidos en un cobertizo al lado oeste de las habitaciones interiores cuando Yim Myo-suk, la madre de Park y la más anciana nuera de 14ª generación de la familia de clanes, se volvió demasiado delicada para usar la cocina antigua.

La vida de una casa solo tiene continuidad cuando la gente vive en ella. Si nadie habita una vivienda, no importa cuál sea su valor, ésta no es más que un museo. Por lo tanto, una casa ha de ser renovada para acomodar el estilo de vida contemporáneo, en la medida en que no se inflija un daño excesivo a la estructura original, para que la familia pueda ocuparla generación tras generación. En este sentido me pareció destacable la antigua casa de la familia Park, ya que ha mantenido su dinamismo sin perder su elegancia original, y la cocina moderna en el nuevo cobertizo parecía simbolizar esa perenne vitalidad.

La cocina se extiende al resto de la casa

La vieja cocina vista desde la puerta trasera en la oscuridad. Tiene dos puertas que se enfrentan para un acceso conveniente y una mejor ventilación. El estrecho banco de madera justo en el interior de la puerta de atrás es donde las mujeres se sentaban para descansar y comer. Los estantes del lado derecho de la puerta principal eran para almacenar leña.

Las historias de las mujeres que a lo largo de varias generaciones cuidaron de esta casa permanecen en el lugar donde ellas tanto tiempo pasaron. La vieja cocina, con sus rasgos originales intactos, habla íntimamente de las vidas de las generaciones de nueras de esta familia, que iban y venían constantemente.

Para preparar la comida de cada día, las mujeres siempre estaban ocupadas en la cocina y su alrededor. Sacaban agua del pozo en el patio de enfrente para lavar el arroz y las verduras, e iban de un lado a otro a la terraza donde se almacenaba un surtido de condimentos, pescado salado y kimchi. En consecuencia, el pozo y la terraza se podían considerar como una extensión de la cocina en la que todas ellas contribuían a la vida culinaria de la familia.

Además, el cobertizo donde se guardaba el grano y el almacén de alimentos eran edificios complementarios a la cocina. El maru (sala con suelo de madera) de los cuartos interiores también funcionaba como parte de la cocina con un gran cofre de arroz colocado en una esquina y platos de repuesto, utensilios y mesas portátiles apilados en los estantes de la pared. En definitiva, todos los cuartos interiores desempeñaban algún rol que hoy se atribuye a la cocina.

Esto era así, y no solo en la casa de los Park. La estructura típica de una vivienda tradicional resultaba en un uso tan flexible del espacio porque la cocina coreana implica una variedad de ingredientes básicos que se preparan a gran escala y esto requiere una cantidad considerable de espacio. Al hacer suficiente kimchi para pasar el invierno o preparar estacionalmente condimentos básicos como el ganjang (salsa de soja), doenjang (pasta de frijol) y gochujang (pasta de pimiento rojo) las mujeres ampliaban los límites de la cocina, a menudo incluso hasta el dormitorio principal.

En este tipo de ocasiones y durante las temporadas de vacaciones, las partes más cálidas de las habitaciones con ondol (climatización en el suelo) estaban ocupadas por una colección heterogénea de cubetas con tapas y cuencos que albergaban misteriosos contenidos. En el umbral del invierno, cuando la gente preparaba el kimchi hasta la primavera, se amontonaban en el patio más de cien piezas de col a la espera de ser lavadas y saladas en enormes vasijas. Desde aquellos días la cantidad de kimchi que cada hogar hace para el invierno ha disminuido significativamente bajo la influencia de los grandes cambios en la demografía y la dieta de los coreanos, así como del nuevo entorno residencial que rara vez aportaba este tipo de grandes espacios abiertos.

En una casa tradicional los procedimientos básicos para cocinar tenían lugar dentro de la cocina, pero cuando era necesario también se utilizaban otros lugares como el patio, los dormitorios y el pasillo de madera en los cuartos interiores. En cierto modo toda la casa funcionaba como una cocina, lo que demuestra cuánto trabajo doméstico las mujeres hacían en el pasado y lo duras que debían ser sus vidas.

Fuera de la puerta trasera de la cocina hay una terraza con 40 o más tinajas de diferentes tamaños. Situada en un lugar soleado, para facilitar la fermentación de la salsa de soja, la pasta de soja, la pasta de pimiento rojo y otros condimentos, la terraza es una plataforma construida con guijarros y losas de piedra, levantada a unos 20-30 centímetros para un buen drenaje.

El persistente olor del humo

La chimenea de barro es un dispositivo que deja salir el humo del horno de la cocina, mientras que envía el aire de nuevo al interior de la chimenea para alimentar el fuego. Tiene agujeros en las cuatro direcciones para facilitar la salida de humo.

Durante mi trabajo de investigación de campo a mediados de los años 80 en una aldea rural de Naju, encontré a la nuera más anciana de un cabeza de familia de clan. Recogí su rutina diaria de la siguiente manera:
“Para Unamdaek [seudónimo que significa “una mujer casada del pueblo de Unam”] el día comienza a las cinco de la mañana, cuando se despierta y prepara el fuego en la cocina. La cocina es un lugar espacioso con leña apilada en una esquina y un mortero de piedra junto a una piedra de molino en otra, además de un enorme cubo de agua extraído del pozo en el suelo. Hay dos agujeros para las grandes ollas de hierro en la estufa sobre el horno, y ella se agacha frente a éste para encender un fuego”.

“Antes de desayunar, ofrece un bol de agua limpia a Jowang, la diosa de la cocina, para rezar por la salud y bienestar de su familia. La señora introduce el arroz, lavado y puesto en agua la noche anterior, en una olla de hierro para hacerlo al vapor y servirlo con algunos platos adicionales en la mesa del desayuno. Al ser la familia principal de un clan en una situación acomodada, ella solía contar con muchas manos de ayuda. Sus cuñadas y sus hijas también llenaban la cocina y fue hace apenas 10 años cuando la familia comenzó a disminuir hasta su tamaño actual.

“Después de desayunar, sale a trabajar la tierra y regresa a casa al atardecer, donde sigue igual de ocupada o más, ya que tiene que disponer en el patio los granos y verduras traídos de los campos y más tarde preparar la cena en la cocina”.

Pensé que su cabello gris y el hollín podían ser dos expresiones de una misma cosa, el producto de su sacrificada labor en los fogones. La falda de la anciana estaba impregnada del olor a hollín de la cocina, que sus hijos recordarían como el olor de su hogar.

Gran parte de la sala frente al dormitorio principal la ocupan muebles de cocina, incluyendo tarros de cerámica y cajones de arroz. Las estanterías altas en las paredes se usan para almacenar bandejas, mesas portátiles de comedor y platos no utilizados. En una casa tradicional coreana, la sala en los cuartos interiores es una extensión de la cocina.

La cocina antigua era oscura y estaba cubierta de hollín, pero en realidad se trataba de un lugar limpio y ordenado. Como se utilizaban ramas de madera y de pino para hacer un fuego con el que cocinar los alimentos, el humo de la estufa de cerámica había ennegrecido las paredes y el techo. El cabello gris de Unamdaek, sentada frente a la estufa, marcaba un peculiar contraste con las paredes cubiertas del negro hollín. En ese momento pensé que su cabello gris y el hollín podían ser dos expresiones de una misma cosa, el producto de su sacrificada labor en los fogones. La falda de la anciana estaba impregnada del olor a hollín de la cocina, que sus hijos recordarían como el olor de su hogar.

En 1992, Unamdaek finalmente renunció a la vieja casa y construyó una nueva con una cocina moderna. En lugar de hacer un fuego para cocinar el arroz en una estufa de cerámica, decidió usar gas para cocinar y aceite para la calefacción.

Lentos cambios a lo largo de un siglo

Durante la modernización de Corea en el siglo XX el país pasó por radicales cambios políticos, sociales, económicos y culturales que también transformaron la vida cotidiana y los arquetipos de pensamiento de la gente. Hace apenas 10 años la cocina se consideraba el espacio de la mujer, pero esto ya no ocurre a día de hoy. Ahora la palabra favorita de muchos jóvenes para designar esta estancia es jubang, que significa “sala de cocina”, en lugar de bueok, que evoca la imagen de un lugar anticuado o subdesarrollado.

A lo largo del último siglo Corea ha sido testigo de un cambio constante y de una modernización en la cocina. Como la cocina ha sido durante mucho tiempo el lugar que ha representado la vida de una mujer, ya sea de forma general o metafórica, debemos prestar más atención a los cambios espaciales y estructurales que se produjeron durante este período; unos cambios impulsados por el desarrollo de la tecnología científica y la actividad comercial. En suma, el funcionalismo y la racionalidad arraigados en la doctrina científica han facilitado mucho más las tareas domésticas. Sin embargo, ha sido un camino accidentado: el adecuado desarrollo de las infraestructuras urbanas llevó mucho tiempo y la estructura de los hogares individuales tuvo que ser completamente alterada.

El abastecimiento de agua comenzó a llegar a las ciudades a finales de la década de 1950, pero tardó otros 30 años en alcanzar las cocinas de todos los hogares. El uso de fuentes eficientes de combustible, un requisito indispensable en las cocinas modernas, era otra tarea pendiente ya que hasta la década de 1970 todavía se usaban las briquetas de carbón, incluso en las ciudades. No fue hasta la siguiente década, la de 1980, cuando finalmente se separaron los sistemas de energía para cocinar y para la calefacción.

La modernización de las cocinas coreanas a lo largo de todo el siglo pasado se aceleró en gran parte por la voluntad de mujeres como las de la casa de Park Gyeong-jung y Unamdaek. Estas mujeres trataron a su manera de mejorar sus condiciones de vida, soñando con transformar su rutina diaria, aunque fuera de forma limitada. Me gustaría decir a nuestras hijas que todo fue posible gracias al pensamiento racional de las mujeres normales y corrientes que trataban de hacer más cómodo y eficiente su ambiente familiar.

 

 

La dedicación de la señora de la casa, clave para un hogar ordenado

Entrevista con Kang Jeong-suk, señora de la casa de Park Gyeong-jung

La antigua casa de Park Gyeong-jung, que visité un día a principios de verano, es la residencia de un erudito confuciano de finales de la Dinastía Joseon (1392-1910). En un rincón del patio, las hojas de color verde oscuro de los árboles de té parecían aún más frescas tras haber perdido todas sus flores blancas. Detenida en el patio, me maravillé al observar la hermosa casa y la dedicación de la señora a la hora de mantener esta antigua vivienda tan limpia y ordenada. Entonces el dueño de la casa, heredero de XV generación del cabeza de familia del clan, y su esposa, Kang Jeong-suk, me dieron una cálida bienvenida.

Kang Jeong-suk, dueña de la casa Park Gyeomg-jung, prepara comida en su nueva cocina construida en un ala separada.

Hahm Han-hee: La casa está muy ordenada a pesar de ser tan grande y vieja. Me pregunto cómo se las ha arreglado para cuidar y gestionar una residencia de este tamaño.
Kang Jeong-suk: Mi suegra, que falleció hace siete años, se pasó la vida trabajando duro. Yo trabajaba fuera de casa, dirigiendo un jardín de infancia, por lo que ella se encargaba de gran parte de las tareas domésticas y me ayudaba todo el tiempo dentro y fuera de la cocina.
Hahm: Usted habla como si su suegra lo hiciera todo, pero su vida matrimonial en este gran clan familiar probablemente no ha sido fácil.
Kang: Cuando me casé pasé a formar parte de una familia numerosa junto con el abuelo de mi marido, el padre, la madre y cinco hermanos que vivían aquí. Aunque su abuela ya había fallecido, el abuelo recibía a muchos invitados que visitaban la casa.

Poco después de mi boda se celebró un jesa (rito ancestral) para el abuelo de la quinta generación en el quinto día del primer mes lunar, así que tuve que prepararme para ello tan pronto como me mudé a la casa. Incluso ahora tenemos más de 20 ritos ancestrales todo el año, algunos de ellos en pleno verano. Anoche celebramos un rito para el tatarabuelo de mi marido; otro para su abuelo cae el 22 de julio y en agosto tendrán lugar los dedicados a su padre y su madre.
Hahm: Desde hace mucho tiempo se ha dicho que la tarea más importante de la nuera mayor en una familia de clanes es “llevar a cabo ritos ancestrales y recibir a invitados”. En una familia tan grande, los interminables ritos debían de ser una tarea difícil a los que una nueva esposa ha de hacer frente, pero usted habla de esos días de hace 40 años con mucha indiferencia, como si todo hubiera sucedido ayer. Para acoger tantos ritos ancestrales debía necesitar una gran cocina.
Kang: Justo después de casarme la familia seguía usando la cocina original. El agua se sacaba del pozo con un cubo. A diferencia de la mayoría de las otras casas en aquel tiempo, teníamos un desagüe dentro de la cocina. Era un buen de­sagüe, lo que nos facilitó las cosas. Aún en estos días de vez en cuando usamos la vieja estufa de leña para grandes eventos: nos sirve para prepararnos para las celebraciones importantes y los ritos estacionales, cocer huesos para hacer carne de res, hervir la salsa de soja y cosas de este tipo. Sin embargo, no usamos la cocina vieja para preparar arroz en nuestras comidas diarias porque la estufa echa mucho humo.
Hahm: ¿Qué le llevó a instalar una cocina moderna en la casa?
Kang: Preparar el fuego, cocinar arroz y llevar a cabo a la vez muchas otras tareas domésticas. Era muy difícil hacer todo eso en la vieja cocina, así que hace 20 años construimos un cobertizo con la nueva.

La vida cotidiana de las mujeres de esta familia nos lleva a pensar nuevamente en la belleza de las casas tradicionales coreanas. Al escuchar sus historias es difícil limitarse a admirar las casas solo como un valioso patrimonio arquitectónico de nuestros antepasados. Tal vez deberíamos primero elogiar a las mujeres por preservar estas viviendas tan poco eficientes con su paciencia, perseverancia y pensamiento creativo. Parece claro que la mentalidad de la señora y su dedicación son las virtudes que mantienen la elegancia y el orden en el hogar, permitiendo a los visitantes apreciar el legado de la arquitectura tradicional.

Hahm Han-heeProfesora de arqueología y antropología cultural, Universidad Nacional de Chonbuk
Ahn Hong-beomFotógrafo

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