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2017 SPRING

REPORTAJE ESPECIAL

Bodas: formas coreanas de dar el sí REPORTAJE ESPECIAL 4El futuro del matrimonio

el concepto de matrimonio está experimentando un cambio radical. la distancia geográfica importa menos que nunca para las parejas enamoradas, mientras que el deseo de mantener la independencia en la relación se fortalece.

A la 1 a.m., hora en que la gente se vuelve más melosa, un sinfín de historias entran en la cabina donde realizo una sección de consejos, en un programa de madrugada en radio FM. Desde la primavera pasada, a través de conversaciones íntimas con los oyentes, he comprendido que algunas cuestiones sobre el amor y las relaciones reflejan un nuevo modus vivendi de nuestro tiempo, donde las personas están conectadas las veinticuatro horas del día mediante las redes sociales.

La idea de la distancia en el amor

En el pasado, solíamos separarnos de los viejos amigos tras la graduación para unirnos a una nueva comunidad y forjar un nuevo conjunto de relaciones. Hoy en día, sin embargo, no hay necesidad de separarse de nadie sólo por la distancia geográfica. Esto opera incluso entre las parejas rotas; pues el algoritmo de las redes sociales nunca nos deja solos.

Algunos amigos me dicen que han visto a sus ex en la lista de otros amigos en Facebook o KakaoTalk. Una amiga me dijo que estuvo mal durante varios días, tras ver que Facebook le recomendaba a la novia de su ex como posible amiga. Sintiéndose como un acosador (involuntario, por supuesto), miró en la cuenta de esa mujer y descubrió que pronto iban a casarse (noticia que ella realmente no deseaba oír).

En tanto, el aumento de las relaciones a distancia es otra nueva tendencia. Las historias de parejas que viven lejos -en Tokio y Seúl, por ejemplo- llegan a menudo a mi espacio de radio. Pero también hay muchas parejas enamoradas que se separan solo cuando uno de ellos se va al extranjero para estudiar o realizar un intercambio laboral. Vivir separados entre Seúl y Tokio es un caso mejor que el de la mayoría, ya que no hay diferencia horaria entre ambos países. Pero… ¿qué pasa con las parejas que viven entre Londres y Seúl? ¿O entre Seúl y São Paulo? Actualmente, las relaciones a larga distancia no se limitan a parejas no casadas. Conozco a una pareja casada cuyo marido vive en Seúl y la esposa en Pohang; y otra cuya esposa está en California y el marido en Nueva York.

Una de mis amigas de Seúl tenía un novio que vivía en Ámsterdam. Un día, ella fue a reunirse con él allí y se quedó tres meses. A medida que se aproximaba la fecha de expiración del visado, tuvo que regresar a Seúl. En el aeropuerto, su novio pensó en una forma para estar juntos más tiempo y le sugirió solicitar la “visa de novios", un mecanismo legal que impide deportar a los prometidos de diferentes nacionalidades. Hoy en día, casi el 50 por ciento de las parejas afirman estar en contra del matrimonio en Europa, donde la distinción entre casarse y convivir se ha difuminado.

¿Y qué hay de los coreanos? La continua recesión económica del país ha llevado a muchos jóvenes a renunciar a tres de las cosas que solían considerarse “importantes” en la vida: el empleo, las citas y el matrimonio -de ahí proviene la expresión sampo sedae , que significa “generación triplemente resignada”. Al presumir que la institución del matrimonio no va a cambiar, muchas parejas deciden renunciar a casarse porque esa decisión no mejorará para nada sus vidas, al menos en términos económicos. ¿Quién desearía casarse si el matrimonio implica vivir bajo la carga de un préstamo bancario? El amor ya no es el único problema del matrimonio, desde que dicha institución se ha visto afectada por una serie de cargas sociales, incluidas los derivados de bienes raíces y finanzas.

Esta amiga, psiquiatra, era firme en su opinión. Afirmaba que tener una aventura era la única solución para superar la carencia de sexo que la lejanía impone a una pareja. Mantenía que la mayor virtud que precisan las parejas actuales a larga distancia es una dosis apropiada de indiferencia, para no intentar saber demasiado sobre sus parejas.

Un nuevo tipo de unión

El escritor alemán Erich Kastner afirmaba: “La geografía es la ruina del amor”. Casi todos los países del mundo tienen dichos o refranes similares para describir ese efecto, como “ojos que no ven, corazón que no siente”; pero… “¿Cuánta distancia puede tolerar el amor?”

En la primera semana del Año Nuevo, en mi programa de radio abordé nuevamente el tema de las relaciones a larga distancia. Dos enamorados, que ni siquiera se habían separado aún, ya estaban aterrorizados por la distancia temporal y geográfica que habría entre ellos. Deseaban casarse, pero se preguntaban si saldría bien, intuyendo el fracaso por adelantado. Quiero preguntarles: “¿Acaso el amor se completa solo con el matrimonio? ¿Implica el matrimonio estar juntos todo el tiempo?”. El matrimonio en nuestra era ha de ser distinto al de antaño, al igual que también han cambiado las condiciones de vida. En una entrevista con la periodista coreana Ann Hee-kyung, afincada en EE.UU., Zygmunt Bauman hizo una declaración interesante:

“¿He mencionado al novelista francés Michel Houellebecq? Es un hombre muy sabio que escribió sobre la distopía. Su libro La posibilidad de una isla representa una imagen siniestra de lo que nos espera, en contraposición a la utopía; y explica cómo vamos a terminar si seguimos con las tendencias actuales. En cuanto alamor, afirma que muchas parejas tendrán solo un compromiso medio con sus relaciones, no tanto por la distancia geográfica, sino porque todos queremos gozar de intimidad pero al mismo tiempo conservar nuestra independencia. Es algo que se escucha mucho en las películas americanas: “Necesito mi propio espacio”. No es más que una súplica que hacemos a otros para que permanezcan lejos, para que nos dejen solos. Esa es la ideología de nuestro tiempo”.

Según Bauman, la “dependencia” se considera una condición vergonzosa hoy día. Por extensión, implica que los votos matrimoniales -que comprometen a depender unos de otros en los buenos y en los malos tiempos, ya sean ricos o pobres- se están convirtiendo en un anacronismo. En nuestro tiempo, ese énfasis lo relegamos a la autonomía.

Ahora el amor proviene de lugares distintos a los de antes. Queremos estar conectados 24 horas al día, pero la presencia física o real es una especie de fortaleza propia. Al conectarnos sólo en línea, mantenemos una existencia solitaria. Queremos estar conectados porque nos sentimos solos, pero también queremos ser libres para ir a cualquier parte. El problema es que la estabilidad es incompatible con la libertad. La libertad estable es un oxímoron. No hay libertad sin riesgos, y la estabilidad necesita una comunidad.

Por estas razones está surgiendo un nuevo tipo de enlace llamado “semi-cohabitación”. Muchos de mis amigos de Internet mantienen sus relaciones gracias a que preservan su propio espacio, y viven juntos o separados cuando surge la necesidad. Una pareja de la isla de Jeju vive así: el marido en Hyeopje y la esposa en Pyoseon, trabajan y viven por separado en días laborables, pero se encuentran el fin de semana. Por supuesto, se llaman o se ven cuando es preciso. Afirman haber encontrado el equilibrio, un perfecto término medio en su 12º año de matrimonio. La cantidad apropiada de libertad y el grado óptimo de estabilidad sirven como estímulo para su relación. Esta pareja ha descubierto la distancia precisa para mantener encendida la llama de su amor.

Mientras, “la graduación del matrimonio” es un término acuñado recientemente en Japón. Es un concepto diferente del divorcio, pues implica que los cónyuges permanecen casados, pero viven vidas independientes, sin interferir cada uno en la del otro. La graduación del matrimonio supone una vida mucho más independiente que la semi-cohabitación.

La mayoría nos casamos sin apenas saber nada sobre la institución del matrimonio. Es como enamorarse sin haber aprendido nada sobre el amor. De hecho, lo poco que sabemos sobre el amor son en su mayoría mitos que bordean la superstición.

Mi propio espacio

La mayoría nos casamos sin apenas saber nada sobre la institución del matrimonio. Es como enamorarse sin haber aprendido nada sobre el amor. De hecho, lo poco que sabemos sobre el amor son en su mayoría mitos que bordean la superstición. Amor a primera vista. Amor que llega sin esfuerzo. Amor en un momento mágico, donde todo es tan natural que uno siente con toda su alma que esa persona es la suya… Son ilusiones creadas por películas, novelas y dramas televisivos.

Si explorásemos lo que constituye el “amor duradero" con la mitad de interés que celebramos “el amor en ciernes”, experimentaríamos el amor de una forma totalmente distinta. Lo mismo ocurre con el matrimonio. Tal vez, este tema ya ha sido suficientemente abordado por el escritor Alain de Botton. En su ensayo “Casarse con la persona equivocada”, publicado en la web “Libro de vida”, describe en detalle cómo un hombre o una mujer normal se convierte en un lunático impaciente y desconsiderado:

“Si estamos solos y nos enfurecemos no gritamos, ya que no hay nadie para escucharnos, y por tanto pasamos por alto la verdadera y preocupante potencia de nuestra capacidad de enfado. O gastamos el tiempo sin aprehender nada, porque nadie nos llama para ir a cenar, igual que solemos trabajar mecánicamente para aumentar el control sobre nuestras vidas, mientras podríamos crear un verdadero infierno si alguien intenta detenernos. Por la noche, todo lo que recordamos es lo dulce que sería acurrucarnos con alguien, pero evitamos la ocasión de tener a ese alguien al lado, pues comenzaríamos a volvernos fríos y extraños si alguna vez nos llega a parecer que nos estamos comprometiendo demasiado. Uno de los mayores privilegios es mantener la propia ilusión halagüeña de que uno es, en verdad, una persona muy fácil para convivir. Con un nivel tan bajo de comprensión sobre nosotros mismos, no es de extrañar que no estemos en posición de saber a quién debemos cuidar”.

De Botton enfatiza valientemente que una pregunta estándar en cualquier cita temprana debería ser: “¿Cómo, estás loco?” ¡Yo no podría estar más de acuerdo! Al pedirle que defina el matrimonio, podría pensar en más de 30 expresiones, pero la que inmediatamente me viene a la cabeza es la siguiente: El matrimonio significa que fallarás a cada momento, sabiendo muy bien por adelantado que será así. Esto puede sonar exagerado, pero no lo es. Dicho esto, el consejo más realista que puedo dar es: el matrimonio es en realidad una opción sobre si puedes o no soportar el dolor. En el matrimonio, tu pareja probablemente te infligirá una clase de dolor que nunca imaginaste. Por tanto, la decisión de casarse equivale a determinar si la persona con la que vas a casarte merece la pena; si merece el esfuerzo de soportar ese dolor. Nadie puede evitar ser herido en la vida. Aun así, al menos podemos elegir a la persona que va a infligirnos ese dolor. Así, nos sentiremos menos infelices. Después de todo, la más honesta declaración que puedo hacer sobre el matrimonio es que tolerarlo será a veces mucho más difícil sino estamos realmente enamorados.

¿Casarse o no casarse? Esa podría ser una de las preguntas más complicadas de una relación, junto con “¿tener o no tener hijos?” y “¿pueden los hombres y las mujeres ser sólo amigos?”. Sin embargo, lo que he aprendido durante mis más de 15 años de matrimonio es que la vida no permite estar a caballo entre dos opciones sin elegir ninguna. Cualquier elección es intrínsecamente exclusiva y cruel, ya que significa soportar las consecuencias de primar una cosa sobre otra. Además, está claro que cualquiera que sepa cómo vivir solo podrá convivir con otra persona. Probablemente, no sólo los escritores necesiten un espacio propio. (Traducido por javier castañeda)

Baek Young-okNovelista

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