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Guardians of Heritage

2021 SUMMER

Puntadas celestiales con hilos den corazó

La maestra de bordado Choi Yoo-hyeon ha trabajado incesantemente con hilo y aguja durante siete décadas. Es reconocida por llevar el bordado coreano a un nuevo nivel con sus técnicas creativas y sus interpretaciones a gran escala de pinturas budistas.

“Buda Sakyamuni” (detalle) de “Budas de los tres mundos”. 257 × 128 cm. Hilo de seda sobre seda.
La maestra bordadora Choi Yoo-hyeon comenzó a crear versiones de pinturas budistas a mediados de los ‘70. Representando a los budas del pasado, presente y futuro, “Budas de los tres mundos” es una obra maestra que tardó más de 10 años en completar. © Seo Heun-kang

Cualquiera puede apreciar la belleza de una exquisita pieza de bordado, pero no todos podrían soportar el tedioso y agotador proceso de dar puntada tras puntada durante las interminables horas que requiere su producción. Esto destaca en el bordado tradicional, generalmente de ela-borado proceso y técnica diversa, y enfatiza el espíritu subyacente.

“Si fuera arduo y tedioso para mí, ¿cómo podría haber dedicado mi vida al bordado? Bordo porque me encanta y lo disfruto, además de intentar evitar que la artesanía tradicional desaparezca por com¬pleto”, explica Choi al preguntarle si no es una tarea demasiado agotadora.

Y prosigue: "Tengo más de 80 años. Cuando era joven, la costura era parte importante de las tareas del hogar. Las familias confeccionaban su propia ropa y preparaban manteles nupciales adornados con bordados a mano. Soy la menor de siete hermanos y aprendí bordado como algo natural, porque es lo que siempre hacía mi madre. Comenzó a interesarme más cuan¬do elogiaron una pieza que hice como tarea escolar. Hubo un tiempo en que bordaba más de 20 horas al día, sin siquiera comer ni lavarme”.

Entrenamiento formal
A los 17, Choi Yoo-hyeon tuvo la suerte de conocer a Kwon Su-san, entonces renom¬brada artista de bordado, y comenzó su entrenamiento formal. Cuando asumió el oficio como profesión, el bordado tradicio¬nal coreano se vio eclipsado por el de esti¬lo japonés, que formaba parte de la forma¬ción profesional de la mujer. Universidades femeninas y escuelas de costura enseñaban destrezas para la vida diaria. Las profesoras eran mayormente mujeres que habían estu¬diado en Japón, tendencia que continuó tras la liberación nacional en 1945.

En la década de 1960, Choi abrió una escuela de bordado y comenzó a estudiar el bordado tradicional coreano para revivirlo y preservarlo. Sus esfuerzos consistían en aplicar diseños tradicionales a los artículos del hogar, como extremos de almohadas y cojines para el suelo. Con el tiempo, pasó a representar pinturas tradicionales en borda¬dos y a reinterpretar antiguas obras de arte con su propio estilo.

“Un buen bordado necesita manos ági¬les y gran sentido del color, por supuesto, pero lo esencial es tener buen ojo para el diseño”, resalta Choi. “No puedes crear tu propio estilo solo imitando a otros. Por eso diseñé mis propias obras basadas en moti¬vos de cerámica tradicional, paisajes y pin¬turas populares”.

En las décadas de 1960 y 1970, ante el desprecio generalizado por la cultura tra¬dicional coreana, los bordados de Choi y su nuevo enfoque del patrimonio cultural lograron captar cada vez más atención. Sus piezas eran especialmente populares entre los turistas extranjeros, pero Choi tenía poco interés en vender, pues antepuso el desarrollo artesanal a una rentabilidad eco¬nómica inmediata.

Así, a mediados de los ‘70, comenzó a centrarse en la investigación y las exposi¬ciones, y en bordados basados en pinturas budistas, que veía como la culminación del arte tradicional coreano. Sus obras maes¬tras de temática budista, pináculo de siete décadas de carrera, incluyen ‘Ocho esce¬nas de la vida de Buda’, que representan las ocho fases de la vida de Sakyamuni, y ‘Budas de los tres mundos’, que retrata al Buda del pasado, presente y futuro. Estas pinturas bordadas, cada una de las cuales precisó más de 10 años para terminarse, se caracterizan por una exuberante combina¬ción de técnicas tradicionales y creativas, así como por variadas texturas, resultan¬tes de combinar diferentes hilos: algodón, lana, rayón y seda.

“Puse mi corazón en cada punta¬da, como un monje entregado a la prácti¬ca espiritual”, destaca Choi. “Después de encontrarme por primera vez con la pintu¬ra original de las ‘Ocho escenas de la vida de Buda’, llamada Palsangdo, en el templo de Tongdo, oré y esperé durante 10 años la oportunidad de recrearla en un bordado. Finalmente obtuve el permiso del templo y comencé mi tarea, pero como cada escena mide más de dos metros de largo, me llevó 12 años bordar las ocho. Y eso que trabaja¬ba con mis alumnas, si no, habría tardado aún más”.

“Lotus Repository World” (detalle). 270 × 300 cm.
Por esta pintura bordada, basada en el mandala del templo de Yongmun en Yecheon, provincia de Gyeongsang del Norte, Choi recibió el Premio Presidencial en la Exposición Anual de Artesanía Tradicional de Corea en 1988. © Seo Heun-kang

Retos y logros
Su pasión y perseverancia fueron recom¬pensadas con un prestigioso premio: su versión bordada del ‘Lotus Repository World’, basada en el mandala del templo Yongmun, en Yecheon, ganó el Premio Presidencial de la 13ª Exposición Anual de Artesanía Tradicional de Corea, en 1988. En 1996, Choi fue designada como “tesoro cultural viviente” en el arte del bordado, o Bien Cultural Inmaterial Nacional Nº80, un reconocimiento oficial por haber logrado el mayor nivel de experiencia en su campo.

La historia del bordado tradicional coreano se remonta al periodo de los Tres Reinos (57 a. C. - 676 d. C.). Se cree que la gente de los reinos de Goguryeo y su precursor, Buyeo, usaron ropas bordadas de colores, como se describe en el ‘Libro de Wei’, el manuscrito más antiguo halla¬do que habla de la cultura coreana y de los ‘Registros de los Tres Reinos’ (Sanguozhi). Durante la dinastía Joseon (1392-1910), un taller de bordado instalado en palacio se encargaba de decorar ropa y complementos para la familia real. Los hogares comunes también tenían sus propios legados familia¬res en el oficio.

Choi defiende el concepto simseon sin¬chim, que significa “hilos del corazón con puntadas del cielo”, al comparar su trabajo de siempre con “puntadas celestiales borda¬das con el hilo de su corazón”, título de su exposición en el Centro de Artes de Seúl, en 2016.

“Cada pieza es creada mediante un minucioso proceso”, explica. “Primero, selecciono una pintura original, valiosa his¬tórica y artísticamente, que se pueda repre¬sentar en bordado, y luego hago un boce¬to en la tela de fondo. Cuando empiezo a bordar, he de tomar una decisión tras otra considerando la imagen completa: el mejor color y textura para la tela y los hilos, la combinación de colores, las técnicas a uti¬lizar, etc. Mientras trabajo, personalmente retuerzo mis hilos para variar su grosor en base a la composición general y la ubica¬ción de la pieza en cuestión. Doy y quito puntadas una y otra vez hasta estar satisfe¬cha con las técnicas aplicadas y los tonos de color obtenidos”.

Durante este riguroso proceso, Choi cuida cada detalle a la perfección. Desta¬ca la importancia de ser fieles a lo básico y seguir las formas tradicionales, para ayu¬dar a transmitir la artesanía a las próximas generaciones. A tal fin, se comprometió a enseñar como profesora de cátedra en el Instituto de Traje Tradicional Coreano de la Universidad Nacional de Pusan.

“Mucha gente ve que el bordado tradi¬cional es bello y valioso, pero muy pocos se deciden a aprenderlo, y los que lo hacen, suelen renunciar a mitad de camino”, resal¬ta. “Necesitas una tenacidad incansable, incluso tras completar la formación adecua¬da, y pasar largos años de práctica, antes de ser reconocido como artista. Es un camino tan espinoso que la mayoría ni lo intenta”.

“El gran nirvana en Sala Grove” de “Ocho escenas de la vida de Buda”. 236 × 152 cm.
Basada en la pintura homónima del Templo Tongdo en Yangsan, provincia de Gyeongsang del Sur, se caracteriza por una expresión elaborada y realista. Representando las ocho fases de la vida de Sakyamui, y cada pintura contiene episodios de series de figuras en un solo lienzo.

“Integridad” (detalle) del biombo de ocho paneles “Ideografías pictóricas de las virtudes confucianas”. 128 × 51 cm.
Cuando Choi comenzó a estudiar el bordado tradicional en los ‘60, uno de sus principales intereses era reinterpretar pinturas populares, incluyendo ideogramas pictóricos.

 

Preservar y transmitir
Recuerda su vida en sus memorias ‘Historia del bordado de Choi Yoo-hyeon’, que saldrá publicado pronto. El libro narra su interés como artesana que pasa de objetos prácticos para el hogar a pinturas populares, y de ahí a las pinturas budistas. También está recopi¬lando material didáctico para sus alumnos y, además de su ya abultado portafolio de más de 100 obras, publicadas en varios libros, está escribiendo otro sobre técnicas origina¬les, con descripciones y explicaciones deta¬lladas una por una. Al mismo tiempo, está en el tramo final de bordar el ‘Bodhisattva Ava¬lokitesvara’, basado en el mural consagrado en el Salón de la Gran Luz (Daegwangjeon) del Templo Sinheung en Yangsan, provincia de Gyeongsang del Sur. Lleva tres años tra¬bajando en esta pieza, que cree será su últi¬mo proyecto a gran escala. Cosida en seda violeta con solo hilo dorado, invita a alcan¬zar las alturas de un exquisito esplendor.

“No creo que pueda volver a crear una pieza tan grande como esta”, comenta Choi. “Ahora me cuesta trabajar incluso dos o tres horas al día, porque me canso fácilmente y mis ojos se nublan. Creo que es momento de dedicar mi energía a la enseñanza, y que mi misión sea transmitir todo lo posible”.

Durante casi medio siglo, Choi ha guar¬dado todas sus obras, negándose a vender ninguna. Junto con cientos de bordados tra¬dicionales y modernos, su trabajo se con¬serva en el Centro Nacional del Patrimonio Inmaterial de Jeonju, provincia de Jeolla del Norte, con el apoyo de la Administración del Patrimonio Cultural. Espera ver un nuevo museo especializado en bordados en un futu¬ro próximo, que permita preservar y exhibir su colección de toda la vida el mayor tiempo posible.

Para mejorar su arte, Choi utiliza una amplia gama de técnicas, tanto tradicionales como originales, así como hilos de diversos colores y materiales como seda, algodón, lana y rayón, para lograr una delicada textura.

Durante los últimos tres años, Choi ha estado trabajando en “Bodhisattva Avalokitesvara”, basado en el mural del Salón de la Gran Luz del Templo Sinheung en Yangsan, provincia de Gyeongsang del Sur. Cosido en seda violeta con solo hilo dorado, irradia elegancia y esplendor.

Choi Hye-jung Escritora independiente
Ahn Hong-beom Fotógrafo

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