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2017 WINTER

CRÍTICA DE ARTEGwaebul, la grandeza del budismo en todo su esplendor

El Museo Nacional de Corea presentó recientemente al público una destacada pieza de gwaebul del templo de Okcheon en Goseong, provincia de Gyeongsang del Sur, en una exposición titulada “Cautivados por una espléndida grandeza”. La muestra, que celebra su XII edición, fue inaugurada el 25 de abril, una semana antes del cumpleaños de Buda, y permaneció abierta al público hasta el pasado 22 de octubre. Los visitantes se mostraron abrumados por el tamaño del Buda y los bodhisattvas representados en el gran lienzo de pergamino, así como por sus espléndidos colores.

“Mural enrollado de Buda del templo de Okcheon” (Okcheonsa gwaebul), 1808. Tinta y color en seda, 1006 x 747.9 cm. Designada como Propiedad Cultural Tangible Nº 299 de la Provincia de Gyeongsang del Sur, esta enorme pintura ritual tiene la composición única del Buda y dos bodhisattvas en el centro, a diferencia de la mayoría de pinturas que representan la Asamblea en el pico del buitre.

La presencia del Buda es abrumadora. Se muestra de cara al mundo con una túnica roja de monje y rodeado por un halo circular. Flanqueando a la figura principal hay dos bodhisattvas portando coronas decoradas con llamas que tienden al Buda, mientras sostienen una joya cintamani y un capullo de flor de loto, respectivamente. Bajo la oscuridad del cielo por la noche, cuando se abre en toda su plenitud la flor de loto cargada de semillas, dos discípulos juntan sus manos y seis pequeños budas rodeados de halos descienden sobre una nube.

¿Cuál es el destino que depara la tríada de Buda, dos discípulos y seis pequeños Budas juntos? Los visitantes que observan las imágenes dirigen su atención al “Registro de la producción de gwaebul en el templo de Okcheon” (Okcheonsa gwaebul joseong gi), que se muestra en la parte inferior del cuadro y reza lo siguiente: “Un nuevo cuadro de gwaebul para ritos alaire libre y ceremonias fue pintado en el Templo de Okcheon emplazado en el monte Yeonhwa, en el condado de Jinju, derecha [sic] en la provincia de Gyeongsang, en 1808. Planteamos crear una nueva pintura porque la antigua fue destruida, y los monjes y laicos del templo cooperaron en el proyecto”.

Sin embargo, producir una gran pintura ritual de más de 10 metros de altura no fue una tarea fácil. En primer lugar, se necesitaron 20 pok (unidad para medir el ancho) de lienzo de seda, y también pigmentos rojos, verdes y blancos, así como el preciado oro. Para completar el proyecto se requirieron donaciones, directas e indirectas, de 130 individuos, tanto del clero como laicos.

En el registro, el cuadro lleva por título “La asamblea en el pico del buitre”. El pico del buitre o Grdhrakuta es donde el Buda predicó frente a una congregación que se reunía para escuchar la historia de su iluminación después de seis años de meditar como un errante asceta. Las escenas de este histórico encuentro han sido temas populares en el arte budista a lo largo de las épocas.

En todo caso, esta particular pintura realizada sobre un pergamino en el templo de Okcheon no incluía a las numerosas personas que se hallaban reunidas para escuchar el sermón. En su lugar, se escenificó de forma simbólica la asamblea representando únicamente al Buda, a los bodhisattvas Manjusri y Samantabhadra, a los discípulos Mahakasyapa y Ananda, y a seis pequeños budas maravillados por las enseñanzas del Buda principal.

una ilusión óptica al jugar con la perspectiva

Como mide 10 por 7,5 metros, el rollo no se podía colgar de la pared de una sola planta del museo, por lo que también ocupó las paredes del segundo y tercer piso. Al observar la pintura, no es difícil imaginar cómo debieron ser las ceremonias cuando ésta colgaba del patio del templo. Los gwaebul son grandes cuadros de Buda que se usan en ceremonias y ritos al aire libre. Con el paso del tiempo, su tamaño fue aumentando para que pudieran ser vistos desde lejos, y los creyentes que llegaban a la entrada del templo eran recibidos con la visión de un gigantesco Buda que volaba hacia el cielo.

Para mirar desde el segundo piso al enorme Buda, había que inclinar bastante la cabeza hacia atrás. Mirando hacia arriba, desde abajo, se puede apreciar el sentido de la perspectiva del monje pintor Hwaak Pyeongsam, que tenía en mente una ilusión óptica.

“Estatuas de niños pequeños”, 1670. Color sobre piedra. Altura: 44 cm (izquierda), 47,3 cm (derecha). Las imágenes del niño monje datan del siglo XVII, cuando el Templo de Okcheon construyó el Salón de Ksitigarbha en sus terrenos. Supuestamente ayudan a los Diez reyes del infi erno y a los jueces.

El Buda principal en el centro aparece dibujado más grande que los dos bodhisattvas a ambos lados, mientras que los discípulos Mahakasyapa y Ananda son más pequeños en la parte superior, y los seis pequeños Budas son aún de menor tamaño. Los espectadores se equivocan cuando piensan que existe cierta distancia entre las figuras en la parte superior y la tríada de Buda en el centro.

Desde el tercer piso, finalmente es posible observar las figuras cara a cara y apreciar los rasgos redondos, que caracterizan a Buda: la protuberancia carnosa en la corona que denota su sabiduría, el adorno de pelo acicalado con joyas que se asemeja al sol naciente sobre el horizonte y la auspiciosa energía que irradia hacia el cielo. En el cofre del Buda, que tiene un hombro desnudo, está pintada la esvástica. Los diseños de la flor de loto, el dragón y el pergamino floral están bordados en su túnica roja.

Ahora es el turno de observar de reojo a los bodhisattvas que flanquean al Buda. Son Manjusri y Samantabhadra, asociados con la sabiduría y la acción, respectivamente.

Portan coronas de oro decoradas con magníficas llamas y muestran la cara de Buda como si fueran su hijo Rahula. Manjusri sostiene un tallo largo con una joya en el extremo para cumplir los deseos, y Samantabhadra sostiene un capullo de loto en la mano. Los bodhisattvas están adornados con collares y brazaletes tan espléndidos como las coronas.

Después de disfrutar de la visión de esos rojos y verdes en tonos brillantes, vemos que las historias comienzan a desplegarse en las túnicas de los bodhisattvas. Dibujado en pintura azul sobre blanco, un conejo usa el mortero y una ardilla salta para atrapar unas uvas. Una grulla con un cintamani en su boca parece haber venido del mundo de los inmortales. La historia de Buda abarca diversos cuentos populares y leyendas.

A ambos lados de la cabeza del Buda están Mahakasyapa y Ananda con las palmas de las manos juntas. Mahakasyapa ya era un monje anciano y Ananda un monje joven e inteligente. Sin importar su edad, juntan sus manos y rinden homenaje a la tríada de Buda. ¿Fueron los seis Budas en sus pequeños halos visitantes de otro mundo que vinieron a presenciar esta asamblea? Sus palmas también se juntan con presión y tras las nubes se extiende el cielo nocturno, debajo del cual emerge una flor de loto.

El Buda histórico, los bodhisattvas Manjusri y Samantabhadra, los discípulos Mahakasyapa y Ananda, y los pequeños Budas de otro mundo fueron ubicados juntos para completar el imponente panteón. Al llegar al final de esta magnífica historia, pude observar cómo el Buda se manifestaba ante mis ojos como objeto de adoración. Incliné la cabeza y coloqué mis palmas juntas en señal de reverencia.

Un cajón con grabados del sol y la luna

Entonces, mientras permanecía con la cabeza inclinada, mis ojos se volvieron hacia un gran cajón de madera situado en la parte inferior de la pintura. Era el cajón para almacenar el rollo del cuadro: tanto la pintura como su caja de almacenamiento eran exhibidas. Mover ambos objetos juntos debió requerir una ceremonia especial y de gran magnitud. Pude imaginar a una docena de monjes portando con cuidado el rollo atado con cuerdas fuera de la sala principal de su templo. Probablemente, se dirigieron a un amplio patio donde celebrarían una gran ceremonia.

Mis ojos captaron lentamente las finas placas de metal unidas a la superficie del cajón. La placa de metal en medio del mueble tiene caracteres tallados en sánscrito; mientras que la coloración roja de las letras da vida al cajón de madera, que de otro modo se vería anodino. A cada lado hay una placa circular de metal con un carácter chino grabado. ¿Representa al sol? Junto a los dos caracteres tallados, que simbolizan la “luz del sol”, hay un árbol creado con la técnica de reppousé. Apenas visible, se trata de una reminiscencia del árbol en un mural de la Tumba de los Luchadores (Gakjeochong) del Reino de Goguryeo. En la placa de metal redonda está grabado el mítico árbol con el sol colgando de él.

Otra placa circular está quebrada en forma de media luna para mostrar la textura de la madera que hay debajo. Los dos caracteres chinos que aparecen grabados significan “luz de luna”. Fue asombroso ver esta decoración en una caja de gwaebul con imágenes y personajes que simbolizan el sol y la luna. ¿Quién fue el artesano? Por suerte, el interior de la caja revelaba los nombres de los artistas, que podrían haber caído en el olvido: Kim Eop-bal, del condado de Jinyang, y Kim Yunpyeong, de la ciudad de Cheolseong. Probablemente eran artesanos del metal que vivían cerca del templo, cuya fina artesanía aportó vida a un simple cajón de madera.

Los gwaebul son grandes cuadros de Buda que se usan en ceremonias y ritos al aire libre. Con el paso del tiempo, su tamaño fue aumentando para que pudieran ser vistos desde lejos, y los creyentes que llegaban a la entrada del templo eran recibidos con la visión de un gigantesco Buda que volaba hacia el cielo.

Los niños, acompañantes en la pintura ritual

“Diez reyes del infierno” (King Yama Series, No. 5), 1744. Tinta y color en tela de cáñamo, 165 x 117 cm. Designado como Tesoro n° 1693, la pintura muestra escenas de purgatorios, con el típico estilo Joseon de pinturas budistas del siglo XVIII, que se encuentran en los templos coreanos.

Junto con el cuadro en rollo, llegaron a Seúl otros tesoros del Templo de Okcheon. En comparación con la pintura de 10 metros de altura, las figuras de los niños pequeños son diminutas, ya que solo miden 44 y 47.3 centímetros de alto. Sin embargo, a pesar de su reducido tamaño tienen una gran importancia. En 1670, cuando fue construido en el templo el Salón de Ksitigarbha, personaje conocido como el Señor del Inframundo, la gente de Joseon precisaba consuelo, ya que muchos de sus seres queridos murieron durante las invasiones japonesas de 1592-1598 y la invasión manchú de 1636. Por muy miserables que hubieran sido sus vidas, y pese a sus fallecimientos prematuros, los muertos merecían una mejor vida futura. Dentro del Salón de Ksitigarbha se consagraron imágenes esculpi-das de los Diez Reyes del Infierno a quienes se encontrarían los difuntos, y el mundo gobernado por ellos fue pintado al detalle. Durante la construcción, también hicieron estatuas de niños monjes, talladas en piedra y pintadas.

Un siglo más tarde, al remodelar la sala en 1777, también pintaron de nuevo las figuras de los niños monjes. Los colores vivos dan a las imágenes una visión dinámica. El niño que asistió a los diez reyes y jueces tiene el pelo recogido en una larga trenza y usa un abrigo largo con cuello recto. En su mano sostiene dos pájaros considerados auspiciosos, phoenix y kalavinka. De acuerdo con el Ksitigarbha Sutra, los niños asistentes en el infierno no dejan sin registrar una sola de las acciones buenas o malas del difunto. Es por eso que se les llama los “niños del bien” o los “niños del mal”.

Detrás de las figuras de los niños monje había una representación del infierno procedente de una pintura budista. El rey Yama, ataviado con un uniforme de la corte y una corona alta bordada con diseños de sol y luna, está sentado en un gran trono decorado con una cabeza de dragón, juzgando la gravedad de los pecados del difunto.

Parece estar sumido en sus pensamientos, pasándose los dedos por la barba. ¿Había sido el difunto un grave pecador?

Las nubes de colores dividen el cuadro en dos partes: la parte inferior representa escenas de los purgatorios, con un espejo del karma que refleja todas las acciones buenas y malas de la última vida del difunto, y un escriba cuyo cometido es registrar todos los pecados cometidos por el difunto. Cuando las almas de las personas muertas son arrastradas por el pelo frente al espejo del karma, se encuentran cara a cara con una persona que sostiene un hacha. Esto significa que cometieron un asesinato en su vida anterior. Otras almas que esperan su turno también están atadas y observan el espejo. Los jueces y escribas, que acompañan al Rey Yama, repasan la lista de los difuntos y redactan los pecados cometidos tal y como éstos se reflejan en el espejo, antes del juicio del rey. El espacio en blanco en el papel significa que hay muchos más pecados que registrar y más juicios por emitir.

Otra obra digna de mención en la muestra es la “Pintura del bodhisattva Ksitigarbha y los diez reyes del infierno del templo de Baekcheon”. Custodiada en Yeondaeam, una de las ermitas del templo de Okcheon, muestra a Ksitigarbha, también conocido como el Salvador de los Tormentos del Infierno, así como a los diez reyes y los escribas, todos habitantes del inframundo.

De acuerdo con el registro del cuadro, fue enclaustrado en 1737 en la ermita de Dosol del templo de Baekcheon en Sacheon, Provincia de Gyeongsang del Sur, no lejos de Goseong, donde se encuentra el templo de Okcheon. Alrededor del siglo XVIII, cuando el Templo de Okcheon creció en tamaño e influencia, los monjes del santuario viajaron a las áreas cercanas a Sacheon y Jinju. Esta pintura indica el amplio alcance de sus actividades y también muestra algunas de sus excelentes habilidades artísticas. Por ejemplo, el monje pintor usó colores suaves y delicados trazos de pincel, aplicando tinta mientras el papel estaba todavía húmedo, para que algunas de las características faciales de las figuras pudieran tener un efecto borroso. Además, el pigmento dorado utilizado en las tabletas de mano y las túnicas de los Diez Reyes, así como los estandartes que portan los jueces, incorporan un tenue resplandor al lienzo

Visitar esta exposición en un hermoso día de otoño me brindó la oportunidad de contemplar el resplandeciente mundo de Buda y los bodhisattvas, tal y como se representa en la magnífica pintura enrollada del antiguo templo, así como el significado de la iluminación que ésta aporta.

Ryu Kyeong-heeCuradora, Museo Nacional de Corea

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